La gran pinacoteca del mundo

19 julio 2014 00:00

Acabo de regresar de una breve visita a Canadá. No he ido a hacer turismo, aunque ciertamente el lugar lo merece, sino a participar en la boda de la hija de unos amigos caldeos.

La familia, perteneciente a una de las Iglesias más antiguas de la cristiandad, ha podido rehacer su vida en Canadá tras verse obligada –como tantos otros caldeos– a abandonar Irak, pasando antes unos años en España donde tuve ocasión de entablar amistad con ellos, pues eran feligreses de mi primera parroquia. He disfrutado mucho en estos días, he experimentado la cálida acogida de una parroquia canadiense y he podido alabar a Dios a través de la belleza de los paisajes naturales de esa hermosa tierra.

Unas reflexiones del cardenal Tomáš Špidlík

En este periodo veraniego muchas personas tienen ocasión de disfrutar de hermosos entornos naturales como los que yo he podido ver. Por eso, traigo a este blog algunas fotografías hechas por mí en Canadá, para ilustrar las palabras del cardenal jesuita Tomáš Špidlík, quien en su libro Sentire Dio nella brezza del mattino habla así de la belleza de la creación:

"Hay muchas obras de arte, grandes y pequeñas, pero la más hermosa es el universo creado lleno de maravillas, el infinito mosaico hecho de materia (...) El Dios-Creador tenía en el inicio una idea muy clara de su obra y la expresó con una palabra, que fue tan poderosa que se hizo inmediatamente realidad".

Sí, la creación es el primero de los milagros, el universo creado es la mayor obra de arte, un "infinito mosaico hecho de materia", en el que leemos una historia de amor y salvación, como en los mosaicos del padre Marko Ivan Rupnik, discípulo de Špidlík, quien guió su tesis doctoral.

Como turistas en la gran pinacoteca del mundo

Pero dentro de la creación el ser humano es la obra maestra. Continúa Špidlík:

"¿Y el hombre? También él ha sido creado por la palabra de Dios. En eso se asemeja a todo el resto en el universo. Pero, además, ha recibido el privilegio especial de percibir la palabra de Dios, de comprenderla y de responder a ella, consciente y espontáneamente. De este modo nos encontramos frente al universo como turistas en la gran pinacoteca que es el mundo. Podemos detenernos delante de cada cuadro, pero frente a cada uno debemos preguntarnos que ha querido decirnos el artista a través de él. De aquél que lo comprende la Biblia dice que es sabio".

Volver a oír a Dios en la brisa de la tarde

Disfrutemos de la obra creadora de Dios, y de su reflejo en las obras de los hombres. Afinemos nuestro oído y purifiquemos nuestra mirada para poder ver y oír a Dios en todo, pues como concluye el cardenal Špidlík:

"Dios nos habla en todo lo que es visible. Adán en el paraíso no tenía necesidad de libros, no estudiaba el catecismo. Hablaba con Dios en la brisa de la tarde (cf. Gn 3,8) y no necesitaba que nadie le impusiese lo que debía o no debía hacer. Dios se lo decía claramente, con la voz de una conciencia limpia. Pero después llegó la tragedia del pecado y el hombre se volvió desobediente a la voz de Dios (...) No escuchar la palabra de Dios trajo como consecuencia para los primeros hombres una fuerte pérdida de oído. El ser humano ha perdido el paraíso, en el sentido de que caminando en la naturaleza ha dejado de oír a Dios en la brisa de la tarde".

¡Que el Señor nos conceda volver a habitar el Paraíso, viviendo confiados en amistad e intimidad con Él!