Martes, 23 de abril de 2024

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Peregrinación a Medjugorje: 1. Qué es Medjugorje

por Contemplata aliis tradere

 

                               
El 24 de Junio de 1981 un grupo de niños se presentaron una tarde en sus casas diciendo a sus padres que habían visto a la Virgen. Uno tras otro llegaron a casa gritando: “Mamá, he visto a la Gospa”. Las familias y mucha gente sencilla del pueblo creyeron a los niños y a los pocos días eran ya multitud los que se acercaban al monte de las apariciones. Sucedió este hecho en un pueblito de la antigua Yugoslavia llamado Medjugorje.


Hoy después de muchas convulsiones políticas y de las guerras que se han sucedido, Medjugorje queda enclavado en la federación Bosnia, en la parte de Herzegovina. Su población es croata y, aunque Bosnia no pertenece políticamente a Croacia, parte de la población, por lengua, raza y religión se siente croata. Fue en ese mes de junio cuando un niño de diez años, llamado Jakov y otros cinco adolescentes un poco mayores, afirmaron un día haber visto a la Virgen. Los nombres de los otro cinco son Iván, Marija, Mirjana, Ivanka y Vicka.

      
La noticia corrió como la pólvora y comenzó la afluencia de público. Como es lógico, ante el movimiento masivo de gente, las autoridades civiles se inquietaron. En 1981 Yugoslavia estaba dominada todavía por el duro régimen comunista que, aun después de muerto el dictador Tito, estaba intentando crear una gran nación, bajo hegemonía serbia y con capital en Belgrado, compuesta por Serbia y otros seis estados menores no fáciles de aglutinar. Este intento significó poco tiempo después el estallido de varias guerras crueles. Al principio de las apariciones todos estos estados no habían iniciado su emancipación y vivían sometidos a los dictados de Belgrado. Este régimen marxista, ateo y perseguidor, interpretó el tema de las apariciones como una estratagema contrarrevolucionaria de la Iglesia. Desde esa convicción comenzó pronto a tomar parte en el asunto.

      
La zozobra e inquietud no se limitó a la parte civil. Ocurrió lo mismo en la parte religiosa. La parroquia de Medjugorje, regida por franciscanos, temió que estos sucesos, como tantas veces, no fueran más que una nueva trampa que el régimen político se inventaba para burlarse de la Iglesia y torpedear su misión. El párroco, padre Jozo, sólo llevaba unos meses en dicha parroquia y apenas conocía a la gente y menos a los videntes, máxime cuando alguno de ellos ni siquiera vivía en ese pueblo.

   
El tema es que pronto comenzaron los interrogatorios a los niños por ambas partes. La policía, a veces, con los padres de los niños llorando, les sometió a continuas vejaciones, halagos y toda clase de inventos para hacerles confesar el engaño. El párroco, ayudado por otros franciscanos, hizo también por su parte lo indecible para que los niños desistieran de propalar embustes semejantes. Los niños, más tarde, llegaron a decir que la policía había sido menos dura que los sacerdotes.

      
Nadie pudo con ellos. Como decía una de las niñas: “Lo veo y lo veo”. A otra que le preguntaron: “¿Estás segura de que ves a la Virgen?”, respondió: “Estoy más segura que todos los seguros”. Su convicción y firmeza no se limitaron a aquellos primeros años. Hace 31 años que sucedieron los primeros eventos y los seis, ahora ya mayores, casados y con familia, siguen firmes en su convicción y afirmaciones. No sólo afirman que la Virgen se les apareció sino que se les sigue apareciendo muy frecuentemente.

 

      
La lucha por la autenticidad de las apariciones sigue viva. Hoy es el día en que el obispo de Mostar, al que pertenece la parroquia de Medugorje, no las admite y más bien habla de estafa. Dicha parroquia está actualmente en interinidad precaria porque el obispo no quiere hacer nombramientos. Por su parte, la orden franciscana, oficialmente, además de no reconocerlas, ha puesto en entredicho a los padres que han llevado adelante la dirección espiritual y la atención al creciente número de peregrinos que acuden a rezar allí en peregrinación.

