Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Cuando el Magisterio se queda corto

por Una iglesia provocativa


Cuando el documento de Aparecida en su número 365 afirmó  que “ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe.”, claramente estableció que hay modelos de pastoral que ya no sirven.


Decir esto en Aparecida  y llamar a una “conversión pastoral” fue algo profético y adelantado a su tiempo- como todo lo de Benedicto XVI- confirmado por la elección de Francisco como sucesor de Pedro, el cual precisamente ha retomado en la Evangelii Gaudium esta expresión de la V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano.


Pero todo esto, que suena muy bien sobre el papel, tiene necesariamente que traducirse en cambios y mi observación es que casi ninguna parroquia y mucho menos diócesis enteras, se han planteado seriamente cambiar su modelo de pastoral ante el reto de la Nueva Evangelización.


Y por si piensan que es una opinión del que escribe, conste que no lo digo sólo yo:


Pero tenemos que reconocer que el llamado a la revisión y renovación de las parroquias todavía no ha dado suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y se orienten completamente a la misión. (Evangelii Gaudium 28)


Seamos realistas, cuando vemos las parroquias actuales sabemos que en general lo tienen difícil. Casi todo el mundo trabaja para un statu quo, y es “víctima” de un sistema de pastoral que se aferra con uñas y dientes al modelo del que nace, y seríamos unos ingenuos si pretendiéramos cambiarlo en un par de años con un nuevo plan de pastoral y dos o tres grandes misiones diocesanas, aderezadas con algún que otro Congreso de Nueva Evangelización y algún que otro evento periódico de evangelización de calle.


Para hacer una conversión pastoral, primero tendremos que entender cuál es el centro de la pastoral de una parroquia, y en esto mucho me temo que no se nos están dando indicaciones suficientemente claras desde el Magisterio para avanzar con pasos concretos hacia una renovación práctica pastoral.


Y ojo, esta crítica al Magisterio no es tal, pues entiendo que desde el mismo ya se ha cumplido la labor de poner en juego el balón de la Nueva Evangelización, por lo que ahora la pelota está en el tejado de los obispos particulares y sus parroquias, y así lo plasma la Evangelii Gaudium en su introducción:


Tampoco creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo. No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable «descentralización».


Junto con los grandes gestos, discursos e incluso documentos que llaman a la misión en el cuadro de la Nueva Evangelización, necesitamos la orientación de los obispos que tomen decisiones concretas y modelen en qué va a consistir el “abandono de las estructuras caducas” de Aparecida en pos de la conversión pastoral.


¿Pero cuánta gente se ha parado a pensar seriamente cuánto de lo que hacemos es estructura caduca y cuánto es estructura pastoral de evangelización? ¿Quién está dando indicaciones concretas al respecto? ¿Quién se atreve a decirle al obispo que el rey está desnudo y que lo único que llevamos encima es un maquillaje superficial de Nueva Evangelización?


Si somos mínimamente sinceros y autocríticos nos daremos cuenta de que la inmensa mayoría de nuestras comunidades sigue haciendo lo mismo de siempre: alimentar la fe de los que ya la tienen (los cuales son cada vez menos por pura decadencia biológica de un organismo en el que no hay reemplazo).


Algunas comunidades- gracias a Dios- quieren evangelizar y les empieza a gustar eso de ser una iglesia en salida. Pero si rascamos un poco veremos que para la mayoría de estas la Nueva Evangelización es algo que hacer, una misión, no algo constitutivo que deba cambiar el rostro y la configuración de nuestra estructura pastoral. Dicho en román paladino, estamos dispuestos a salir a “pescar”, pero no queremos reformar la pescadería ni el proceso industrial de la misma, por lo que lo poco que pesquemos va a ser procesado a la manera pastoral de siempre.


Y la manera pastoral de siempre en nuestro caso, es el ser Iglesias de llegada preparadas para alimentar a los dentro, y no Iglesias de salida, preparadas para enviar a evangelizar al mundo entero...y así en el fondo, no se cambia nada.


Hay preguntas muy fuertes que tenemos que atrever a hacernos si queremos ir a alguna parte en los próximos cinco, diez o veinte años, en vez de cubrir superficialmente el capítulo de la Nueva Evangelización para pasar a la siguiente cosa.


Tenemos que preguntarnos acerca de todo un modelo que nace en Trento para unas necesidades muy específicas y que nos ha llevado hasta hoy. Tenemos que sacar lo bueno, y podar lo caduco.


Tenemos que poner en cuestión actitudes, devociones  y prácticas que hemos sacralizado, haciendo de ellas algo tan indispensable como el Credo de Nicea, cuando en realidad son cosas que han cambiado y cambiarán a lo largo de la historia sin afectar al núcleo central del depósito de la Fe.


Tenemos que atrevernos a recorrer en sentido inverso el camino de una Iglesia que empezó en Pentecostés y creció mendiante el primer anuncio, para después construir el edificio de la catequesis en el marco de la práctica sacramental.


Tenemos que reinciarnos, neocatecumenarnos, reefusionarnos, repentecostalizarnos, y en definitiva recordarnos a nosotros mismos que el hecho cristiano empieza por Jesucristo y no por la Iglesia, ni por la práctica sacramental establecida a lo largo de los siglos. El hecho cristiano empieza por la conversión a Él y el camino hacia el bautismo en Su iglesia.


Tenemos que atrevernos a reflexionar sobre cómo hemos emprobrecido los sacramentos, como por ejemplo la Eucaristía, abaratando los mismos para convertirnos en máquinas dispensadoras de misas que no convierten ni edifican comunidades y mucho menos dan fruto de vida cristiana allá donde envían (porque la misa de la vida empieza con el envío final, pues no es simplemente un sacramento de llegada).


Tenemos que atrevernos a mirarnos al espejo y dejar que Jesucristo nos mire para decirnos lo que nos tenga que decir como a las iglesias del Apocalipsis, sabiendo que al hacerlo nos arriesgamos a que nos llame tibios y nos vomite de su boca…


..todo esto también es Nueva Evangelización, aunque no suena tan bonito ni sea tan agradable decirlo.


El Magisterio se queda corto allá donde no lo dejamos florecer, allí donde no hay parroquias, comunidades y diócesis dispuestas a tomar la pelota lanzada por la Iglesia universal y ponerla en juego de verdad... y mientras sigamos en la misma estructura pastoral caduca es obvio que no se está haciendo lo que dice el Magisterio.


Así que cada cual lo mire como quiera: un problema de obediencia, de fidelidad, de autenticidad o de radicalidad, pero un problema mientras estemos desdiciendo al Magisterio de la Iglesia diciendo que sí, pero no haciendo lo que nos pide: una verdadera conversión pastoral que deje atrás las estructuras caducas.

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