Sábado, 20 de abril de 2024

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¿Quiénes son los fariseos del siglo XXI? Orígenes de Alejandría

¿Quiénes son los fariseos del siglo XXI? Orígenes de Alejandría

por La divina proporción


En el Evangelio de hoy martes señala una de las características de los Fariseos: su hipocresía. Son capaces de señalar en los demás cualquier error, creyéndose libres de todo pecado. Por eso se preocupan de lo leve que ven en los demás, la brizna de paja que ven en el ojo ajeno, pero su soberbia interior pasa desapercibida. Tenemos que tener cuidado, porque todos podemos caer en esta deformación de la conciencia. Nadie está libre de culpa. Si somos capaces de reconocer el error en nuestro hermano, es que nosotros mismos llevamos dentro ese mismo error. Orígenes de Alejandría nos habla de este pasaje evangélico de forma clara:

Por un lado se preocupan por el mosquito, esto es de los pecados de menor importancia, a los que llama mosquito. Pero por otro lado, se traga al camello, esto es, comete delitos más graves, a los que llama camellos, y que son animales grandes y tortuosos. Son escribas, moralmente hablando, aquéllos que nada creen que hay en las Sagradas Escrituras, sino lo que demuestra sencillamente la palabra. Son fariseos todos los que se justifican a sí mismos, y se distinguen de los demás diciendo: "no te acerques a mí, porque estoy limpio". La yerba buena, el eneldo y el comino, que aprovecha para condimentar las comidas, no son, en verdad, los alimentos más esenciales. Así, también en nuestro trato, hay algunas cosas que son necesarias para salvarse, como son la justicia, la caridad y la fe. Otras también contribuyen a sazonar nuestros actos, haciéndolos más llevaderos: como son la abstinencia de la risa, el ayuno, el doblar la rodilla, y otras cosas por el estilo. ¿Y cómo no considerar como ciegos a aquéllos que no ven? Porque de nada aprovecha que ande con cautela en la observancia de las cosas pequeñas, el que menosprecia las principales. Las palabras citadas confunden a éstos. No porque les prohíbe la observancia de lo que es sencillo, sino porque les manda cumplir con más cuidado lo que es esencial (Orígenes, homilia 25 in Matthaeu)

Hipocresía y soberbia son las dos vigas que identifican a quienes se creen más que nadie e incluso más que Dios. El Señor también decía de los Fariseos: “Así que, todo lo que os dijeren que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras; porque dicen, y no la hacen” (Mt 23, 3).

Hay que tener cuidado cuando señalamos cualquier problema en nuestros hermanos, ya que la corrección fraterna necesita de humildad. No podemos creernos superiores y denigrar a quien vemos que se equivoca. Tenemos que sentirnos tan pecadores como ellos, porque nuestra naturaleza también está herida y podemos cometer ese mismo pecado en cualquier momento de nuestra vida. Cuando señalemos un pecado hay que hacerlo indicando que lo hacemos desde la experiencia de pecar.

En el Evangelio Cristo nos señala tres elementos importantes para salvarnos: misericordia, justicia y fidelidad. Misericordia que atiende a quien nos reclama y necesita. Justicia que busca reparar los errores cometidos. Fidelidad que es honestidad y coherencia de pensamiento, emotividad y voluntad. Quien es fiel, es testigo fiable del Señor. Quien anda señalando errores desde su soberbia, no puede más que desesperar y exasperar a su hermano. Pero no podemos dejar que nuestro hermano se despeñe, justificando nuestra actitud en la indiferencia que conlleva dejar de juzgar lo que necesitan de nosotros. Misericordia no es complicidad, aunque actualmente nos digan que es lo mismo.

Tenemos que ser pacientes con nuestros hermanos. Atender sus reclamos sin mentirles, para no tener que dar explicaciones. Tenemos que tener caridad que es capacidad de donarnos a ellos sin restricciones. Orígenes lo indica muy bien con la expresión: "no te acerques a mí, porque estoy limpio", porque a veces nuestro hermano necesita una cercanía que nos cuesta ofrecer. Preferimos denigrarlo desde lejos para no “mancharnos” con sus "errores".

Tenemos que comunicar a Cristo y ser símbolos de Él en la tierra. Si somos como los fariseos, andaremos dando palos en las heridas ajenas para sentirnos superiores. Al final del Evangelio Cristo nos da la clave: “Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera”. La santidad es la respuesta. Es la única respuesta y para ello debemos dejar que la Gracia de Dios limpie y cure nuestras heridas antes de maltratar a quienes tienen las mismas heridas que llevamos nosotros. Esto no quiere decir que dejemos de señalar con caridad los errores ajenos, porque la fidelidad nos exige amar a nuestro hermano como a nosotros mismos.
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