Jueves, 28 de marzo de 2024

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¿Existen aún colegios católicos que evangelicen?

por Una iglesia provocativa

Acabado septiembre, finiquitado el verano y con los colegios ya funcionando al cien por cien, conviene hacer una reflexión sobre los mismos.

De acuerdo con la Memoria Justificativa de la CEE de 2010, la Iglesia española es titular de 2.635  centros de enseñanza y educa a la friolera de 1.423.445 alumnos.

Uno presupone que la razón para existir de todas estas entidades es formar cristianamente a los niños, pero a juzgar por los resultados, si en España toda esa gente que pasa por colegios católicos salieran de ellos convertidos, a estas alturas más del 50% de la población sería cristiana convertida y comprometida.

De hecho si uno se lee los idearios de estos centros cualquiera diría que podría ser así, pues todo son buenas palabras y proyectos educativos de lo más cristianos.

Pero la realidad es muy distinta, todos lo sabemos.

De un lado tenemos una gran mayoría de centros “de toda la vida” que están en manos de órdenes religiosas tradicionales más o menos decadentes. Desde el colegio furibundamente progre que es el quebradero de cabeza del obispo, hasta el perseverante colegio de esas monjitas vetustas que todavía no tienen miedo a rezar en clase e intentar inculcar el amor a Dios en sus alumnas. 

Algunos son insuperables en lo académico y hay tortas por entrar en ellos. Como instituciones católicas muchos han perdido el alma devorados por el secularismo ambiente, y están en manos de un profesorado cada vez más ajeno a lo cristiano, donde se cuela de todo desde Nueva Era, hasta posturas abiertamente anticristianas.

Por otro lado tenemos los colegios de nueva creación. Sin dar nombres, son aquellos que nacen de movimientos, órdenes religiosas jóvenes e incluso la iniciativa de algún laico altamente concienciado y motivado. En estos casos uno puede estar tranquilo y confiando en que serán fieles a la doctrina de la Iglesia, aunque no se crean que tienen muchos conversos a juzgar por lo que se ve en la calle.

En medio hay de todo, y tristemente la mayor parte de las veces son colegios que no dejan una impronta religiosa en los niños.

En mi experiencia personal y familiar he tratado con muchos colegios de estos tres tipos; a ser sinceros muy poco de lo visto me ha gustado, ya sea por omisión, falta de sustancia o por cosas más graves.

Y el caso es que los colegios son importantes, tremendamente importantes.

Comía hace unos meses con un obispo cuyo objetivo número uno estaba siendo recuperar ciertos colegios de su diócesis, llenándolos de profesores de su confianza. No se equivoca el prelado, pues si quiere cambiar las cosas en su diócesis hay que empezar por la educación. Ya lo decían los comunistas antaño: hagan lo que quieran con la sociedad, pero a nosotros déjennos los colegios.

Cuando uno ve el panorama de los colegios, el inmenso patrimonio que gestionan (humano y económico) así como la potencialidad que tienen, la pregunta que necesariamente sigue es: ¿y todo esto sirve para evangelizar?

Porque evangelizar ya sabemos que pasa por formar a la persona, pero en estos tiempos que corren la Iglesia nos pregunta si estamos haciendo propuestas específicas y concretas de adhesión a la persona de Jesucristo mediante el primer anuncio.

Y en esto no hay trampa ni cartón; intentar propiciar una experiencia de conversión en los alumnos no es lo mismo que formar en lo humano, hacer una misa bienintencionada al mes, o practicar una secularizada pseudo-oración de buenos días por las mañanas.

Quien dice los alumnos dice también los profesores, pues muchos centros son conscientes de la distancia afectiva y efectiva de sus profesores con la fe cristiana, y en su mano está intentar poner remedio mediante iniciativas de evangelización que van mucho más allá de los encuentros de formación humana y pseudo-espiritual.

Me dirán que es muy fácil decir esto, que hay que estar en el día a día, que esta sociedad es muy complicada…en el fondo todo lleva a lo que los lineamenta insinúan:  el problema de la transmisión de la Fe es un problema de la propia Iglesia, de falta de fe. Una Iglesia sana que tiene fe, evangeliza por naturaleza, y por sus frutos se conocerá si está sana.

Nos quejamos de la crisis, de esta sociedad, de la corrupción moral y su falta de valores…pero dejamos la educación de nuestros hijos en manos de la televisión que preside la casa y en manos de unos colegios que realmente no cumplen la función de cambiar la sociedad.

Como decía Woody Allen en “Celebrity”: tenemos las celebridades que merecemos; y yo diría que igual pasa con los colegios en la Iglesia…

Y la pregunta que sigue, para otro post, es pensar qué parte de responsabilidad tenemos como Iglesia en la sociedad contemporánea, en la falta de fe y de valores, pues al fin y al cabo hemos educado a una gran parte de esa población que está resultando tan poco cristiana.

 

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