Jueves, 28 de marzo de 2024

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De San Antonio, patrón de la recuperación de las cosas perdidas

por En cuerpo y alma

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            Fernando Martim de Bulhões e Taveira Azevedo nace en Lisboa el 15 de agosto de 1195 en aristocrática familia descendiente del cruzado Godofredo de Bouillon. Tras ingresar en los agustinos, profesa después como franciscano, adoptando el nombre de Antonio con el que será conocido en adelante, Antonio de Lisboa o más frecuentemente, Antonio de Padua. Dotado de una gran capacidad oratoria y también taumatúrgica -entre otros milagros se le atribuye el don de la ubicuidad y se relatan de él varias bilocaciones- vendrá a morir en la preciosa ciudad de Padua el 13 de junio de 1231, con apenas treinta y seis años de edad. Ni siquiera un año después, el 30 de mayo de 1232, es canonizado por el Papa Gregorio IX, y es también, como con toda razón me apunta una puntual lectora de esta columna, Delia, "el primer gran teólogo franciscano y doctor de la Iglesia".
 
            Pues bien, San Antonio de Padua es el patrón de las “cosas perdidas”, y aunque no esté absolutamente clara la razón, todo apunta a que esté estrechamente relacionada con la obra que se llama la “Chronica XXIV Generalium Ordinis Fratrum Minorum”, o “Crónica de los veinticuatro generales de la Orden de los Hermanos Menores”.
 
            La Crónica en cuestión es una crónica medieval escrita en latín hacia 1370, posiblemente por el monje franciscano Arnaud de Sarrant, y trata sobre la historia de la Orden Franciscana desde su fundación por San Francisco de Asís hasta Leonardo Rossi (13731378), el vigésimo cuarto general de la misma, contendiendo detallados relatos de varios milagros y mártires.
 
            Pues bien, en dicho libro, se cuenta que en una ocasión, un novicio huía del convento llevándose un valioso salterio que utilizaba San Antonio. Al identificar su pérdida, el santo oró para encontrarlo, momento en el que el novicio fugitivo se vio ante una aparición terrible y decidió regresar al convento y devolver el libro.
 
            Como quiera que sea, la tradición de San Antonio como santo que halla las cosas perdidas y su consecuente patronazgo sobre el tema es muy antigua, como demuestra la pequeña oración titulada “Si quaeris miracula” que algunos atribuyen a San Buenaventura, escrita entre el 1232 y el 1240, y que referida a la capacidad taumatúrgica del santo lisboeta que predicó en Padua, donde por cierto es conocido como “Il Santino”, reza como sigue:
 
 
Si quaeris miracula,
Mors, error calamitas,
Daemon, lepra fugiunt,
Aegri surgunt sani.
Ant: Cedunt mare, vincula:
 Membra resque, perditas
 
Si buscas milagros.
la muerte, el error, las calamidades,
demonios y lepra huyen,
la enfermedad te sana,
el mar se separa,
te recupera las cosas perdidas.
 
 
            ©L.A.
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