Jueves, 28 de marzo de 2024

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Gestión de instituciones católicas

Gestión de instituciones católicas

por Duc in altum!

El fin principal de la Iglesia es la evangelización en clave de propuesta. Jesús lo dejó claro, cuando dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio” (Mc 16, 15); sin embargo, precisamente para poder sacar adelante la tarea encomendada, se ha visto la necesidad de organizarse y contar con diferentes instituciones a lo largo del mundo. Si bien es cierto que la Iglesia no es una ONG, también es verdad que necesita de espacios y recursos concretos para poder acercase a los distintos escenarios sociales en los que se desenvuelve el ser humano, tanto en los pueblos más recónditos como en las ciudades cosmopolitas. De hecho, en la Iglesia primitiva, podemos encontrar antecedentes de organización. Por ejemplo, en el grupo de los doce discípulos, Judas Iscariote estaba a cargo de la tesorería. Aunque claramente hizo un mal uso de su posición, eso no quita que desde el primer momento se haya optado -con el permiso de Jesús- por compartir responsabilidades en distintos ámbitos de la vida en común. Para evitar que las instituciones católicas sean mal gestionadas, provocando nuevos escándalos, es necesario tomarse más enserio la necesidad de atenderlas bajo la línea inaugurada por Benedicto XVI y confirmada por el Papa Francisco, quienes considerando el servicio que prestan las estructuras eclesiales, no han querido disolverlas, sino consolidarlas y, en casos fraudulentos, reformarlas de pies a cabeza.

Para poder manejar la dimensión institucional de la Iglesia, hay que tener en cuenta tres principios básicos:

Visión evangélica:

Toda institución católica está obligada a respetar en la práctica lo que enseña el magisterio de la Iglesia, pues una gestión en sentido contrario, es  “autogol”. Por ejemplo, un hospital no puede decirse cristiano y, al mismo tiempo, promover el aborto.  Lo mismo pasa con las universidades. Una cosa es reconocer la libertad de cátedra en la diversidad y otra es concederle un doctorado “Honoris Causa” a un político que ha impulsado una agenda legislativa en contra de la familia. En los nombramientos que se hagan para los puestos directivos, además de un alto nivel profesional, hay que exigir calidad moral, pues de escándalos estamos sobrados y hace falta reconsiderar muchos aspectos en materia de selección y acompañamiento tras la designación. Cuando no haya un católico con experiencia en el campo de que se trate, lo correcto es elegir un perfil que -aunque no sea creyente- se comprometa a respetar los valores comunes a toda persona de buena voluntad. Tampoco se trata de pedir códigos de conducta exagerados, pero sí coherencia moral. No hay problema que un hospital católico haya un cardiólogo agnóstico; sin embargo, de llegar a la dirección, tendrá que suscribir su adhesión a la línea de la institución a favor de la vida independientemente de su opinión personal.

Visión administrativa:

  Las instituciones católicas tienen que saber ubicarse en un mercado competitivo; es decir, involucrarse en un proceso de mejora continua. Dejar de pensar que todo debe manejarse igual que hace veinte o treinta años. Esto no significa que deban utilizar la publicidad con el fin de provocar el desprestigio de las demás instituciones. La idea es que la aprovechen como un recurso para compartir aquello que las hace únicas, distintas y, por ende, atractivas. Por ejemplo, la cercanía y el trato humano.

Las escuelas católicas históricamente han sabido estar a la vanguardia. De ahí la necesidad de continuar con el binomio fe-ciencia. Los departamentos administrativos, deben actualizarse constantemente; es decir, saber involucrar los últimos avances de la informática y establecer criterios para la captación de fondos a favor de los más necesitados. Asistencia técnica y transparencia ante todo. Además, cuidar quién o quiénes intervienen como asesores, pues no es la primera vez que se confía en una organización que al final resulta ser un fraude. ¿Cómo prevenirlo? Lo primero, estar al pendiente. En otras palabras, evitar actos irresponsables como confiar en exceso o delegar por mera comodidad.

Visión pastoral:

El reto es promover la nueva evangelización “ad intra”. Es decir, acompañar a las personas de tal forma que se encuentren con las herramientas y espacios personalizados para aclarar sus dudas e inquietudes sobre la fe. Vivimos en una sociedad mayoritariamente agnóstica, pero sensible a los aportes de las instituciones católicas. Hay que aprovechar ese punto de contacto para relanzar el Evangelio desde la fe y la razón. Pastoral no es algo abstracto, sino una formación integral, capaz de responder a las preguntas más profundas del ser humano, teniendo en cuenta la edad y momento de los destinatarios. Que la fe se note desde la enfermera hasta el área administrativa. ¿Cómo? A partir del buen modo con el que se hagan las cosas. Si hay profesionalismo y actitudes identificadas con la caridad, estaremos en condiciones de avanzar. Mientras falte, hay que buscar e implementar estrategias diseñadas a partir de la realidad interna, aunque sin descartar los aportes de otras obras y/o proyectos con más experiencia.  

Conclusión:               

Las instituciones católicas tienen que abrirse camino en medio de la realidad actual. La sociedad las necesita quizá como nunca antes. Tres palabras claves: Evangelio, administración y pastoral. Dicho de otra manera, profesionalismo y visión humano-cristiana. En la medida en que mejoramos la calidad del servicio que se presta, demostramos interés por los destinatarios.

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