Sábado, 20 de abril de 2024

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Comentarios a la Carta circular de la CIVCSVA dirigida a los consagrados

Alegraos (1)

por En Espíritu y Verdad

 

Comentarios a la Carta circular de la CIVCSVA dirigida a los consagrados y consagradas hacia el año dedicado a la Vida Consagrada
(Palabras del Magisterio del Papa Francisco)

“Alegraos, os lo repito, estad alegres…” Este es el título que ha escogido la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica para esta primera carta a los consagrados y consagradas con motivo del Año de la Vida consagrada.

La dedicatoria es la siguiente: “Quería deciros una palabra, y la palabra era alegría. Siempre, donde están los consagrados, siempre hay alegría”.

12191705_863700100395655_2907447973372565313_n¿Hay alegría? Y, si no la hay… debería haberla. O sea, esta es la primera cosa que nos tenemos que cuestionar: ¿donde yo estoy hay alegra o soy un cafre con hábito? ¡que también puede ser! Y luego vamos a ver un poco en qué consiste la alegría; porque, a veces, el concepto que tenemos de alegría está muy deformado y  está equivocado.

El Documento comienza diciendo lo siguiente: “Acoger este magisterio -del Papa- significa renovar la existencia según el Evangelio, no como radicalidad en el sentido de modelo de perfección y a menudo separación, sino como adhesión ‘toto corde’ al encuentro de salvación, que es un acontecimiento que transforma nuestra vida.”

El Papa Francisco, en el coloquio que tuvo con los Superiores Generales de las distintas Órdenes e Institutos, les dijo lo siguiente:“se trata de dejar todo para seguir al Señor. La radicalidad evangélica no es solo de los religiosos: se nos pide a todos. –eso es cierto, ¿eh?- Pero los religiosos siguen al Señor de manera especial y de modo profético. Yo espero de ustedes este testimonio. Los religiosos tienen que ser hombres y mujeres capaces de despertar al mundo”.

Estas son palabras del Papa Francisco a los Superiores Generales. Es verdad que todo cristiano está llamado al seguimiento de Jesucristo, pero los religiosos estamos llamados al seguimiento de Jesucristo de una manera  más específica y más radical. Ahora hay que entender bien la radicalidad, porque, acerca de la radicalidad,  también hay deformaciones, como acerca de la alegría.

Y la primera pregunta que yo me formulo y os formulo es: ¿en qué consiste la radicalidad?  ¿Y la radicalidad en qué pretendemos vivir? ¿Nos deshumaniza? ¿Nos aleja de la realidad que nos rodea, nos convierte en seres extraños y ajenos al mundo? Porque hay un tópico “tçipico” que se ha repetido hasta la saciedad desde tiempo inmemorial -y es verdad- pero como toda verdad, puede ser deformada, y muchas veces se ha deformado: “los religiosos no somos del mundo, pero estamos en el mundo.”

IMG_2385Es  cierto que estamos en el mundo, debemos estar en el mundo -no en la inopia ni en el limbo- y tenemos que tener los pies bien en este mundo, en el suelo, porque Jesús vino al mundo y pasó por el mundo y pisó el mundo, y no tuvo ningún inconveniente en mezclarse con el mundo. Y hay un mandato evangélico, que es que seamos “la levadura que fermenta la masa”(Mt 13, 33; Lc 13, 20-21), la levadura no hace ningún efecto si no está perfectamente mezclada con la masa. Ahora bien: ¡es la levadura la que vence a la masa y no la masa a la levadura! Ese es el riesgo de estar en el mundo: ¡que perdamos la radicalidad!

Pero la radicalidad no es algo que nos haga “raros”, aunque empiece por “ra”. ¡No tiene nada que ver “raro” con “radical”!

– Es que esta persona es muy radical.

-¿Es muy radical o es muy rara?…

Hacer cosas anacrónicas y extrañas no significa ser radical, significa ser anacrónico y extraño. La radicalidad supone… La palabra “radicalidad” viene de “raíz”, de la palabra latina “radix”, e indica que vivimos “enraizados” en el Evangelio. De ahí viene la palabra“radical”“radicalismo”. Y eso significa no estar enraizados en otra cosa que no sea la Buena Noticia del amor que Dios nos tiene. Eso significa “radicalismo”, “radicalidad”.

