La foto de una doble paternidad

05 octubre 2014 00:00

La fotografía que vemos abajo fue tomada el pasado domingo 28 de septiembre, durante el encuentro del Papa Francisco con los ancianos. Una amiga mía, sabiendo lo "fan" que soy del Papa Benedicto XVI, la colgó en mi muro de facebook. La verdad es que me impactó, me emocionó. Es una clara representación de la paternidad.

Uno podría pensar en que el padre, obviamente, es el Papa emérito. Pero en ella hay una doble paternidad, o paternidad de vuelta si se prefiere: la de Monseñor Georg, que de "hijo" ha pasado a ser "padre". Basta ver la expresión de su cara y el gesto de su mano.

Al verla, he recordado un libro que he leído este verano, duro pero bellísimo y que aconsejo vivamente. Su título: Patrimonio. Su autor: el escritor norteamericano de origen judío Philip Roth (1933). En él Roth relata los últimos años de vida de su padre desde el momento en que le diagnostican un cáncer que le llevaría a la muerte después de pasar por distintas pruebas físicas, espirituales y morales. Escribe el autor:

"Podría aducírseme que no es gran cosa, en un hijo, proteger con ternura a su padre cuando ya éste ha perdido todo su poder y está casi destruido. A ello sólo podría aducir que ya sentía el mismo impulso de proteger su vulnerabilidad (como emotivo padre de familia, vulnerable a la fricción familiar; como sostén de la familia, vulnerable a la inseguridad económica; como hijo, toscamente labrado, de inmigrantes, vulnerable a los prejuicios sociales) cuando aún vivía en casa y él poseía una salud poderosa (…). Mi padre no era un padre cualquiera, era el padre, con todo lo detestable y todo lo digno de amar que hay siempre en un padre".

¿Por qué llamamos a los sacerdotes “padres"? ¿Por qué cuando entro en un confesionario o hablo con mi director espiritual lo llamo "padre", siento que es "padre"? Porque eso es lo que es. El sacerdote a menudo puede coincidir con el amigo, pero hay una cosas que es cierta: siempre es padre. Cuando estás perdida o bloqueada, cuando sientes que la vida te puede o te asusta, el sacerdote es el padre comprensivo que te escucha y te abre frecuentemente la puerta que dentro de ti se ha cerrado y deja de nuevo entrar la esperanza, desenreda el ovillo que tienes dentro y te ayuda a levantar la mirada. Como hace un padre con un hijo. Igual. La diferencia estriba en que el sacerdote hace que dirijas la mirada a Cristo.

Un sacerdote amigo mío me pasó los apuntes de unos ejercicios que impartió hace tiempo y en los que, entre otras cosas, habló de la paternidad. Escribe:

"La mirada compasiva está llamada en el sacerdote a asumir la forma de una paternidad. ‘Padre de todos’, decíamos ayer de don Giussani”.

Y sigue citando una palabras de Pablo VI, tomadas del libro Diálogos con Pablo VI, de Jean Guitton:

"Creo que, de todos los deberes de un Papa, el más envidiable es el de la paternidad. En otros tiempos, me ocurría acompañar a Pío XII en las grandes ceremonias. Él se sumergía en la multitud como en la piscina de Bethsebá. Le apretaban, le desgarraban. Y él estaba radiante. Recobraba fuerzas. Pero no es lo mismo ser testigo de una paternidad que ser padre uno mismo”.

Y como escribe este amigo, los sacerdotes están llamados a ser padres. Porque, y sigue citando a Pablo VI:

"La paternidad es un sentimiento que invade el corazón y el espíritu, que le acompaña a uno a todas horas del día, que no puede disminuir, sino que se acrecienta, porque el numero de hijos aumenta. (…) La paternidad es un sentimiento universal que se extiende a todos los hombres. (…) Me siento padre de la entera familia humana. Y no hay necesidad de que los hijos conozcan a su padre para que él lo sea”.

Helena Faccia
elrostrodelresucitado@gmail.com