Viernes, 19 de abril de 2024

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
       del día
 
Inicio: Recógete en el cuerpo y en el espíritu…, silénciate… El Señor quiere hablarte… Para ser alcanzado por la Palabra de Cristo y para que la Palabra hecha carne, que es Cristo, te toque y pueda habitar en el corazón y tú puedas adherirte a ella, es necesario que haya una escucha y un silencio profundo… ¡Inténtalo!
 
Leer despacio el texto: Lucas 14,1.714
 
Un sábado entró en la casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando cómo los invitados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os invitó a ti y al otro, y te diga: `Cédele el puesto a éste'. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: `Amigo, sube más arriba.' Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»
Dijo también al que le había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos.»
 
Contemplar
 
<>Métete en la escena, contempla el grupo de comensales…, tú eres uno de ellos… Alégrate… En largo camino que van recorriendo hasta Jerusalén, un día se detienen en un pueblo: es sábado, día festivo y de descanso. Jesús y su grupo son invitados a comer por uno de los fariseos importantes ¡Habría buena mesa! Y mucho interés por parte de todos.
Recuerda aquí, que las realidades más hermosas, Jesús las ha realizado, proclamado y enseñado a la mesa, en un ambiente de banquete. ¿Qué te parece? ¡Es profundamente humano! ¡Y muy cristiano! ¡Siempre queriendo evocar la Eucaristía, el Banquete cristiano por excelencia! Alégrate, de nuevo por esa gracia inmensa…
<>Unos lo espían: los fariseos. Otros invitados escogían los mejores puestos. Jesús nos da una gran enseñanza en dos parábolas.
Un día sábado y en una comida festiva y sagrada, todos los ritos se están cumpliendo a la perfección, pero en uno principalísimo están faltando: le observan, lo espían, es decir, no están amando al prójimo, en este caso a Jesús… ¿Qué valor puede tener una hermosa comida, incluso sagrada, cuando estamos juzgando y enjuiciando a los demás? No tiene ningún valor: es puro cumplimiento, falsedad farisaica. ¡Es grave! ¿Qué puede valer una Eucaristía para nosotros, si estamos mirando a los demás, como visten y se comportan, y lo importante nos pasa desapercibido o casi, lo seguimos rutinariamente? ¡De nada nos aprovechará! ¡Qué pena! Y me pregunto: ¿cómo vivo yo las Eucaristías?... ¿Participo o solamente escucho más o menos de soslayo, tanto que al salir no sé muy bien qué ha pasado ahí dentro?... ¿Es un cumplo y miento?... ¿Tengo claro de que el día festivo: la Eucaristía y la comida de fiesta son para dar gloria a Dios, Creador y Padre, y para hacer el bien a los demás? ¡Si no es así nada vale!
<>Les decía una parábola
Con esta parábola, Jesús nos da una gran enseñanza: ¿cómo hacer la elección de los puestos de la mesa de invitados? Nos muestra cómo ha de ser entre nosotros sus seguidores. Nos ha de quedar meridianamente claro: Los criterios para elegir los puestos entre nosotros, en la Iglesia, en los grupos, y para todo, no se pueden basar en la antigüedad, o sobre los papeles o notoriedad de unos y otros, ni en sus muchos saberes y bienes, sino que se han de inspirar siempre en el modo de actuar de Dios que promueve a los últimos, «porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.» La humildad es el gran valor, la tierra muy buena y fértil en que se asienta y enraíza la caridad y toda virtud cristiana auténticas. Al humilde Dios lo ensalza: el modelo es Santa María y su cántico del Magnificat. ¿A mí personalmente, me enseña algo esto? ¿Vivo en actitud de humildad en todo mi obrar: en casa, en la comunidad o grupo cristiano, en la Iglesia?... ¿O me creo siempre con algún derecho más que los demás?...
<>Dijo también al que lo había invitado…
Con esta segunda parábola, Jesús es muy claro y expresivo para enseñarnos a invitar, a ser hospitalarios: ¿A quién invitar y quién participará al final en el banquete del Reino? Pues es muy sencillo: ¡a quienes no me puedan corresponder! Invitación y hospitalidad han de tener este marchamo: total gratuidad. Doy por amor a Dios y a los demás. Nada más y nada menos que eso. Invitando a los empobrecidos y necesitados, estamos dando gratis lo que hemos recibido gratis… Y esto tiene tanto valor que sólo puede ser recompensado, como termina diciendo la parábola, en la resurrección de los justos, es decir, en el cielo. Así es de grande la gratuidad con la que hemos de vivir: y es que invitando a los necesitados, no solo los estamos tratando como hermanos, comparto con ellos lo que tengo, sino que en ellos estoy invitando al mismo Señor: “A mí me lo hicisteis”, dijo el Señor.  Estos son los tesoros que hay que atesorar aquí en la tierra, y que no se pierden, sino que se ganan con la Vida Eterna: la comunión de Dios ahora y después para siempre ¿Cuáles son mis actitudes y mis comportamientos al respecto? ¿Por qué razón invito o doy a los demás? De verdad que entran ahí los pobres? Me doy un tiempo para pensarlo…, y meditarlo…
<> Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado. Es la frase central de Jesús entre las dos parábolas, gozne de comprensión de las mismas. Como se puede apreciar, hablando a los jefes de Israel, Jesús muestra cuál es el poder que edifica las relaciones del reino: "El que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado » (Lc 14,11). ¡Atento” Jesús les describe “el buen uso del poder", fundado sobre la humildad. Es el mismo poder con que Dios liberó en la humanidad con la encarnación del Verbo: "Al servicio de la voluntad del Padre, a fin de que toda la creación vuelva a él, el Verbo de Dios se hizo uno de nosotros y “no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz" (Fil 2,6-8). ¡Más atento aún! Este abajamiento tan total del Hijo de Dios “tiene la capacidad” de curar, reconciliar y liberar a toda la creación. La humildad es la fuerza que edifica el reino y la comunidad de los discípulos de Jesús, la Iglesia. ¿Cómo anda mi humildad? ¿La practico? Es característica del discípulo-misionero que debo ser. ¿Me ocupa o me preocupa?
 
