Sábado, 04 de mayo de 2024

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Compañía de Jesús 2016

por Creo, Señor, aumenta mi fe

El papa Francisco ha visitado la Curia General de los Jesuitas donde se celebra la 36 Congregación  General de la Compañía de Jesús. En su discurso ha ofrecido pautas de actuación a los Jesuitas en primer lugar, luego a los Consagrados y también a cuantos quieren seguir de verdad a Jesucristo.
   El discurso del Papa es muy largo comparado con los que suele pronunciar en casos semejantes. Son sus hermanos. Trataré de resumir las ideas fundamentales.
   El Papa comienza con unas palabras de Pablo VI: “Hermanos e hijos: Adelante, in nomine domini. Caminando juntos, libres, obedientes unidos en el amor de Cristo para mayor gloria de Dios”.
   San Ignacio comprendía la Compañía en camino, desarrollándose. Es una actitud preciosa para no quedarnos estancados. Toda vida creyente se desarrolla caminando. Lo substancial es la entraña de cada Instituto y debe ser conservado y ser tenido ante nuestros ojos cada día en la plegaria. Todo lo demás son medios para estar más disponibles a la acción concreta que el Señor desea. Caminar no es una acción individualista para la Iglesia. Es crecer espiritualmente  procurando la salvación del prójimo. Implica una tensión entre perfección personal y perfección del prójimo, contemplación y acción, carisma e Institución.
   Les recuerda el papa una palabra clave en la espiritualidad ignaciana: <> en latín, <> en castellano. O que más aproveche para la gloria de Dios y la salvación de las personas. El P. Nadal S. I. decía que: la Compañía es fervor. Nos provecharía apropiarnos este lema para nuestra vida. El creyente en Jesús es fervor.
   Tres puntos señala el Papa a sus hermanos y a nosotros:
   1 Pedir insistentemente la consolación.
   El oficio de consolar es propio de Jesús. Esta consolación debemos pedirla en la oración. Una buena noticia no puede darse con cara triste. Nosotros tenemos que dar la buena noticia de Jesús. “Es oficio propio de la Compañía consolar al pueblo fiel y ayudar con el discernimiento a que enemigo de natura humana no nos robe la alegría: la alegría de evangelizar, la alegría de la familia, la alegría de la iglesia, la alegría de la creación… Que no nos la robe ni por desesperanza ante la magnitud de los males del mundo y lo malentendidos entre los que quieren hacer el bien, ni nos la reemplace con las alegrías fatuas que están siempre al alcance de la mano en en cualquier comercio”.
   2 Dejarnos conmover por el Señor puesto en Cruz.
   “El modo, como Ignacio vive y formula el su experiencia de misericordia vive y formula su experiencia de la misericordia, es de muchos provecho personal y apostólico y requiere una aguda y sostenida experiencia de discernimiento. Decía nuestro padre a San Francisco de Borja: . Ignacio vive, pues, de la pura misericordia de Dios hasta en las cosas más pequeñas de su vida y de su persona. Y sentía que cuanto más impedimento él ponía, con más bondad lo trataba el Señor”.
 
   Hacer el bien de buen espíritu, sintiendo con la Iglesia.
   Hacer las cosas con buen espíritu nos enraíza en la Iglesia. En ella actúa el Espíritu a su tiempo. Muchas cosas deben ser reformadas, pero Dios no las quiere reformar con esos modos. “Es propio de la Compañía hacer las cosas sintiendo con la iglesia. Hacer esto sin perder la paz y con alegría, dados los pecados que vemos tanto en nosotros como personas como en las estructuras que hemos creado, implica cargar con la Cruz, experimentar la pobreza y las humillaciones, ámbito en el que Ignacio nos anima a elegir entre soportarlas o desearlas. Allí donde la contradicción eta más candente, Ignacio daba ejemplo de recogerse en sí mismo, antes de hablar o actuar, para obrar de buen espíritu. Las reglar para sentir con la Iglesia no las leemos como instrucciones precisas sobre puntos controvertidos, sino ejemplos donde Ignacio invitaba en su tiempo a al espíritu antieclesial, inclinándose total y decididamente del lado de nuestra Madre, la Iglesia, no para justificar una posición discutible sino para abrir lugar a que el Espíritu actuara a su tiempo”.
   Termina el papa con una plegaria a la virgen de la Strada: “Le pedimos a nuestra Señora de la Strada, en un coloquio filial o como un siervo con su Señora, que  interceda por nosotros <>, para que nos ponga siempre   nuevamente con su Hijo, con jesús, que carga y nos invita a cargar con Él la cruz del mundo. Confiamos a ella nuestro , para que sea eclesial, inculturado, pobre, servicial, libre de toda ambición mundana. Le pedimos a nuestra madre que encamine y acompañe a cada jesuita junto con la porción del pueblo fiel de Dios al que ha sido enviado, por estos caminos de la consolación, de la compasión y del discernimiento”.
  
   
 
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