Miércoles, 17 de abril de 2024

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Tarragona: Mártires Claretianos

por Creo, Señor, aumenta mi fe

En la gran celebración de Tarragona, se encuentran siete claretianos pertenecientes a dos Comunidades de la misma provincia civil: Selva del Campo y Tarragona. La primera era casa de Evangelización y residencia de ancianos y enfermos. Allí murió martirizado, en 1868, el P. Francisco Crusats, protomártir de la Congregación Claretiana. Ante su muerte, el P. Claret comentó: “¡Ya sabía yo que ese se me adelantaría!” 

    De los siete mártires, cinco son Hermanos Misioneros y dos sacerdotes.

    El Hermano ANTONIO CAPDEVILA regresaba de llevar al Hermano Ramón Garcés de a las Hermanitas de Reus. Se dirigía a Mollerusa donde residía su familia. En la estación de Vimbodí, alguien lo descubrió. Después de un ratito de oración, mientra gritaba ¡Viva Cristo Rey!, recibió la descarga mortal.

    Las gentes sencillas del pueblo le tuvieron inmediatamente por un santo y comenzaron a recoger piedrecitas salpicadas con la sangre del mártir.

    El Padre  JAIME MIR  era Profesor de Metafísica en la Universidad Eclesiástica de Tarragona. Hombre de tres palabras: oración, estudio y docencia.

    Daba Ejercicios Espirituales en Esplugas de Francolí a las Carmelitas de la Caridad. Le dieron un pase para marchar a Tarragona. Al día siguiente se lo retiraron.

    La despedida de la Religiosas no deja lugar a dudas. ¡Adiós! No hay nada que hacer, si no nos vemos en la vida, ¡hasta el cielo! ¡Padre, bendíganos! Así tendremos el consuelo de haber recibido la bendición de un mártir.

    Se lo llevaron hacia Montblanc para ponerlo en el tren. El mismo día 19 de julio, su cadáver entraba en cementerio de Tarragona.

    El Hermano SEBASTIÁN BALSELLS se refugió en su pueblo, Fullola, provincia de Lérida. Allí se encontraba, también, refugiada, su hermana Silveria, también religiosa.

    Un día le preguntó curiosa: ¿Cuántos rosarios llevas rezados, hoy a la Virgen? -Ya van 19, contestó. Era medidía.

    En un automóvil le arrancan de casa de sus padres con dirección a Tárrega. En medio del silencio el Hermano les pregunta: “¿Vosotros me lleváis a matar? ¡Sí! Fue la respuesta.

    Sebastián saca su rosario y comienza a desgranar avemarías. Con el rosario en la mano, atado a un árbol, murió después de recibir ocho disparos. Luego, le prendieron fuego con la maleza de los alrededores. Un Guardabosques presenció la escena.

   Los Hermanos ANDRÉS FELIU y PABLO CASTELLÁ. Los dos eran de La Selva del Campo. Los dos desgastaron su vida evangelizando Guinea Ecuatorial. Los dos recibieron juntos la corona martirial.

    Estaban en sus respectivas familias, cuando desde el Comité de Reus se realizó una lista de personas que debían ser fusiladas. Alguien insinuó que se contentaran solo con los religiosos. Los únicos que quedaban en la ciudad eran los Hermanos Feliu y Castellá. Se aceptó la propuesta.

    Fueron fusilados en la riera de la Cuadra (Reus). El Hermano Castellá que tenía dificultad para moverse. Le arrojaron, violentamente del coche. Cayó de bruces con su bastón. Allí mismo le descargaron la metralleta por la espalda.

    Hermano ANTONIO VILAMASSANA. Tenía 76 años, constitución vigorosa y energía extraordinaria para el trabajo. Su larga barba blanca testimoniaba su entrega misionera en Guinea Ecuatorial.

    El Río Segre, barco de la marina, fue cárcel de sacerdotes y religiosos en Tarragona. El día 25 de agosto fue especialmente trágico en el barco. Sesenta de los presos salían, en cuatro expediciones hacia la muerte. Al ser llamado, se confesó y recogió algunas cosas personales por si llegaban a Barcelona al barco Uruguay como los prometían. Junto a él, estaban los Párrocos de la ciudad y otros religiosos y sacerdotes ancianos.

    Los llevaron a Valls. Por el camino cantaban cánticos religiosos. Entre otros, el credo en catalán. Fusilados a unos tres kilómetros de la ciudad, no les dio el tiro de gracia, y muchos quedaron con vida. Dos horas después, obligaron a los sepultureros de Valls a enterrarlos. Lo hicieron con gran repugnancia. Algunos cuerpos estaban calientes, con vida.

     PADRE FEDECICO VILA. Notable escritor y profesor, de una bondad cautivadora. Se refugió en la casa de las hermanas Muntés. El día 24 de julio, tuvieron un registro. Pasó por el dueño de la casa. Al despedirse los milicianos, llegó la tragedia. En vez decir ¡salud, camaradas!, dijo ¡Adiós!

     Primero estuvo preso en barco Cabo Cullera y luego en el Río Segre. El P. Vila, aconsejado por el Comandante, hizo una solicitud de libertad. Cuando llegó el 11 de noviembre, ya era tarde.

     Los verdugos de la FAI ya se habían adelantado. Con una lista larga se presentaron en el sollado de proa. Estaba equivocada y nadie respondía. A gritos y puntapiés los fueron levantados de sus camastros.

     Tú ¿qué eres?

    Sacerdote.

   ¿Pues, arriba!

   Total 24. Ocho sacerdotes, ocho seglares católicos y ocho Hermanos de la salle. Entre ellos el P. Federico Vila. Fueron llevados al cementerio de Torredembrarra. Para ser allí asesinados. Antes de salir el barco, comenzaron a cantar. Ya, en fila delante de la tapia del cementerio, todos exhalaron su último aliento con un triunfal ¡VIVA CRISTO REY!

   Serán beatificados el 13 de octubre en Tarragona

                               ¡GLORIA A DIOS Y AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA!

 

 

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