Sábado, 27 de abril de 2024

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Domingo XXVIII del T.O (B) y pincelada martirial

Domingo XXVIII del T.O (B) y pincelada martirial

por Victor in vínculis

El ciento por uno

Estamos terminando este año dedicado al centenario del que fue Cardenal de Toledo, monseñor Marcelo González Martín. Este es el comentario del Evangelio del día publicado en ABC, el 11 de octubre de 1997.

«Mi reflexión sobre los textos de este domingo, no puede olvidar como español que soy, a nuestra Señora, la Virgen del Pilar. Hace siglos que como una madre amantísima viene acogiendo a muchos españoles que reclinan su frente sobre ella y ven correr las aguas del Ebro en Zaragoza que la saludan cantando el Ave María.

La Virgen es pilar de nuestra vida cotidiana, no solo de seguimiento de la voluntad de Dios y posteriormente de Cristo, esclava del Señor que, con su “hágase en mí según tu palabra”, se convirtió en madre de la Iglesia que iba a nacer de su corazón, merced a la acción del Espíritu Santo.

María expresa como nadie en su vida la radicalidad que Cristo nos pide en su seguimiento. Ante la llamada del Señor no frunció el ceño, no dudó, no huyó pesarosa, no puso confianza en sí misma. Entregó su vida, acogió a Cristo en su seno y dio con Él sus mimos pasos: ella con su fe, su esperanza y su amor. Todo en ella -lo sabía- era don de Dios y contenía espléndidas posibilidades. A nosotros también se nos han dado cualidades y bienes de diversa índole, pero no sabemos tenerlos, porque enseguida que poseemos algo -influencia, dinero, poder- nuestras actitudes dejan de ser evangélicas. He ahí el joven del evangelio de hoy, a quien Cristo se le quedó mirando con cariño. Se alejó cuando Jesús le dijo lo que tenía que hacer para alcanzar la vida eterna. Y se alejó porque era muy rico, y no supo tener una actitud evangélica frente a las riquezas que poseía.

Os invito a los padres de familia a que viváis con gozo la llamada del Señor a vuestros hijos, a un seguimiento radical en la vida sacerdotal o religiosa. Y a vosotros jóvenes, a que os preguntéis si no os lo está pidiendo ya. Con todos mis fallos y aciertos a lo largo de mi vida os digo que merece la pena seguirle y si para seguirle hay que dejarlo todo, estad seguros de que encontraréis el ciento por uno.

Las palabras y la mirada del Señor nos hacen caer en la cuenta de nuestros vacíos y ausencias. Nada escapa a su mirada. Dichosos nosotros si nos despierta y nos hace tomar conciencia de nuestra responsabilidad.

El cristiano no puede reducir su fe a especulaciones subjetivas o moralismos etéreos.

La palabra de Dios está ahí y nos juzga. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

La sabiduría del corazón es una gracia. Pidámosla y nos será concedida. Con ella nos vendrán todos los bienes. El Evangelio de hoy nos habla de lo imposible que es entrar en el reino de Dios con la sabiduría del rico que pone su confianza en el dinero. Aquel joven que se alejó de Cristo parece un fugitivo de sí mismo. Porque no era malo, no. Era sencillamente esclavo de sus posesiones. Él creía poseer, pero eran las cosas de este mundo las que le poseían a él.

Una reflexión serena debería modificar nuestras actitudes a la luz de la sabiduría de Dios, que se proclama en nuestras celebraciones eucarísticas. Pero ¡a cuántos se les pasa la vida sin leer un libro religioso serio, sin escucha una exposición detenida de la palabra de Dios, sin preocuparse de cumplirla, si por casualidad la han oído! Dios siempre nos dirá su palabra y nos corresponde dar respuesta a la misma».

Cristo y el joven rico de Heinrich Hofmann (c. 1890)

Pedir el don de la prudencia

También podemos recoger este texto de una homilía de Benedicto XVI del 15 de octubre de 2006, comentando este Evangelio.

