Martes, 23 de abril de 2024

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2012: Llega el apocalipsis, y a la primera fila estamos...¡los rusos!

por Tatiana Fedotova

Los que aún no habéis visto esta película, tened cuidado: diré quién se ha muerto.

Buenoooo, soy muy aficionada a películas apocalípticas y en general catastróficas. Lo paso muy mal por que en seguida pienso en mis hijos metidos en el epicentro de todas las calamidades, pero la adrenalina sube, y es como bajar de una montaña rusa (por cierto, en Rusia se llaman “montañas americanas”): es disfrutar de un miedo controlado.
 
“2012”,  aunque tiene ciertos toques de humor y parodia a las películas anteriores del género, me hace pensar.
 
El enfoque religioso en esta peli está casi sin aprovechar. Como dijo mi marido, “los que se santiguan, mueren, pero los masones tampoco ganan”. Y es cierto. Aunque cae estrepitosamente la basílica de San Pedro de Roma, el obelisco frente a la Casa Blanca tampoco sigue en pie.
 
Hay unas cuantas escenas personales lacrimógenas y emotivas, aunque se pierden entre erupciones volcánicas, placas tectónicas y tsunami. Pero el momento que me atrajo la atención era no simplemente saber pedir perdón, sino tener la suerte de hacerlo a tiempo.
 
 Un viejo músico, en espera de una muerte inminente, con la foto infantil en la mano, llama a su hijo que está en otro país. El teléfono lo coge su nieta, una niñita a la que no conoce. Pero papá ya no tiene tiempo de ponerse al habla, y el padre y el hijo mueren sin haberse perdonado.
 
He de decir que esta es una de las pocas películas norteamericanas donde salen los rusos y no son de cartón.
 
Un mafioso nuevo rico y sus hijos antipáticos, su amante rubia con el perrito  y el piloto de su avión privado van a convertirse en unos verdaderos arquetipos bíblicos a lo largo de la historia. Es que lo realmente trepidante empieza cuando se ponen a morir irremediablemente los pecadores.
 
El amante de la ex-mujer del protagonista – no se atrevió a formar una familia de verdad.
 
La amante rubia del mafioso, que pudo entrar de polizonte en la nave, mientras el desgraciado ricachón quedaba fuera, parecía que iba a salvarse. Pero no: comete un pecado gordo: en el último momento se burla de su mafioso, se alegra, vengativa, de que él vaya a morir, al quedarse fuera del Arca. Eso está mal, y será castigada: incluso en el Arca le alcanzará una muerte cruel.
 
El mafioso, sin embargo, perece unos minutos después, Dios sabrá por qué pecados, pero sacrificándose por subir a bordo de la nave a sus hijos, sacrificándose por salvarlos a ellos. Escalofriante.
 
El presidente ruso es el primero que responde al llamamiento desesperado de abrir las puertas de las naves salvavidas a los desgraciados “representantes del sector privado” que quedaron en el muelle a pesar de sus plazas reservadas por millones de euros y dólares. Se le suman los chinos: se ve que no les importa salvar a los capitalistas más capitalistas del mundo.
 
El piloto ruso del desastroso avión Antonov comete tres errores: uno, tener un icono de la Virgen con el Niño en la cabina (una suerte de airbag ruso), y los que en esta película son católicos o ortodoxos se mueren. Otro, se santigua (ya hemos dicho que los que se santiguan aquí corren un riesgo extra). Por último, tenía un “lío” con la rubia de su jefe.
 
He de comentar que las frases en ruso y el acento de los personajes eran buenas en el caso del mafioso y el piloto, rusos de verdad con acento mafioso auténtico, incluso en el doblaje en español se conserva el típico toque que suelen tener los rusos en general y mafiosos precisamente. (En cambio, el presidente de Rusia se nota que no hablaba ruso de verdad, y su traductor, ni eso...).
 
Parece que el guionista admite cierto “Mero cristianismo”. El presidente negro de EEUU reza “El Señor es mi pastor, nada me falta”. Está convencido de que sirve para todas las religiones. Muere en paz. La mujer del protagonista, cuando le da por muerto a su marido, repite: “Dios, por favor, por favor, Dios”. Eso es muy ecuménico, y el marido se salva. Y el monje budista se salva pero nunca menciona a Buda (aunque dice “ten fe, hermano”).
 
Conclusión: si quieres salvarte en el Apocalipsis maya, has de ser vagamente deísta, pero no se te ocurra revelar tu denominación.
 
Para terminar: la familia rota del protagonista se une y se solidifica entre las catástrofes, su hijo rebelde y resentido por fin vuelve a llamarle papá y arriesga su vida para ayudar a su padre a salvar la humanidad recluída en una nave averiada. Qué bonito. Una lágrima furtiva...
 
¿Qué pensáis los españoles de que se os mencione en el Arca de los países europeos? ¿Estará allí Zapatero, para conduciros en el nuevo mundo postapocalíptico? Buaagh... eso sí da miedo.
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