     
Es un tema teológicamente muy serio. Al fin y al cabo, al obispo es al que pertenece discernir estas cosas. Por otra parte, si es cierto el dicho de que “por sus frutos los conoceréis”, hay que admitir que ninguna pastoral en el mundo es capaz de reunir a tantos miles de jóvenes, ninguna es capaz de hacer que tantos desheredados de la vida se sientan salvados con un rosario en la mano. El obispo no lo admite pero en muchas misas que he concelebrado allí nunca hemos sido menos de cuarenta sacerdotes. Lo mismo pasa con los franciscanos: sus autoridades no lo admiten, pero la cantidad de franciscanos, ellos y ellas, que he visto, sobre todo jóvenes, pone muy en duda el discernimiento de sus superiores. Gracias a Dios el Vaticano ha tomado cartas en el asunto y formó una comisión para estudiar el tema cuyas primeras conclusiones se esperan dentro de poco tiempo.

      
La pequeña peregrinación de Madrid con la que he venido no es quién ni le interesa juzgar la autenticidad de estos hechos. Somos un grupo de personas privadas que no representamos a nadie. Venimos atraídos por la experiencia espiritual que muchos amigos han tenido aquí y no para imponer ningún discernimiento acerca de la sobrenaturalidad de las apariciones. Los que viven en esta tierra y se conocen bien a sí mismos son los que deben hacerlo. Nos preguntamos, sin embargo, ¿qué significa en este caso autenticidad? Los que niegan las apariciones, a veces con tanto furor, ¿qué entienden por aparecerse la Virgen? Niegan la sobrenaturalidad de estos hechos. ¿Tienen tan bien catalogados los modos y maneras con los que puede hacerse presente lo sobrenatural entre nosotros? ¿De qué burdo realismo nos están hablando? Por otra parte, ¿es posible que seis niños sean capaces de formar este revuelo durante más de treinta años? El obispo apela a una obediencia a rajatabla porque él no cree en las apariciones, pero ¿quién pone compuertas al mar? ¿Qué conflictos personales o económicos hay debajo de todo esto? ¿Sería igual si la parroquia fuera de diocesanos en vez de franciscanos? Dada la realidad, ¿no sería mejor que todos se guardaran de pronunciar palabras duras y dejar que el tiempo resuelva el conflicto? ¿No fue condenado Santo Tomás de Aquino por el obispo de París? ¿No llevaron al dominico Savonarola a sus cuarenta y seis años a la hoguera por predicar contra la curia romana? Pues bien, ahora le quieren canonizar. Todo parece indicar que el asunto de Medjugorje es uno más entre tantos episodios que a lo largo de los siglos han enfrentado a la institución con el carisma.

      
La mayoría de los que vamos a Medjugorje lo hacemos de una manera privada, atraídos por la experiencia espiritual que muchas personas han sacado en anteriores visitas. Lo que el peregrino puede percibir en Medjugorje es que, teológicamente, tanto al culto como a  la palabra que se predica, no se le pueden poner peros, aunque las homilías sean casi siempre  larguísimas, teóricas y poco acomodadas a la realidad del público que tienen delante. Lo que suceda por dentro en cada peregrino pertenece a otro orden de cosas. De internis non judicat Ecclesia. Hay dos cosas muy claras: que las experiencias personales son muy reales y que este humilde lugar atrae cada vez a mayor número de peregrinos.

      
La fama de estas pretendidas apariciones ha llegado también a España. Desde hace años se vienen organizando bastantes peregrinaciones para ir a rezar a Medjugorje. Por la razón que sea, existe entre nosotros una mentalidad poco favorable a tales formas de manifestaciones espirituales. A muchos les parece que con Lourdes y Fátima ya vale. Otros no soportan el secretismo y la comunicación por medio de mensajes, algunos de ellos de tipo apocalíptico y muy integrista. Hay un rechazo instintivo en mucha gente a la que no le gusta que la piedad cristiana se encauce por derroteros poco bíblicos y sustitutivos, según ellos, de la palabra de Dios.

