Domingo, 28 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Me da igual si el Papa viaja en autobús

por Una Jarra de Barro

Este artículo lo escribí al poco de ser elegido el Papa Francisco y tras los primeros impactos de su persona. Hoy, que hace ya poco más de un año, creo que estaría bien volver a publicarlo

Me da igual si el Papa viaja en autobús o en coche oficial.

Me da igual si es simpático o antipático, si es cercano o distante.

Me da igual si se fríe un par de huevos o si un cocinero le prepara la cena.

Me da igual si se sienta en un trono o en una silla plegable.

Me da igual si lleva zapatos rojos o sandalias negras (bueno, eso no me da tanto igual, los zapatos rojos molan con el traje blanco, pero bueno, tampoco me quita el sueño)

Me da igual si paga la cuenta del hostal o le invitan.

Me da igual si llama directamente por teléfono o se lo encarga a su secretario.

Me da igual si se plancha las camisas o si lo hace el servicio.

Porque realmente es estupendo si el Papa es austero, simpático, cercano, humilde y hacendoso, pero si no lo fuera me seguiría dando igual. Porque la Iglesia necesita un Papa santo, no un buen tipo. Si es las dos cosas mejor, pero si hubiera que elegir, evidentemente la primera.

 Los cardenales no logran elegir a un nuevo Papa después de tres votaciones

Pero sí me importa que el Papa sea un hombre de acción y de oración, que no rece sin actuar ni actúe sin orar.

Deseo que el Papa lleve la Palabra de Dios a todo el mundo, si puede ser además de forma presencial, mejor. Que mantenga la realización de las JMJ que tanto bien han hecho a la Iglesia y al mundo.

Deseo que el Papa enseñe toda la doctrina cristiana, sin imposiciones pero sin omitir nada, de forma amorosa pero sin renunciar a una sola tilde. Es necesario que enseñe con claridad todo lo concerniente a la moral sexual aunque no esté de moda, que revitalice toda la enseñanza de la Humanae Vitae aunque no sea políticamente correcta y que aclare al pueblo cristiano y de paso al resto del mundo la doctrina sobre la anticoncepción, por ejemplo.

Quiero que realice ante todos los organismos oficiales del mundo una defensa decidida de los cristianos perseguidos en todo el mundo, tan sangrante en especial en los países islámicos y que promueva campañas en favor de todos los que, con nombre y apellidos, sufren condenas por el hecho de ser cristianos, sean católicos o protestantes.

Es preciso que el Papa defienda de forma valiente y vehemente la vida humana desde su concepción hasta su fin natural y luche contra el crimen del aborto con todas sus fuerzas.

Es necesario también que promueva la dignidad de todo ser humano y de todos los pueblos. Que se plante ante la explotación de los países del tercer mundo, con denuncias concretas si fuera preciso. Se oponga al turismo sexual, a la injusta distribución de las riquezas y al desigual acceso a la educación y la cultura.

Quiero que ejerza su autoridad papal, no cómo jefe, sino como padre y maestro. Que evite los abusos de la palabra “católico” en todos aquellos centros, colegios, universidades, hospitales, asociaciones y ONG´s que no actúen como tal. Que corrija de forma amorosa pero clara y contundente si es preciso a aquellos que definiéndose como tales difunden teorías o practican modos de vida contrarios al Magisterio.

Deseo que el Papa haga una revisión profunda de las nuevas realidades eclesiales: Comunidades Neocatecumenales, Focolares, Renovación Carismática, Legionarios de Cristo, Comunión y Liberación, Opus Dei... que corrija todo lo que tenga que corregir, respetando la identidad propia y la acción del Espíritu Santo en cada una de ellas, a nivel doctrinal, pastoral y litúrgico en procesos que no se ralenticen años y años y que una vez hecho esto las apoye con fuerza y sin ambages, incluso económicamente, como las grandes fuerzas de la Nueva Evangelización.

Es necesario que el Papa defina la Nueva Evangelización como lo que es y no como ninguna otra cosa: el impulso misionero para Asia y la reevangelización de los países culturalmente cristianos pero con una fuerte secularización social, con todos los medios posibles.

Quiero que desarrolle una amplia labor doctrinal y catequética sobre la realidad trascendental del hombre y la mujer como tales, sin concesiones a modas o grupos de presión ajenos al cristianismo, pero desarrollando el papel, diferente en esencia e igual en dignidad, de todos los creyentes y aumentando la presencia de la mujer en todos aquellos ámbitos eclesiales en los que sea posible.

Deseo que, respetando el carisma y la identidad propia de cada una, el Papa reorganice el “mapa” de las órdenes religiosas, vigile que sean fieles a sus propios carismas y regule la actividad general en cada una de ellas, en especial aquellas que rigen centros educativos.

Es necesario que tienda puentes de forma continua y no puntual con las congregaciones cristianas protestantes. Que siga desarrollando cauces adecuados a todos aquellos que quieran volver a “la obediencia a Roma” pero respetando la independencia de credo y acción de cada iglesia separada. Que busque con ellas todos aquellos aspectos que nos unen y no nos separan y puedan elaborar un “credo cristiano universal” para todos los seguidores de Cristo.

Deseo que igualmente el Papa extienda la búsqueda de la unidad a todas la religiones monoteístas, en especial a judíos y musulmanes, e igualmente desarrolle una labor buscando todos los aspectos que nos unen por encima de los que nos diferencian.

Quiero que el Papa dé directrices concretas para la redefinición y revitalización del papel de las parroquias como núcleos fundamentales de la vida cristiana, así como su funcionamiento interno sobre todo en pequeñas células, grupos o comunidades más reducidos donde la asamblea deje de ser anónima.

Deseo que el Papa promueva una simplificación y una adaptación de la estética de los usos litúrgicos, vestimentas, etc que resulten claramente anacrónicos, pero sin restar un ápice a la dignidad de los mismos.

Es necesario que se promueva una revalorización de la Eucaristía como fuente y cima de la comunidad cristiana, con una fuerte labor pedagógica para el redescubrimiento y valor de toda la riqueza de la misma.

La lista podría ser interminable (o no) pero lo cierto es que todas aquellas cosas que quiero, deseo o veo necesarias que el Papa hiciera por el bien de la Iglesia y de la humanidad entera, aquellas me que parecen realmente importantes incluso imprescindibles, poco tienen que ver con que Su Santidad sea una persona afable o arisca o tenga gustos sencillos o rimbombantes.

Me resultaría muy triste que la intrascendencia de nuestra sociedad se contagiara a la Iglesia y que convirtiésemos en fundamental aspectos puramente anecdóticos y viceversa.

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