Martes, 16 de abril de 2024

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Qué opino sobre Medjugorje

Qué opino sobre Medjugorje

por Canta y camina

 Seguro que has oído hablar de Medjugorje alguna vez, para bien o para mal. Los españoles lo pronunciamos Mellugore, los americanos Mellugori, pero en croata suena más bien Medllugorie, aunque cómo se diga esa palabra es lo de menos.

Desde que el Papa Francisco estuvo en Sarajevo en Junio del año pasado y los periodistas le preguntaron sobre esto en el avión hay cierta expectación, pero él aún no se ha pronunciado.

El que sí ha dicho algo es Monseñor Vinko Pulic, Arzobispo de Sarajevo y Presidente de la Conferencia Episcopal de Bosnia y Herzegovina, en una entrevista publicada en el diario croata 7 Dnevno el 29 de junio de 2015:

“Al interpretar las declaraciones del Papa sobre Medjugorje, los medios de comunicación han caldeado los ánimos de los fieles, de los peregrinos y de los sacerdotes vinculados a ese lugar de peregrinación.

Para decirlo mejor: ellos han distorsionado y manipulado algunas de sus declaraciones sobre Medjugorje, sobre las apariciones de la Virgen y sobre otras cosas relacionadas a ellas.

Y el mismo Papa, creo, tomará sobre Medjugorje una decisión correcta y buena. Sinceramente, tengo que decirles que estoy vinculado a Medjugorje y pertenecía a la Comisión que examinó todo el caso de las apariciones. Entregamos nuestras conclusiones y las presentamos a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que debe ahora trabajarlas y presentarlas al Santo Padre. Cuando la gente me pregunta lo que pienso de todo esto, yo digo: “orar no es un pecado, la Confesión no es un pecado, esto es lo más importante”.

Yo no soy ninguna autoridad en el asunto de Medjugorje. No soy teóloga, marióloga, socióloga ni periodista. Tan sólo soy una peregrina muy agradecida que anhela volver pronto para dar las gracias a la Gospa (así es como los croatas se refieren a la Virgen María) por un inmenso regalo que me hizo. Si se aparece allí no lo sé, pero fue Ella y fue allí donde realizó el milagro que me cambió la vida, eso es indiscutible.

Como acabo de decir, ignoro si la Virgen se aparece en Medjugorje o si se ha aparecido alguna vez; yo no la vi mientras estuve allí (tampoco vi el aire ni la electricidad pero allí estaban), ni tampoco percibí olor a flores en ese pedregal que es Bijakovici mientras una de las videntes llamada Vicka nos hablaba desde las escaleras de su casa, ni vi al sol bailar ni cambiar de color. Ni  esos tres destellos que dicen que preceden las supuestas apariciones. Nasti de plasti, ni lo he visto ni necesito verlo para creer.

Porque lo que es evidente es que allí pasa algo. Mejor dicho, pasan muchas cosas: conversiones, cambios de vida, abandono de prácticas esotéricas, sanación de heridas del alma, comienzos de una vida de fe, descubrimiento de vocaciones, curaciones físicas, curaciones de dolencias-disfunciones-enfermedades psiquiátricas, deseos de ser mejores cristianos, compromisos más intensos con Dios de personas que ya viven una vida de fe, confesiones sinceras después de años… Y más cosas asombrosas de las que una se entera a poco que saque el tema.

Por ejemplo, sé de una chica de veintipocos que se apuntó a una peregrinación sin muchas ganas para acompañar a su hermana; la hermana al final no fue, pero ella vivió algo en Medjugorje y ahora es monja de clausura. Está feliz, enamorada, llena… ¡y es que Dios nos hace unas carambolas que alucinas!

Si la Virgen María se aparece o no no es lo importante, sino cuán tremendamente nos ama Dios, que nos ha dejado señalado el camino a casa, al Cielo, como Pulgarcito con las miguitas de pan: los mandamientos, los sacramentos -muy especialmente el Pan y la Palabra- las comunidades cristianas, la dirección espiritual, la formación…

Jesús en la Biblia no dice “uníos a una comunidad cristiana”, ni “buscad el consejo de un director espiritual”, ni tampoco “acudid regularmente a clases de formación cristiana”. Pero a poco que ojeemos el Nuevo Testamento vemos que los apóstoles le preguntaban lo que no entendían y Él les explicaba su doctrina, les corregía cuando actuaban mal y les enseñaba cómo debían amar a Dios: no con palabras y cumpliendo la letra de la Ley con obras externas sino desde el fondo del corazón y con todo su ser. Si eso no es recibir formación cristiana ni dirección espiritual entonces no sé qué será…

El caso es que lo que esos hombres aprendieron de Jesús en esos pocos años los transformó y les llevó a vivir de otra forma, a tratar a los demás de otra forma, a hacerlo y verlo todo de otra forma y a hablar de ello a todo el mundo. Santiago y Juan por ejemplo, pasaron de querer destruir a unos tíos mandando bajar fuego del cielo (Lucas 9,54) a morir martirizado uno y desterrado el otro por ser fieles al Señor. Y el cristianismo lleva 21 siglos transformando a la gente. Qué quieres que te diga, cuando el río suena, agua lleva.

