En subida hacia la Pascua

Hace unos días leí el poema "Up-Hill" de Christina Rossetti (18301894), del que brindo a continuación mi propia traducción:

EN SUBIDA
 

¿Serpentea el camino hacia arriba todo el tiempo?

Sí, hasta el final.

¿Durará el viaje todo el día?

Desde la mañana a la noche, amigo mío.

Pero, ¿habrá allí un sitio para descansar durante la noche?

Un techo para cuando empiecen las interminables horas de la noche.

¿No lo esconderá a mis ojos la oscuridad?

No podrás no ver esa posada.

¿Encontraré a otros caminantes por la noche?

Los que han emprendido el camino antes que tú.

Entonces, ¿debo golpear o llamar cuando esté a la vista?

Ellos no te tendrán esperando en la puerta.

¿Encontraré consuelo, yo que estaré dolorida por el viaje y débil?

Encontrarás el premio al esfuerzo.

¿Habría sitio para mí y para todos los que buscan?

Sí, sitio para todos los que van.

Camille Pissarro, Sente de la Ravinière, Osny, 1883

Un camino serpenteante

Mientras lo leía pensaba en lo adecuado que es este poema para la Cuaresma. ¿Qué es la Cuaresma sino un camino que se despliega ante nuestro ojos y que va "hacia arriba todo el tiempo" hacia la Resurrección? Pensaba en la Cuaresma como en una metáfora de la vida del creyente y del ser humano en general. La vida nunca es una línea recta, como esas carreteras que atraviesan ciertas zonas de España, en las que a veces no hay ni una sola curva. La vida es un serpenteo, incluso para los que han llegado a la fe por vía directa, porque desde pequeños han vivido y se han alimentado de ella (pienso en algunos consagrados que conozco), porque todos hemos de zigzaguear a través de nuestras certezas y nuestros pecados, con la mirada fija en esa posada que se halla al final de camino y en la que podremos "descansar durante la noche”. 

Caravaggio, Cena in Emmaus, Londres, 1601

El viaje que emprendemos durante la Cuaresma dura "desde la mañana a la noche", todo el día, atraviesa "las interminables horas de la noche" de la Pascua con la promesa de hallar al final "un sitio para descansar", esa posada donde nuestra sed será saciada, donde encontraremos consuelo en el abrazo de Cristo, nuestro "premio al esfuerzo" en este viaje en el que estamos doloridos y en el que no estamos solos, porque es un camino comunitario, en el que encontramos a "los que han emprendido el camino" antes que uno mismo y donde hay "sitio para todos los que van". Ese destino que todos tenemos, Cristo, es el único que hace que miremos nuestra experiencia con realismo, sin engañarnos. Cristo nos da la capacidad de amar a los que nos rodean con humildad y nos da la capacidad de pedir ayuda, también con humildad, cuando nos damos cuenta de que solos no podemos nada, porque estamos doloridos, estamos heridos y somos débiles. Nuestra única capacidad es la de elegir, aceptar la libertad que Dios nos da para que podamos elegirle a Él.

Hace un tiempo, un diácono de mi parroquia dijo esta frase que necesito recordar de vez en cuando: "Si me preguntan si soy capaz de ser sacerdote, digo que no; la capacidad para ser sacerdote me la da Cristo".
 

Se nos ha hecho una promesa, sabemos que al final del camino hay una posada que no podremos no ver. La tendremos ante nuestros ojos dentro de algunos días, el milagro que se repite año tras año y que no es una representación de algo que ocurrió hace dos milenios, sino algo que sucede ahí y en ese momento. Para mí y para todos.


Helena Faccia
elrostrodelresucitado@gmail.com