Viernes, 26 de abril de 2024

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El Corpus del Papa Francisco

por Creo, Señor, aumenta mi fe

El Papa Francisco presidió la Misa de la Celebración del Corpus Christi en San Juan de Letrán, su Catedral.

   En un mundo satisfecho y lleno de sensaciones, el papa Francisco nos plantea preguntas que llegan a lo hondo del Corazón. No quiere el Papa que nos contentemos con palabras superficiales que se refieran al entorno que nos rodea. Al final, siempre quedamos bien. Satisfechos porque no somos como los demás. “¿Y yo? ¿Dónde quiero comer? En torno a qué mesa me quiero nutrir? ¿En la mesa del Señor? ¿O sueño con comer alimentos gustosos pero en la esclavitud? ¿Cuál es mi memoria? ¿Aquella del señor que me salva? ¿O aquella del ajo y de las cebollas de la esclavitud? ¿Con cuál sacio mi alma?”

   Comienza el Papa su breve homilía recordando cómo el pueblo de Israel, establecido ya en su tierra, corre peligro de olvidarse de los tiempos en que dependía del Señor. “El Padre nos dice: Te he nutrido con maná que tú no conocías. Recuperemos la memoria. Esta es la tarea: Esta es la tarea: ¡recuperemos la memoria!,  y aprendamos a reconocer el pan falso que nos ilusiona y nos corrompe, porque es fruto del egoísmo, de la autosuficiencia y del pecado”.

   Señala la experiencia cotidiana, personal y colectiva: no sólo de pan vive el hombre. Saciados de casi todo, nos queda un hambre profunda en el corazón. “Además del hambre física, el hombre lleva en si otra hambre, un hambre que no puede ser saciada con el alimento ordinario. Es hambre de vida, hambre de amor, hambre de eternidad. Y el signo del maná –como toda experiencia del éxodo- contenía en sí también esta dimensión: era figura de un alimento que satisface esta hambre profunda que hay en el hombre”.

   La donación de Jesús en la Eucaristía no trata de satisfacer un hambre material sino la profunda anida en el corazón del hombre. “Jesús nos dona este alimento, es más, es Él mismo el pan vivo que da vida al mundo. Su Cuerpo es el verdadero alimento bajo la especie del pan; Su sangre es la verdadera bebida bajo la especie del vino. No es un simple alimento cn el cual saciamos nuestros cuerpos, como el maná. El Cuerpo de Cristo es el Pan de los últimos tiempos, capaz de dar vida, y vida eterna, porque la sustancia de este pan es Amor.

   En la Eucaristía se nos comunica el amor del Señor por nosotros: un amor amor tan grande que nos nutre de Sí mismo; un amor gratuito, siempre a disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar sus propias fuerzas. Vivir la experiencia de la fe significa dejarse nutrir por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su palabra y su Cuerpo.

    Pero también nosotros estamos sometidos a la tentación de cada día, n un mundo lleno de apetencias. “Si miramos al entorno nos damos cuenta de que hay tantos ofrecimientos que no  vienen del Señor y que aparentemente satisfacen más. Algunos de nutren con el dinero, otros con el éxito y la vanidad, otros con el poder y el orgullo. ¡Pero el alimento que nos nutre realmente y que sacia es solamente el que nos da el Señor! El alimento que nos ofrece el Señor es diferente de los otros, y quizás no aparece así tan gustoso como ciertas comidas que nos ofrece el mundo.

   Así soñamos otras comidas, como los hebreos en el desierto, que añoraban la carne y las cebollas que comían en Egipto; olvidaban que aquellas comidas las comían en la mesa de la esclavitud. Ellos en esos momentos de tentación, tenían memoria, pero una memoria enferma, una memoria selectiva, una memoria esclava, no libre”.

    Termina el Papa con una plegaria que nos conviene interiorizar: “Defiéndenos de las tentaciones del alimento mundano que nos hace esclavos; purifica nuestra memoria, para que no quede prisionera en la selectividad egoísta y mundana, sino que sea memoria viva de tu presencia por toda la historia de tu pueblo, memoria que se hace <> de tu gesto de amor redentor. Amén”.

 

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