País Vasco y Cataluña, a la cola en vocaciones

La tan comentada crisis vocacional se ceba especialmente en Cataluña y País Vasco, comunidades autónomas –en especial, la segunda– que, tradicionalmente, han sido viveros vocacionales. Así se desprende de las estadísticas facilitadas por la Conferencia Episcopal Española (CEE) la pasada semana, con motivo de la celebración del Día del Seminario. De las ocho diócesis con peor proporción de habitantes por cada seminarista, seis de ellas son catalanas o vascas. La peor parada es Tortosa, donde sus 279.000 habitantes cuentan con un sólo futuro sacerdote. Le sigue Gerona, con tres seminaristas, uno por cada 263.000 habitantes. Toledo y Teruel Estas cifras contrastan con el extremo opuesto de la tabla. En Teruel, por ejemplo, se da una vocación por cada 9.500 habitantes, la mejor proporción de toda España. Si la media de la diócesis aragonesa fuese la de todo el territorio nacional, en nuestro país habría más de 4.500 seminaristas en vez de los 1.237 que se cuentan en la actualidad. Sin embargo, la media nacional es de 37.000 españoles por cada aspirante al sacerdocio. Tras Teruel, la diócesis con la mejor relación entre el número de habitantes por cada seminarista es Toledo, con 9.800 toledanos por cada aspirante al sacerdocio. Otras tres sedes aragonesas, Tarazona, Huesca y Jaca, siguen en la lista. Pese a sumar entre las tres sólo 18 futuros sacerdotes, su baja densidad demográfica justifica sus puestos en lo más alto de la tabla. Como Orense o Cuenca Las tres diócesis vascas se encuentran entre las once que menos vocaciones aportan respecto al número de habitantes. El País Vasco, antaño semillero vocacional, apenas cuenta con 15 futuros sacerdotes entre una población de más de 2.100.000 personas. Esta cifra es casi idéntica a la de la vecina Navarra: 14 seminaristas, pero una población mucho menor: poco más de 600.000 habitantes. Cuenca tiene el mismo número de aspirantes al sacerdocio, pero apenas 211.375 habitantes, y Orense suma 17 seminaristas en una población que no alcanza las 300.000 personas. Las diez diócesis catalanas suman 94 aspirantes al sacerdocio, 12 menos que el curso pasado. Toledo, con casi diez veces menos población que Cataluña, cuenta con 78 seminaristas, y Madrid, sumando sus tres diócesis, alcanza los 211. El contrapunto en Cataluña se encuentra en Urgel, una pequeña diócesis de apenas 135.000 habitantes y que cuenta con seis futuros sacerdotes, lo que le coloca entre las sedes episcopales con menos habitantes por seminarista. En el año 2004, Juan Pablo II erigía la diócesis de Terrasa desgajándola de la de Barcelona. Su primer –y actual– obispo, monseñor Josep Àngel Saiz Meneses –formado en Toledo–, decidió abrir su seminario hace apenas dos años y medio, con 15 seminaristas. Este curso ya suma 32 –más del doble que al inicio– y ha superado en dos aspirantes a la vecina archidiócesis de Barcelona, que este año ha perdido dos seminaristas hasta quedarse en los 30. La diócesis que pastorea monseñor Saiz Meneses tiene, además, la mitad de población que Barcelona. El prelado ha afirmado que «sociológicamente, Barcelona y Terrasa son bastante parecidas. En estos 3 años, hemos tenido 7, 9 y ahora 11 nuevos seminaristas», aunque reconoce que no le gusta que se comparen las cifras entre aspirantes al sacerdocio. Para el prelado, la fórmula para fomentar las vocaciones pasa por «crear en la diócesis un clima de ilusión, confianza, expectación... y rezar mucho. Insistir mucho, a toda la diócesis, en que recen por las vocaciones». «Coincidencias en el tiempo, espacio y personas pueden dar una mayor fecundidad vocacional pero en pocos años es dificil trazar una línea», añade.