Progresismo Adolescente

   El Papa Francisco nos ofrece un magisterio cotidiano muy interesante.

   Tiene un doble peligro: a) Negarle importancia por realizarse casi todos los días. b) Acostumbrados  a un lenguaje  más solemne y especializado, que nos parezca pobre.

   Creo que el papa nos está diciendo con sencillez verdades elementales de nuestra fe.

   Hablando del sentido de la ley, hace observaciones muy certeras  y que nos pueden ayudar a una vivencia más profunda de la misma.

   La ley no tiene, en la Escritura, ni tiene el mismo sentido que la ley civil entre nosotros. La Ley en la Esritura, nos decía un Profesor no hace muchos días, equivale a voluntad de Dios o revelación de Dios. Por eso Jesús no puede abolir la ley y los Profetas sino buscar su pleno cumplimiento y sacar todas las consecuencias de su aceptación. Dar cumplimiento. Como del brote que despunta nace la flor, así es la ley hacia l madurez cristiana.

   Para discernir sobre la ley, dice el papa, Jesús nos da la ley del Espíritu, que nos hace libres. Se trata de una libertad que nos da miedo. La podemos confundir con cualquiera otra libertad humana. “La ley del Espíritu nos lleva por el camino del discernimiento continuo para hacer la voluntad de Dios: también esto nos asusta”.

   Cuando nos asalta el miedo, se os plantean dos tentaciones: 1ª Volver atrás. Nos gusta más la seguridad que el riesgo. Es miedo a la libertad. El Espíritu empuja hacia delante. Es más exigente que cualquier seguridad humana; y hace más felices. Nunca podremos controlar al Espíritu Santo. 2ª El papa la definió como <>. No es una cultura que avanza. Simplemente tomamos de ella las leyes y valores que nos gustan como hacen los adolescentes.

    Si se impone el capricho, corremos el riesgo de hacer de la voluntad de Dios un autoservicio. Tomamos lo que nos gusta y terminamos fuera del camino.

    La actitud verdadera en esta etapa de la Iglesia es: “No podemos retroceder y deslizarnos fuera del camino. El camino a seguir es este: La ley es plena, siempre en continuidad, sin recortes: como la semilla que acaba en la flor, en el fruto. El camino es el de la libertad en el Espíritu Santo, que nos hace libres, en el discernimiento sobre la voluntad de Dios, para seguir adelante por este camino sin retroceder y sin resbalar”.