Y si Cristo quiere que su Madre Santísima venga a la Tierra a presentarse físicamente ante unos chavales para decirles algo, ¿por qué no lo va  a hacer? ¡Es Dios Omnipotente! Puede hacer lo que le dé la realísima gana porque el mundo es suyo, lo hizo Él. Y puede hacerlo discretamente –que es su forma habitual de proceder- o de la forma más llamativa posible, con bailes del sol incluidos. Cómo haga Dios las cosas es lo de menos, lo que importa es que las hace porque nos ama.

No sé qué dirá el Papa Francisco sobre Medjugorje. Aunque yo tengo mi opinión personal seguiré sus indicaciones sin pestañear, pues él es el pastor de la Iglesia y yo soy una de sus ovejas. ¡Ojo!: soy oveja, no “borrego”. No obedezco al Papa porque sí, sino porque creo firmemente que es el sucesor de Pedro, a quien Jesús en persona eligió para que fuera su representante entre todos cuando Él regresara al Cielo, el que hiciera las veces de Jesús mismo, el que custodiara y preservara el depósito de la fe al pasar los años -“depósito” porque ya estaba todo dicho, por Él-, el que fortaleciera en la fe a los demás, el que explicara las cosas cuando no se entendieran bien… Por eso me fío del Papa sea quien sea: Francisco, Benedicto, Juan Pablo, Pío, León…

Si el Papa Francisco, después de estudiar detenidamente los informes que se han elaborado tras años de investigaciones, determina que en Medjugorje no se aparece ni se ha aparecido la Virgen María, yo me lo creeré y seguiré siendo fan de ese lugar porque allí se derrama la gracia de Dios a toneladas.

Y si dice que sí hay y/o ha habido apariciones marianas me lo creeré sin dudar y además daré saltos de alegría, bailaré por la casa y cantaré “a grito pelao” alabando a Dios.

¿Por qué? Porque además de haber enviado a sus profetas durante siglos para indicarnos el camino del Cielo, hizo nacer a su propio Hijo de una mujer para que nos resultara más fácil conocerle, amarle y parecernos a Él. Y 20 siglos después envía además a su Hija, Esposa y Madre para que nos recuerde de su parte cuánto nos ama y qué tenemos que hacer para estar cerca de Él y experimentar su amor.

Medjugorje externamente no tiene nada, es un lugar más bien feo, con un paisaje de matorrales y piedras. Pero allí resulta muy fácil rezar y creer, romper la resistencia a Dios y dejarse hacer, dejarse amar.

¿Por qué? ¿Es que acaso Dios no está en todas partes, en todas las iglesias del mundo? ¿Es que acaso no dice lo mismo en todos los idiomas desde hace 21 siglos? Pues sí, todo eso es verdad.

Pero ¿se portan igual los hijos cuando su madre está en casa que cuando ha salido? ¿Se portan igual los alumnos cuando el profesor está en clase que cuando está un suplente? ¿Es lo mismo una reunión de trabajo con el jefe de siempre que con el director de departamento? ¡Pues eso!

No es lo mismo rezar en cualquier sitio que hacerlo donde la Madre de Jesús está –o eso dicen- físicamente.

Sea lo que sea, esté o no, allí hay algo especial que no es autosugestión ni histeria colectiva. Eso no habría durado 34 años ni de broma.

Allí se nota la presencia de una Madre. Y están los frutos.

Leemos estas palabras de Cristo en Mateo 7, 16-20: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así también, todo árbol bueno, da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado el fuego. Por sus frutos, pues, los conoceréis.”

Y en Lucas 6,43-45: “No hay ningún árbol bueno que dé frutos malos; ni árbol malo que dé frutos buenos. El árbol se conoce por sus frutos. Porque no se cosechan higos de los espinos, ni se vendimian racimos de los zarzales. El hombre bueno saca el bien del buen tesoro de su corazón; y el malo saca lo malo del suyo perverso; porque de la abundancia del corazón habla la boca”.

Y yo no puedo dejar de hablar de lo que he visto, oído y vivido en Medjugorje; tengo motivos personales para creer que allí la Virgen hace cosas extraordinarias. Me curó repentinamente, sin habérselo pedido y sin secuelas, de una enfermedad que me acompañó durante 20 años. (Ver “Si supieras cuánto te amo…”, Ed. Bendita María, o www.centromedjugorje.org/Testimonios/"Si supieras cuánto te amo...")

De verdad te lo digo, si puedes ve y vívelo por ti mismo. Si no, busca un grupo de oración de Medjugorje o alguien que te cuente cosas de allí y empápate del amor de Dios que llega a través del amor  de su Madre.

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