Vivir
 
Aquí tienes unas orientaciones prácticas que, leídas a lo largo de la semana, te ayudar a poner en práctica, en tu día a día, la enseñanza de que Jesús que hoy has contemplado despacio:
 
--En la mesa de la vida, (familia, amigos, profesión, trabajo, vida social y religiosa, etc.), tenemos mil una oportunidad de buscar los puestos de honor casi instintivamente, y peor aún, buscarlos pisando a los demás, dejándolos de lado o tirados en la cuneta… ¡Importa que yo sea yo! Los demás… ¡Es secundario! ¡Qué horror! ¿No?
Elegir los primeros puestos es una actitud muy común en la vida, no solamente cuando se está a la mesa: cada uno busca el primer puesto en la atención y en la consideración por parte de los demás. Todos, comenzando por nosotros mismos, tenemos experiencia de ello. Pero, debemos tener cuidado, porque las palabras de Jesús, que exhortan a abstenerse de buscar el primer puesto, no son simplemente una palabras de urbanidad o de buen y educado hacer; son una regla de vida. Jesús aclara que es el Señor el que da a cada uno la dignidad y el honor, no somos nosotros a dárnoslo, tal vez presumiendo de nuestros propios méritos. Como en otras ocasiones, Jesús echa por tierra el juicio y el comportamiento de este mundo. El que se reconoce pecador y humilde, será exaltado por Dios, el que, por el contrario, pretende que se le reconozcan sus méritos y busca los primeros puestos, arriesga la autoexclusión del banquete del Reino, ¡y de la Eucaristía! Es serio, ¿no?
--“Sabemos que todas estas cosas no se valoran en la sociedad que andamos construyendo. Se valora mucho el sobresalir, el distinguirse, el estar por encima, el ser presidente de lo que sea. Me parece que hasta en la Iglesia de Dios hay demasiadas categorías, escalafones, dignidades y títulos verdaderamente malsonantes. Es que nunca nos ha resultado fácil vivir en humildad. Nos parece que, si nos ponemos entre los últimos, no se nos reconoce en lo que valemos y nos señalarán como unos pobres fracasados. Nunca terminamos de aprender del todo que, en el Reino de Dios, la verdadera grandeza se adquiere en el servicio humilde a los hermanos. Tenemos que hacernos a la idea de que nuestro sitio en la vida no está donde más resplandezcamos, sino donde mejor podamos ayudar y servir a los hermanos”…
--“Los cristianos, como no buscamos que nos paguen con honores ni con vanidades mundanas, podemos andar cerca de los desgraciados del mundo, que no nos pueden pagar. Cuando hayamos servido a los más pobres, nos pagará el Señor, que paga bien. Nuestro empeño será estar con los últimos, hacernos pequeños, no ser importantes y parecernos a Jesús, manso y humilde de corazón”…
--“Jesús no critica la amistad, las relaciones familiares ni el amor gozosamente correspondido. Pero nos invita a reflexionar sobre la verdad última de nuestra conducta.
Amar al que nos ama, ser amable con el que lo es con nosotros, puede ser todavía el comportamiento normal de un hombre egoísta en donde el propio interés sigue siendo el criterio principal de nuestras preferencias y nuestra predilección.
Sería una equivocación creer que uno sabe amar de verdad y con generosidad por el simple hecho de vivir en armonía y saber desenvolverse con facilidad en el círculo de sus amistades y en las relaciones familiares. También el hombre egoísta «ama» mucho a quienes le aman mucho.
Saber amar no es simplemente saber tratar debidamente a aquél al que me liga una amistad, una simpatía o una relación social. Saber amar es no pasar de largo ante nadie que me necesita cerca.
Jesús pensaba en una sociedad en la que cada uno se sintiera servidor de los más necesitados. Una sociedad muy distinta de la actual, en la que los hombres aprendiéramos a amar no a quien mejor nos paga sino a quien más nos necesita.
Es bueno preguntarnos con sinceridad qué buscamos cuando nos acercamos a los demás. ¿Buscamos dar o buscamos recibir? Sólo ama el que es capaz de comprender aquellas palabras de Jesús: «Hay más felicidad en dar que en recibir» (Juan Jauregui).
 
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