Martes, 23 de abril de 2024

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Es Domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es Domingo: Contemplar y Vivir
el Evangelio del día
 
Inicio: Ven, Espíritu Santo, ven… Espíritu de Jesús, ven… y hazme captar sus mismos sentimientos… Ven…
 
Lee despacio el Evangelio: Lucas 10, 38-42
 
En aquel tiempo, yendo ellos de camino, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: - «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano.» Respondiendo, le dijo el Señor: - «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada.
 
Contemplar
Seguimos con Jesús en camino hacia Jerusalén: esa es nuestra vida. Ya hemos aprendido a ser prójimo. Y ahora… Esta vez, Jesús y los suyos, tú y yo también, se detienen en Betanía, aldea vecina ya a Jerusalén, en la casa de unos amigos muy queridos: Marta y María. (Juan nos dice además, que tenían un hermano llamado Lázaro). Quiere descansar mejor y compartir con ellos en la intimidad de la amistad. Jesús la practica, y con cuánto aprecio y amor: disfruta estando con sus amigos, sin prisas.
<>Los tres hermanos anfitriones nos enseñan a ser hospitalarios. No estaba Jesús solo, estaba al menos con los Doce. Y eso es mucho para una casa de tres hermanos. Lázaro estaría fuera en charla amistosa con los Apóstoles. Marta,  ocupada en serio con los preparativos para atenderlos y darles de comer. Y María, sentada a los pies de Jesús, le escuchaba boquiabierta.
Amistad y hospitalidad son dos características de los mejores cristianos de todos los tiempos. Tenían muy en cuenta la enseñanza de Jesús, que decía que cuando se acoge a alguien se le acoge a Él mismo. ¿Cómo lo estoy practicando eso yo, ahora?... ¿Cómo?…
En un mundo tan individualista como el de hoy, tantas veces inhóspito hasta la hostilidad, con más razón hemos de tener las puertas abiertas para acoger a los demás, sea quien fuere. Claro que esto es siempre fácil, y a veces puede hacerse imposible por razones varias e independientes de uno mismo. Con todo, en virtud de nuestra fe y amor, de nuestra vida evangélica, hemos de saber reconocer a Cristo que pasa y acogerlo. Sí, sí al mismo Cristo que pasa o llega. ¿Lo sé reconocer?  ¿O soy incapaz? ¿Por qué?
No hay que olvidar que, además de una hospitalidad material, o en sentido literal, existe otra hospitalidad primera, fundamental y siempre necesaria e indispensable: la hospitalidad del corazón, o sea, esa actitud interior personal que no cierra a nadie las puertas del corazón: no rechaza a nadie, acoge, comprende, escucha… ¡Importantísimo! Abre las puertas del corazón y sal  de ti mismo para echar uno mano, la que se puedes, a quien lo necesite. Uno abre su corazón y se acerca al que sufre, se interesa por quienes están al  lado, escucha y acompaña al que está solo… Todo ello es también hospitalidad. Hospitalidad que hay que practicar en casa y con los de casa, con los de la familia, con los amigos, en y con la comunidad de fe con la que comparto vida cristiana y apostólica, con los compañeros de trabajo, grupo social, ocio, etc., etc. ¿La practico o…? ¿Me interpela a mí esta hospitalidad? Frente a los demás, ¿cómo está mi corazón? ¿Abierto? ¿Cerrado? ¡Mira que sin ésta hospitalidad es imposible practicar la otra!
El verdadero cristiano de hoy tiene que abrir a los demás las puertas de su corazón y su vida, contrariamente no sabrá vivir como seguidor de Jesús: ni sabrá reconocer a Jesús cuando llegue, ni le abrirá la puerta. ¡Qué pena!
<>Contempla ahora a las personas concretas que aparecen en el texto: Jesús, Marta, María… No pierdas detalle de sus palabras, de sus gestos… Y, con su gracia,  -que no te ha de faltar-, desea e intenta conocer a cada uno de ellos, lo que dicen y hacen, hasta poder hacerlo tuyo… ¡Es posible! Métete en la escena: se está actuando ahora ante ti y contigo, porque la Palabra del Evangelio es siempre válida y verdadera… De hoy, de mañana y de pasado mañana… De ahora mismo…
<>Marta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies de Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios…  Escuchar a Jesús y servir: las dos cosas son importantes y necesarias, las dos se complementan, sobre todo cuanto se trata de acoger a alguien de fuera. Y más sin son varios.
María, muy tranquila y gozosa está sentada a los pies del Señor ¿Qué hace? Escuchaba su palabra. No es cosa inútil y pérdida de tiempo. Es esencial al amigo y discípulo de Jesús. Sin escucha de la Palabra no se aprende a ser y vivir como Jesús. No se aprende a intimizar y compartir el corazón, el amor, la vida… María se sabe y es discípula del Señor. ¿Y yo? ¿Cómo aprendo de Jesús? ¿Me relaciono con Él? ¡Qué tiempos le dedico en gratuidad, sin buscar ni querer otra cosa que Él?... ¿Soy su discípulo?
Marta andaba muy afanada con los muchos servicios… Advierte en los adverbios: muy afanada…, muchos servicios… Está bien en ciertos momentos… En ciertas ocasiones… De hecho está sola para todos los servicios que aquí y ahora se necesitan. ¿Podía hacer de otro modo? Sí, pedir ayuda a su hermana. Sin embargo…
<>Marta, acercándose, dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano.”   De pronto Marta se hace el centro de la escena. Se queja de su hermana y acusa a Jesús de favorecerla… ¡Y pide que le ayude! Es una escena normal y familiar. Pero no tan normal, porque Marta reclama. Se considera una sierva y piensa que el servicio de una sierva es el de preparar la comida y que su servicio en la cocina es más importante que el de su hermana que habla con Jesús. Para Marta, lo que hace María no es servicio, porque dice: “¿No te importa que mi hermana me deje sola en el servicio? Marta no es la única sierva. El servicio es señal característica del discípulo de Jesús: de todos. He venido a servir y no a ser servido, decía Jesús. Y también que entre vosotros el que sirve es el mayor de todos. ¿Marta está aprendiendo a ser discípula del Señor? ¿Sirvo yo? ¿En qué y para qué? ¿Me cuesta?
No hay que olvidar: hay otros servicios como es el que María está practicando: escuchar atentamente a Jesús para conocerle y amarle más, y así aprender a ser verdadera discípula. Y surge la pregunta: ¿quién realiza mejor el servicio de sierva: Marta o María? Los dos servicios son indispensables, necesarios y complementarios en la Iglesia, en la comunidad cristiana, en casa, y en la vida personal cristiana como discípulo-misionero. ¡Lo importante es el servicio que Dios, -no yo-, quiere para cada uno. Por propio llamado del Señor, unos se dedican más a un servicio y otros a otro: y cada uno ha de vivir estas dos facetas de servicio: un tiempo fuerte de escucha de la Palabra, la oración, y otro, al servicio eficaz en la misión concreta y generosa que llevo adelante. ¿Tengo esto claro? ¿Y cómo lo practico? ¡Mira que es indispensable…! Lo que importa siempre es evitar el muy afanado…, los muchos serviciosAndar inquieto y preocupado con muchas cosas: que señala claramente el texto…  Es muy acertado lo que un compañero mío de comunidad dice a este respeto: “Lo que vale es la paz y el sosiego en una contemplación ante el sagrario o en el trabajo a favor de los hermanos, sazonados con un auténtico amor de Dios”. ¡Aquí hay un gran y sencillo secreto! Bien concreto.
<>Respondiendo, le dijo el Señor: «Marta, Marta andas inquieta y preocupada con muchas cosas: solo una sola es necesaria. María, pues,  ha escogido la parte mejor, y no le será quitada»”. Una bella respuesta y muy humana: honda con hondura de vida. ¡Escúchala! Ahora es para ti…
Para Jesús una buena conversación con personas amigas es importante e incluso más importante que el comer (cf. Jn 4,32). Jesús no está de acuerdo con la preocupación de Marta. Él no quiere que la preparación de la comida interrumpa la conversación. Es como si dijese: “Marta, no hay necesidad de preparar tantas cosas. Basta algo para comer. Y luego ven a participar de la conversación, tan bella e indispensable, propia de la amistad y más aún del discipulado. ¿No quieres tú también ser discípula? Ven y aprende”.
Solo una cosa es necesaria… ¿Cuál? Estar con Jesús… Escucharle… Aprenderle… Amarle…Tener sus mismos sentimientos y amores… Aprender a servir como Él… A orar como Él… A veces haciendo… A veces rezando… Y siempre extendiendo el Reino que es Él… Esto nunca le será quitado a quien lo practique… Nunca… Nunca…
Este es el significado principal tan sencillo tan divino y tan humano de las palabras de Jesús. A Jesús le agrada una buena conversación. Y una buena conversación con Jesús produce una conversión. ¿Te animas?
 
