Viernes, 29 de marzo de 2024

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Adviento: Él vendrá como un niño

por El rostro del Resucitado


En estos días, buscando textos sobre el Adviento para incluir en la felicitación a los fieles de parte de los niños de la Escolanía de la Catedral Magistral de Alcalá, encontré una poesía del Reverendo Rowan Williams, anterior Arzobispo de Canterbury y Primado de la Iglesia de Inglaterra.



A continuación les brindo mi traducción al español del poema:

 

CALENDARIO DE ADVIENTO

 

Él vendrá como la última hoja de otoño.

Una noche, cuando el viento de noviembre

haya azotado a los árboles hasta su hueso y la tierra

se despierte asfixiada por el moho,

envolviendo la suave mortaja.

 

Él vendrá como la escarcha.

Una mañana, cuando la tierra encogida

se abra en la neblina para encontrarse

detenida en la red de una belleza

extraña y marcada por la espada.

 

Él vendrá como la oscuridad.

Una tarde, cuando el pletórico sol rojo

de diciembre alce las sábanas

y enmascare su ojo para rendirse

a los campos nevados de estrellas del cielo.

 

Él vendrá, vendrá,

vendrá llorando en la noche,

como la sangre, como la ruptura,

mientras la tierra se retuerce para liberarlo.

Él vendrá como un niño.
 

Dios llega como un niño

Este domingo comienza el Adviento, el tiempo que preludia la venida del Señor. ¿Cómo viene el Señor? En medio de la noche, del frío, del invierno que sucede al otoño y a las últimas hojas en los árboles. Jesús viene como salvación de un mundo muerto y amortajado, de una tierra "marcada por la espada" y el dolor.

 

Pero el Señor no viene como un guerrero, ni como un líder político. Ni siquiera como esperaríamos de Dios, pues permanecerá oculto durante los primeros treinta años de su vida, desvelándose poco a poco. Jesús llega como un niño, naciendo de su madre y llorando, como hacen los recién nacidos.

 

"La Virgen está pálida y mira al niño. (…) Y es que Cristo es su hijo, carne de su carne y fruto de sus entrañas. (…) Le estrecha entre sus brazos y le dice: «¡Mi pequeño!». (…) Le mira y piensa: «Este Dios es mi niño. Esta carne divina es mi carne. Está hecha de mí. Tiene mis ojos, y la forma de su boca es la de la mía. Se parece a mí. Es Dios y se parece a mí»" (Jean-Paul Sartre, Barioná, el hijo del trueno).

 

Jesús rompe el mundo, cambia el curso de la historia. Hay un antes y un después de su venida. Pero no sólo para el mundo en general, sino también para cada uno de nosotros en particular. ¿O acaso nuestra vida es la misma a la que era antes de conocerle y aceptar Su abrazo, de recibir la Gracia de la fe?

 

La Virgen del Parto

Adviento significa "venida", es un tiempo de espera. La Virgen aguarda el nacimiento de su Hijo. Y así ha sido representada también en el arte, como podemos ver en la imagen inferior, obra de Vitale da Bologna, situada en la Iglesia de Santa María "dei Servi", en Bolonia, Italia. Este tipo de Virgen, llamada también "Madonna del parto", corresponde a un esquema iconográfico que a partir de mediados del siglo XIV se extiende en Toscana y en Italia del Norte.


 
Este modelo iconográfico corresponde en Occidente a lo que en Oriente, ya en 1100, era la Virgen del Signo o “Platytera”, es decir, la Virgen embarazada con el niño representado en su vientre dentro de una mandorla. 



Hay otros ejemplos conocidos, como el de Taddeo Gaddi y el de Bernardo Daddi, ambos conservados en Florencia, hasta llegar a la "Madonna del parto" de Piero della Francesca.

En la obra de Vitale da Bologna se ve a María embarazada, con un libro cerrado en contacto directo con su vientre. Se trata del libro de la Palabra de Dios, un Verbo aún no "manifestado", que aún no habla. Por eso está cerrado. El libro es símbolo de Cristo –el Verbo– y la materialidad del mismo es María que guarda en sí y esconde la visibilidad del libro. Si nos fijamos en la obra, tiene un elemento muy audaz: el libro está apoyado sobre las piernas de la Virgen, abiertas, justo por debajo del vientre, lo que nos lleva a pensar en la inmediatez del parto.

 

La obra presenta otros dos elementos: uno es la planta a la izquierda de la imagen. Se trata del Árbol de Jesé. Indica el cumplimiento de una antigua promesa, pero también preludia el árbol de la cruz. El segundo símbolo es el perro, que si bien en el arte de la Edad Media representa la fidelidad, en este caso se podría leer como una presencia diabólica, símbolo del dragón que quiere devorar al niño que la mujer vestida de sol está a punto de alumbrar.

 

Para nosotros, para mí, es un tiempo privilegiado para revivir –no simplemente recordar– el pasado, ese momento en el que tuve un Encuentro (aunque mi encuentro histórico no sucediera en Navidad) que cambió mi vida; es el momento de prepararme para cantarle al Señor mi "Te Deum" por lo acontecido en mi vida, tanto lo bueno como lo malo.

 

Dios no cesa de llamar a nuestra puerta

Benedicto XVI, en el I Domingo de Adviento de 2007, dijo:

 

"Dios conoce el corazón del hombre. Sabe que quien lo rechaza no ha conocido su verdadero rostro; por eso no cesa de llamar a nuestra puerta como humilde peregrino en busca de acogida. El Señor concede un nuevo tiempo a la humanidad precisamente para que todos puedan llegar a conocerlo".

 

Dios, humilde peregrino que llama a nuestra puerta. ¿Seremos capaces de rechazarlo? ¿No lo acogeremos? ¿Cerraremos nuestro corazón al Único que, vez tras vez, insiste en que le conozcamos, amándonos incondicionalmente?

 

Miremos a ese Niño; miremos a nuestros amigos en la fe y caminemos con ellos hacia nuestra verdadera vocación, la que es común a todos, Cristo; contemplemos la Belleza en la Eucaristía... ese es Su verdadero rostro.

 

¡Feliz Adviento!


Helena Faccia
elrostrodelresucitado@gmail.com
 

 

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