Viernes, 29 de marzo de 2024

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Cuando se celebró la primera Navidad

Cuando se celebró la primera Navidad

por En cuerpo y alma

 

            Por difícil que al día de hoy nos pueda parecer creerlo, lo cierto es que en los primeros tiempos del cristianismo es muy improbable que se celebrara la navidad. No hay alusión a ella en ninguno de los textos canónicos en los que cabe esperar una mención si se hubiera celebrado, así los Hechos de los Apóstoles o cualquiera de las Cartas de Pablo o de los demás discípulos, en los que sí se citan en cambio otras ceremonias y celebraciones como la partición del pan, la unción de enfermos e incluso otras menos exclusivas de los cristianos, como rezar en el Templo, que dejaría de practicarse muy poco tiempo después, como tarde en el año 70 en el que es definitivamente destruido, aunque probablemente antes con las primeras persecuciones, que no son romanas sino judías.

             Por si ello fuera poco, tampoco hay alusión al tema en los autores que se explayan sobre la primera comunidad cristiana, ni en Justino, -el que identifica la gruta en la que nació Jesús-, ni en San Ireneo, ni en Tertuliano, ni en San Agustín, por poner sólo unos ejemplos bien significativos. Orígenes incluso va más lejos al desaconsejar semejante celebración, por considerar que la conmemoración de los natalitia, los cumpleaños para que nos entendamos, son una ceremonia pagana. No por casualidad, en el caso de los mártires se le llama dies natalis (día del nacimiento, literalmente), no al día en el que nacen, sino a aquél en el que mueren, entregando su vida por la causa, “naciendo” sí, pero no a la vida terrena, sino a una nueva vida.

             Cuando finalmente los cristianos se animan a conmemorar la natividad de su fundador, y a falta de noticias concretas –esto debe quedar muy claro- en los textos canónicos sobre la fecha en que ésta se produce, porque aunque Mateo y Lucas sí relatan la natividad, ninguno de los dos aporta la fecha en la que ocurre, a dicha celebración se le abren dos vías diferentes. La primera conduce al 6 de enero, y es por la que transitan, en general, las iglesias orientales, existiendo aún hoy iglesias, como la armenia, que lo continúan haciendo. La fecha podría estar relacionada con una fiesta de la luz celebrada desde muy antiguo (consta haberse hecho en 239 a.C.) y también en Alejandría durante el reinado de Tiberio. Hacia finales del s. IV, un papiro egipcio coloca el relato de Lucas sobre el nacimiento de Jesús como liturgia de un día tal. A nadie se le escapa que fuera de los armenios, la fecha tiene también una significación muy importante colocándose en ella la fiesta de la epifanía o manifestación, coincidente con la visita de los magos de oriente que cita San Mateo en su evangelio.

             La segunda vía de la que hablábamos conduce al 25 de diciembre, y es por la que, en general, optan las iglesias occidentales. En 354, de hecho, según una Depositio martiryum, suerte de calendario de festivos, que ha llegado a nuestros días, se celebra ya la Navidad. A mayor abundamiento, un sermón de San Gregorio de Nisa confirma que para 380 se continúa haciendo.

             Las razones de la celebración en fecha tal no están absolutamente claras, pero una tesis se impone sobre las demás, aquélla según la cual, todo habría empezado con la proclamación del culto al sol durante el reinado del Emperador Marco Aurelio, concretamente en 274, es decir ochenta años antes de nuestra depositio. En dicho culto, el 25 de diciembre es el día del Sol Invictus o nacimiento del sol. La explicación es muy sencilla ya que por tratarse del solsticio de invierno es el día en el que el sol es más pequeñito, y de ahí en más no hace otra cosa que crecer, exactamente igual que un niño que nace.

             Nada más fácil para el cristianismo que llevar a la práctica una nueva manifestación de ese recurso tan profusamente utilizado en la evangelización que es el sincretismo, o cristianización de objetos, lugares y fechas que ya eran sagrados en la religiosidad pagana previa. También, por qué no, en este caso, la de la festividad del sol invictus.

             De aceptar esta tesis, no es difícil aceptar también que ya se estuviera celebrando el 25 de diciembre en tiempos del Emperador Constantino, el mismo que convirtiera el día del Sol en el dies dominicus, día del señor, domingo, de donde cabe inferir que de parecida manera, hubiera convertido la fiesta del nacimiento del dios-sol en la fiesta del nacimiento del Dios-niño.

            Y con esta noticia me despido por hoy, no sin desearles que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

 

 

            ©L.A.

            Si desea ponerse en contacto con el autor de la columna, puede hacerlo en encuerpoyalma@movistar.es

 

 

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