Vivir
 
--¿Qué es lo que más me ha llamado la atención de este texto? ¿Por qué?
--¿Me identifico con Marta o con María?
--¿Cómo practico yo la “mejor parte que eligió María”? ¿Y la parte del servicio al estilo de Marta, pero sin afanes ni exceso, sin inquietud  ni preocupación?
--¿Qué querrá decir Jesús con esta afirmación: “una sola cosa es necesaria”?
 
<>Es muy bueno tener en cuenta el siguiente texto de un autor contemporáneo:
 
--El Maestro Eckart, el gran místico dominico del Medio Evo, interpreta de un modo simpático este episodio. Dice que Marta sabía ya cómo trabajar y vivir en presencia de Dios, María no sabía y estaba aprendiendo. Por esto no podía ser interrumpida.
Los grandes místicos son la prueba de que este texto no se puede interpretar como una confirmación por parte de Jesús de que la vida contemplativa es mejor y más sublime que la activa. No está bien hacer una separación de estas dos palabras, porque la una se completa, se fundamenta, se aclara en la otra.
Nuestro San Juan de la Cruz carmelita, en algo más de diez años recorrió 27.000 kilómetros caminando por toda la España. ¡Y qué contemplativo!
Santa Teresa de Jesús no se quedaba nunca parada, ocupada como estaba en la fundación de tantos monasterios. ¡Y qué contemplativa!
Jesús mismo vivía la profunda unidad de la vida contemplativa y activa.
 
--“Cuando no rezamos, lo que hacemos es cerrar la puerta al Señor. Y no rezar es esto: cerrar la puerta al Señor, para que no pueda hacer nada. En cambio, la oración, ante un problema, una situación difícil, una calamidad, es abrir la puerta al Señor para que venga. Porque Él hace nuevas las cosas, sabe arreglar las cosas, ponerlas en su sitio. Pensemos en esta María que eligió la mejor parte y nos hace ver el camino, cómo abrir la puerta al Señor” (Papa Francisco).
 
--Escuchar a Jesús es la actitud más importante para los discípulos y discípulas. Solo quien escucha, puede después anunciar la Palabra en la misión. Los testigos se forjan en la escucha prolongada. La agitación distorsiona todo. La contemplación es el corazón del compromiso. En el Reino no tiene cabida ninguna marginación. Es hora de armonizar sin miedo la novedad de Jesús: buscador de la Palabra en las madrugadas y servidor hasta darlo todo al caer la tarde.
 
 
 
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