Sábado, 20 de abril de 2024

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Mi experiencia en sanación

por Cuestión de vida

Hace ya unos años en la Iglesia ha empezado a hablarse de forma más habitual del término sanación: misas de sanación, oraciones de sanación, retiros de sanación, proceso de sanación. Al principio el termino sanación sonaba un poco raro a los católicos de pura cepa y se asociaba únicamente a los carismáticos que desde hace mucho sí lo utilizan y le dan mucha importancia.

Yo también me dedico a la sanación, a la sanación de las víctimas de la cultura de la muerte, ya sea que hayan abortado, que hayan sufrido alguna clase de abuso sexual, que se encuentran presionadas para abortar, que hayan sufrido y sufran maltrato, que no consigan perdonar ni perdonarse... Por eso creo que hablo con cierto conocimiento de causa.

El término sanación se ha vuelto habitual porque cada vez estamos más heridos y esto es porque llevamos una vida cada vez más alejada de los mandamientos de la ley de Dios, cada vez más distópica y más en contra de nuestra naturaleza humana y de las verdaderas necesidades y deseos de nuestro corazón.

Todos tenemos heridas, las hemos tenido siempre y las vamos a seguir teniendo porque todos sufrimos en algún momento la falta del amor y las violaciones de nuestros límites personales en forma de agresión y abuso en distintas medidas. Pero ahora la gente se hace daño y se destruye a sí misma pensando que es lo normal, es el resultado de la dictadura del relativismo.

Mi experiencia es que Dios sana esas heridas y reconstruye a la persona, lo he visto con mis ojos en muchísimas ocasiones, pero veamos cuáles son las trabas que le ponemos a Dios para que haga su obra de sanación:

  • La primera es que buscamos la pastilla mágica que nos haga dejar de sufrir y solucione nuestros problemas ya, instantáneamente, de golpe y para siempre. Por eso, la gente peregrina buscando tal o cual sacerdote que tiene poder de sanación y le va a imponer las manos y todos sus males van a desaparecer de un plumazo. Y eso, no digo que no pueda ocurrir porque Dios hace lo que quiere y a veces sana de un golpe y sin proceso, pero es la vía extraordinaria y no lo habitual.

Esta primera tiene otra versión, y es que alguien tiene una experiencia de Dios en un retiro, en unos ejercicios espirituales y tiene una conversión rápida y fulminante y vive una época de gran consolación espiritual y piensa que no necesita hacer un proceso de sanación porque ya está curada. Nuevamente, puede ser, pero no es lo ordinario, después de la consolación viene la purificación y ahí uno se da cuenta de que no todo estaba sanado.

  • La segunda es que no queremos cambiar de vida, no queremos convertirnos y claro, así tampoco funciona, porque si seguimos agarrados al pecado es imposible de todo punto poder sanar. Si yo no quiero abandonar esa relación tóxica que me tiene atada y en pecado, si yo no quiero en modo alguno combatir mis vicios pues no puede darse porque sin arrepentimiento no hay perdón y sin perdón no hay sanación.
  • La tercera es la falta de humildad, que me hace pensar que yo lo puedo todo y que no necesito ayuda de una tercera persona, que el Espíritu Santo me guía por inspiraciones especialísimas y no necesito que nadie me guie ni me aconseje. Puede darse que no necesite mediación ninguna humana, pero ese es el camino extraordinario y no el ordinario. Todos necesitamos guía y acompañamiento.

Mis consejos:

  • Primero y principal: sacramentos de sanación que nos da la Iglesia, la Confesión y la Eucaristía. Más sanaciones se dan en la confesión y en la adoración del Santísimo que en las consultas de los psicólogos, con perdón de los psicólogos y de su trabajo, pero es que Dios juega en otra liga.
  • Segundo e importante: buscar ayuda y acompañamiento, «duele mucho, da mucha vergüenza» decía una persona que hizo Proyecto Raquel, pero a quien se humilla y se pone como un niño confiado en manos de Dios, le premia con la sanación, con la conversión, con una nueva vida completamente transformada en Cristo.
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