No significa vivir ajeno al mundo, aislado del mundo, con temor a contaminarnos… como si el mundo pudiera contaminarnos. Claro que el mundo puede contaminarnos, pero eso puede suceder no solamente porque nos juntemos con el mundo y nos mezclemos con el mundo. El mundo también nos puede contaminar en ese régimen de aislamiento y de alejamiento, porque el mundo no es la creación, lo exterior al monasterio. El mundo es aquello en que el espíritu del mal vence, donde no está Cristo, donde no está el Evangelio, donde Dios no es la ley suprema… ¡eso es el mundo! Por eso llamamos al demonio “el príncipe de este mundo”. Pero el mundo no es la creación, ni lo externo al monasterio. El mundo tiene un sentido negativo, lo mundano tiene un sentido negativo y lo que está fuera del monasterio no es mundano, sino que es real, es esta vida, es esta tierra.

Y muchas veces, dentro del monasterio cada una puede tener un mundo dentro, un mundo donde no reina Cristo, donde no reina el Evangelio, donde no reina Dios. Se puede ser tan mundana dentro del monasterio como fuera del monasterio. Yo entiendo que eso que os lo estoy diciendo puede ser muy escandalizante. Pero mi experiencia me dice que es cierto. Y por otro lado, también la experiencia me dice que, si tú estás “bien enraizada” en Cristo, bien “radicada” en Cristo, nunca te vencerá el mundo, aunque estés todo el día en contacto con el exterior.

El radicalismo viene de vivir bien enraizado en Jesucristo y en su Buena Noticia. No tenemos que tener miedo al mundo. Y de hecho, no nos recogemos en el monasterio, ni en nuestro Castillo interior, para huir del mundo, sino para “radicarnos bien” en Cristo, para “enraizarnos bien” en Cristo. Vamos a Galilea para luego poder volver sin miedo a Jerusalén, a Judea. ¡Eso no se nos puede olvidar!

Cuando hablamos de radicalidad, tenemos que tener en cuenta siempre que no podemos permitir que nada en nombre de Dios, en nombre de la santidad, en nombre del Evangelio, en nombre de la radicalidad, en nombre de la fidelidad… nos pueda deshumanizar. Si nos deshumaniza, si nos hace fríos, si nos hace ajenos a los hombres, no estamos viviendo el Evangelio, porque no hay nada más humano ni más cercano al ser humano, que la Buena Noticia que Jesús nos vino a traer. Y el religioso, la religiosa, se consagra a Dios para vivir en plenitud el Evangelio.

De hecho nos consagramos a Dios profesando los consejos evangélicos, que son humanos: la pobreza es humana, la castidad es humana y la obediencia es humana. Nuestra religión, el Cristianismo, es la religión de lo humano, es la religión de la carne, porque el Verbo de Dios se ha hecho Hombre, se ha hecho Carne.

27037_y_la_palabra_se_hizo_carne_y___Y necesitamos la Carne de Cristo y nuestra propia carne, nuestra propia humanidad, para salvarnos. ¡No hay salvación posible fuera de la Humanidad de Cristo y fuera de lo humano! Lo que no es humano, no pude ser cristiano; y, si no puede ser cristiano, no puede ser santo. Luego para ser santo, lo primero que hay que hacer es ser tremendamente humano. Tan importante es esto que Dios ha querido ser humano y es humano. No ha querido ser… ¡sigue siendo humano! Dios ya nunca ha dejado de ser hombre: Jesucristo glorioso, eucarístico, sigue siendo hombre. ¡Esto es muy importante!

La radicalidad nos tiene que conducir, por lo tanto, a configurarnos con Cristo, a ser Cristo, a su seguimiento. Y el ideal y el fin que perseguimos con la radicalidad no es la perfección.

-Ah, ¿no?

-¡¡No!!

-Oiga pues toda la vida hablando de la perfección…

-Pues… ¡mal hablado!

Lo que perseguimos es seguir a Cristo. El resto -la perfección incluida- nos será dada por añadidura. ¡Es palabra del Señor! Buscar el Reino de Dios, su justicia, el seguimiento de Cristo; y, lo demás, vendrá en el lote (cf. Mt 6, 33-34).

– No, es que yo estoy buscando la perfección.

– Pues sigue buscando… A lo mejor… ¡algún día atinas! Pero no es la mejor manera.

La cuestión es seguir a Cristo y más siendo religiosos y religiosas. Todo cristiano está llamado a seguir a Cristo, pero nosotros más.

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