      
El caso es que yo, participando de estas prevenciones mencionadas, me dejé enrolar en la pequeña peregrinación mencionada de veintitrés personas, que llevamos conviviendo juntas muchos años y nos conocemos muy bien. Algunas de estas personas ya habían estado en Medjugorje y nos convencieron para que les acompañáramos. El nivel espiritual de este grupo es muy alto, ya que son personas que pertenecen a la Renovación carismática y se han tomado en serio en su vida la fuerte experiencia del Espíritu Santo que se engendra en dicha corriente de gracia. Personalmente, no tenía muchas ganas de ir y no estaba motivado suficientemente. Lo hice porque no me gusta cerrarme a nada y dado el creciente número de adeptos que Medjugorje congrega y con los que tengo que tratar, me pareció sabio el ir a hacer una experiencia personal.

       
Por eso, el sábado 7 de julio del 2007 fui por primera vez a Medjugorje. En este verano de 2012 he realizado mi cuarto viaje o mejor peregrinación. Mi recorrido fue, en los cuatro desplazamientos, de Madrid a Dubrovnik, en Croacia. El viaje en avión dura cerca de tres horas. En el aeropuerto de Dubrovnik nos recogió un autobús, que por una carretera estrecha y llena de curvas nos acercó a Medjugorje. En un principio la carretera bordea el mar, que está plagado de islas, rías y ensenadas. El agua es casi color esmeralda bajo un cielo precioso, azul celeste. Como el aeropuerto está al sur de la ciudad, dejamos Dubrovnik a nuestra izquierda y seguimos nuestra ruta  dirigiéndonos hacia el norte por la orilla de un mar en el que había muchos criaderos de mejillones. En sus bordes y orillas la piedra y el acantilado no dejan espacio a ninguna playa.

       
Hicimos una parada para comer algo y nos sorprendió gratamente lo barato que resulta aquí comer de restaurante. Tienen moneda propia, pero en los círculos turísticos casi sólo funciona el euro. Los croatas esperan entrar en Europa en muy pocos años; aún no pertenecen a la Unión Europea. Todo nos parecía barato, menos la gasolina. Por desgracia, para naciones tan pobres, el precio de ésta es tan alto o más que en España. A las señoras les llamó mucho la atención lo altos y guapos que son los mozos croatas y bosnios.

       
Al término de la comida subimos de nuevo al autobús. Aún nos faltaban dos horas de viaje; total para recorrer los 135 kilómetros que separan Medjugorje del aeropuerto de Dubrovnik. En un determinado momento girando a la derecha nos dirigimos hacia el interior del país. El paisaje hasta ahora había sido bonito porque todo estaba verde y cubierto de arbustos; sin embargo, la sensación era de gran pobreza. No hay bosques ni cultivos, ni una vaca, una oveja o algo que diera impresión de riqueza. Al penetrar en el interior pronto vimos alguna vega a orillas del río Neretva, el que pasa por Mostar, capital de Herzegovina. Aquí los cultivos eran normales para esta latitud con toda clase de árboles y plantas mediterráneas. No obstante, fuera de las vegas, el monte era pura piedra de una esterilidad total.

      
El viaje se suele hacer largo, no tanto por los kilómetros sino por la limitación de velocidad debido a la estrechez de la carretera, a las continuas curvas y, también, a los pasos fronterizos ya que pasamos de Croacia a Bosnia, de Bosnia a Croacia, y finalmente de Croacia a Bosnia. En uno de esos pasos, suelen pedir el pasaporte. Actualmente para los españoles basta el carné de identidad. Al llegar la primera vez a Medugorje me alegré de no ver golondrinas ni vencejos, lo cual es señal de que no había mosquitos, como así resultó ser. No me picó ni uno solo, pese a que soy proclive y dormía con la ventana abierta. Otros, al parecer, no tuvieron la misma suerte.

      
Antes de comenzar el relato espiritual de la peregrinación quiero decir dos palabras sobre la historia y la situación política actual de estos países balcánicos. La que fue hasta hace poco nación yugoslava está compuesta ahora por siete países independientes: Serbia, Croacia, Eslovenia, Bosnia, Macedonia, Montenegro y Kósovo. Siete países a los que no separa ni el origen ni la raza ni la lengua. La lengua es básicamente la misma, con diferencias dialectales que no impiden que se entiendan todos. Como nos decía una de las guías: “La lengua, que es la misma, la hacen diferente porque quieren ser diferentes”. Dicha lengua es de origen eslavo. En cuanto a la raza se debe decir lo mismo que lo dicho de la lengua. Se trata de la misma raza y el mismo perfil externo: Son gente de estatura alta, blancos, de pelo negro, ojos claros, muchas veces azul celeste, en general gente elegante pero de apariencia dura, no muy acogedora ni de modales suaves. Todos ellos formaron un pueblo bárbaro, de los que rodearon el imperio romano, que vinieron, al parecer, del Golfo Pérsico, huyendo de otros pueblos bárbaros más agresivos como fueron los Hunos.

      
Todo esto sucedió a principios de la era cristiana. La historia, sin embargo, poco a poco, no sólo les ha hecho diferentes sino que ha creado entre ellos odios y divisiones difíciles de soldar. Quizás sea el tema religioso el que más ha profundizado la división. Por una parte, Serbia, más cerca de Constantinopla, pertenece a la Iglesia ortodoxa. En esta Iglesia, desde siempre, la unión de la Iglesia y el Estado simbolizada por el escudo con el águila bicéfala, ha hecho del cristianismo un siervo fiel y potenciador de todas las aspiraciones políticas del Estado. Lo que llamamos nosotros un nacional-cristianismo total. Los sacerdotes forman parte de la burocracia y funcionariado estatal. En ese status, la religión, más que a Jesucristo, sirve a los intereses de la raza, de la política y de la identidad nacional. Tito, apoyado en esta mentalidad y en el orgullo patrio que engendra, quiso hacer de toda Yugoslavia un país en el que Serbia marcaría las pautas. Sin embargo, el sueño de la Gran Serbia lo único que ha producido, como hemos dicho, ha sido guerra y división.

       
En efecto, a la muerte de Tito en 1980 la inestabilidad se instaló en todo el territorio. En 1989 asumió la presidencia de la República Federal de Yugoslavia Solovodan Milósevic, bajo la idea de consumar la realización de la Gran Serbia y lo único que consiguió fue una sucesión ininterrumpida de guerras de liberación que asolaron el país y lo llenaron de crueldad y tragedia. Eslovenia, la región más centroeuropea, se separó rápidamente. Más tarde se inició una guerra entre los dos países más grandes y significativos, Croacia y Serbia. Después de mucho sufrimiento y desastre, Croacia consiguió la independencia. Más tarde, en 1991, le tocó el turno a Bosnia, que también logró la independencia, si bien después se enredó en una guerra civil entre cristianos y musulmanes. Lo mismo sucedió con Macedonia. Y, finalmente, Montenegro y Kósovo también se han separado recientemente de Serbia, que para más humillación se ha quedado sin salida al mar.

      
Medjugorje pertenece, pues, a la federación Bosnia donde hay dos partes bien diferenciadas: Bosnia y Herzegovina. Su matrícula es BIH. El estado Bosnio está compuesto de una mayoría musulmana, un treinta por ciento de serbios ortodoxos y un quince por ciento de croatas católicos. En Bosnia cohabitan musulmanes y serbios, en Herzegovina musulmanes y croatas y tienen a Mostar por capital. A treinta kilómetros se halla situada Medjugorje. Cohabitan, por tanto en el mismo estado bosnio tres religiones de difícil conciliación: los musulmanes, los serbios ortodoxos y los croatas católicos. No es fácil describir los sufrimientos que estas guerras acarrearon. Apenas hay familia que no tengo uno o varios muertos. El odio y la enemistad, larvada ya en siglos anteriores, eclosionó plenamente con las contiendas reseñadas. A esto hay que añadir el empobrecimiento económico que les ha llevado a la cola de Europa en renta per cápita. A una de las guías, cuando en el autobús nos quiso contar estos sufrimientos, se le entrecortaba la voz hasta el punto de no poder hacerlo. Todos nos dimos cuenta y no se le hizo ni una pregunta más. Ella perdió a su padre en la guerra, lo cual significó un golpe durísimo. Sentada a mi lado me decía que hoy a una persona sola, como ella se sentía, le era muy difícil salir adelante en Bosnia. Este año termina periodismo y no ve su futuro nada claro.

 

      
Yo, en mi corazón, le exijo a Europa que sea algo más magnánima. