Martes, 19 de marzo de 2024

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¿Laico o religioso? No da igual

¿Laico o religioso? No da igual

por Duc in altum!

Todas las vocaciones, por el simple hecho de tener como base común al bautismo, poseen la misma dignidad; es decir, no es que una valga más que la otra. Lo que pasa es que, como indica la teología paulina, se complementan mutuamente, pues la Iglesia funciona de la misma manera que el cuerpo humano. Es decir, diferentes órganos pero todos vinculados entre sí para el buen funcionamiento del organismo. De manera que no hay católicos de primera o de segunda como en algún momento se llegó a pensar por el error del clericalismo. Ahora, si bien es cierto que todos los caminos llevan a Jesús y, por ende, a la santidad, hay que aclarar que cada uno tiene su propio estilo e identidad. ¿A qué viene todo esto? Al hecho de que últimamente existe una confusión. Varios religiosos, ante el alza del sano protagonismo de los laicos, se cuestionan si deben continuar en una congregación o podrían salirse y hacer lo mismo que los seglares, tomando en cuenta que también llevan una vida espiritual intensa y de apostolado. Aunque cuestionarse siempre es bueno para poder crecer, en el caso que nos ocupa se está partiendo de una premisa equivocada y vale la pena dedicarle el presente ensayo con el objetivo de aclararla y decirle a los consagrados: ¡Permanezcan, pues su misión tiene todo el sustento necesario!

Es verdad que los laicos podemos, desde nuestro ser y estar en la sociedad; es decir, fuera de una casa religiosa o convento, llegar a vivir la fe con total profundidad; sin embargo, eso no significa que la vida consagrada haya perdido su razón de ser so pretexto de que ahora los laicos somos más conscientes de nuestra misión que durante el siglo pasado. Los consagrados siempre serán necesarios porque su sola presencia invita a la reflexión, al cuestionamiento profundo, a un estilo de vida que distingue entre lo esencial y lo accesorio.

Algunos religiosos piden la dispensa de votos creyendo, equivocadamente, que pueden hacer lo mismo como laicos. El simple hecho de utilizar el término “mismo”, es ya un error ontológico (como decía Fr. Yves Congar, O.P.), porque un laico soltero o casado, no se dedica a lo mismo que un religioso o sacerdote por el simple hecho de que son caminos metodológicamente distintos en cuanto a usos, horarios, costumbres, recursos, etc. De entrada, el religioso cuenta con una estructura humana, espiritual y material que le permite tener el tiempo suficiente, por ejemplo, para una oración más prolongada en el día a día que el laico que mantiene a su familia y no dispone de tal sustento congregacional. Repetimos no es que un camino sea mejor que el otro, pero de ninguna manera da igual estar dentro que fuera de una orden religiosa. Pensemos, por ejemplo, en una monja dedicada al estudio para luego compartirlo con un grupo de laicos. El tiempo que tiene ella para estudiar es mucho más amplio que el de la madre de familia que acompaña a sus dos o tres hijos. Es decir, si logra ahondar es porque cuenta con una congregación que se lo permite incluso en términos económicos, lo cual, no es malo porque esa es una de las razones por las que se crearon las órdenes religiosas. Claro que hay laicos muy preparados pero es un hecho que, por su forma de organización, poseen menos tiempo en tal sentido porque deben encargarse de otro tipo de negocios que, sin dejar por ello de ser éticos, son diametralmente distintos de los que gestiona un monasterio.

Antiguamente se decía que el religioso era para el orden eterno y que el laico para el temporal. En el fondo es una explicación fundamentada pero que debe restructurarse en cuanto a su lenguaje para que se comprendan mejor las diferencias y similitudes entre laicos y religiosos de cara a la realidad actual. Hablar de un igualitarismo ontológico sería tan absurdo como decir que, toda vez que una abogada y un médico pueden ayudar a alguien necesitado, diera lo mismo hacerlo desde la medicina que a partir de la carrera de leyes. No da igual porque se trata de profesiones que atienden diferentes problemáticas aun cuando, en ambas, sea posible asesorar gratuitamente. Lo mismo entre laicos y religiosos. Por eso, tanto en los seminarios como en los noviciados la formación debe tocar el punto que estamos tratando y argumentarlo de tal manera que a todos les quede claro.

Es verdad. Yo, como laico, tanto interna como externamente soy diferente de un religioso, pero justo esa es la riqueza de la Iglesia y, por lo mismo, debemos dejar de confundirnos cayendo en un “da igual” más bien tóxico. Como solamente tenemos una vida no podemos vivir dos vocaciones al mismo tiempo (de ahí el sentido, por ejemplo, del celibato). Toca optar y perseverar. Hacer opción implica excluir las otras posibilidades. ¿Por qué? Porque solamente así podemos caminar con un rumbo claro.

En conclusión, la Iglesia no necesita a religiosos que vivan como laicos ni a seglares que sean una fotocopia de la vida religiosa. Al contrario, cada uno, desde su identidad, debe sumar para poder hacer presente a Cristo en el mundo de hoy. Remar juntos. De eso se trata el cristianismo y no de que todos tengamos el mismo estilo de vida. Cada vocación responde a una llamada personal que considera la forma de ser, aptitudes, ideas, experiencias, certezas, hilos conductores, etc. Lo importante es descubrirla y vivirla al máximo.

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