«Por tanto, Jesús puede en verdad garantizar una existencia feliz y la vida eterna, pero por un camino diverso del que imaginaba el joven rico, es decir, no mediante una obra buena, un servicio legal, sino con la elección del reino de Dios como perla preciosa por la cual vale la pena vender todo lo que se posee (cf. Mt 13, 45-46). El joven rico no logra dar este paso. A pesar de haber sido alcanzado por la mirada llena de amor de Jesús (cf. Mc 10, 21), su corazón no logró desapegarse de los numerosos bienes que poseía.

Por eso Jesús da esta enseñanza a los discípulos: ¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el reino de Dios! (Mc 10, 23). Las riquezas terrenas ocupan y preocupan la mente y el corazón. Jesús no dice que sean malas, sino que alejan de Dios si, por decirlo así, no se "invierten" en el reino de los cielos, es decir, si no se emplean para ayudar a los pobres.

Comprender esto es fruto de la sabiduría de la que habla la primera lectura. Esta sabiduría -nos dice- es más valiosa que la plata y el oro, aún más que la belleza, la salud y la luz misma, porque su resplandor no tiene ocaso (Sb 7, 10). Obviamente, esta sabiduría no se reduce únicamente a la dimensión intelectual. Es mucho más; es sabiduría del corazón, como la llama el salmo 89. Es un don que viene de lo alto (cf. St 3, 17), de Dios, y se obtiene con la oración (cf. Sb 7, 7).

En efecto, esta sabiduría no ha permanecido lejos del hombre, se ha acercado a su corazón (cf. Dt 30, 14), tomando forma en la ley de la primera alianza sellada entre Dios e Israel a través de Moisés. El Decálogo contiene la sabiduría de Dios. Por eso Jesús afirma en el Evangelio que para entrar en la vida es necesario cumplir los mandamientos (cf. Mc 10, 19). Es necesario, pero no suficiente, pues, como dice san Pablo, la salvación no viene de la ley, sino de la gracia. Y san Juan recuerda que la ley la dio Moisés, mientras que la gracia y la verdad han venido por medio de Jesucristo (cf. Jn 1, 17).

Por tanto, para alcanzar la salvación es preciso abrirse en la fe a la gracia de Cristo, el cual, sin embargo, pone una condición exigente a quien se dirige a él: Ven y sígueme (Mc 10, 21). Los santos han tenido la humildad y la valentía de responderle "sí", y han renunciado a todo para ser sus amigos».

 

PINCELADA MARTIRIAL

El beato Cipriano Alguacil Torredenaida nació en Ajofrín (Toledo) el 12 de octubre de 1884. Siendo joven ayudó a sus padres en los trabajos del campo. Profesó como hermano cooperador el 6 de enero de 1909, en Ávila; estuvo asignado en los conventos de Ávila (1910-1912), Ocaña (1912-1925), de nuevo, Ávila (1926-1932) y Madrid. En este último, desde 1932 a 1936, desempeñó cargos de sacristán, cocinero, portero y otros. Lo recordaban como muy buen religioso, devoto, trabajador, esmeradamente limpio en sus oficinas.

En el asalto al último convento, el 19 de julio, se ocultó en casa de una hermana que vivía en la capital de España, donde permaneció tres meses, dando ejemplo de vida religiosa y oración. Iba, a veces a misa, a una casa particular, cuando le avisaban que celebraban allí de manera clandestina. Presentía, y así lo decía a la familia, que el día de Santa Teresa sería para él un día grande, que esperaba un acontecimiento. Así ocurrió efectivamente; el 15 de octubre fue detenido, se presentó a sus verdugos con el rosario en la mano, declaró que era dominico y se entregó serenamente. Su cadáver fue hallado en Barajas (Madrid).

Fue beatificado en Roma el 28 de octubre de 2007, dentro del grupo de 498 mártires españoles. Su causa se incluye en la del beato Buenaventura García-Paredes Pallasá, Miguel Léibar Garay XL compañeros mártires.

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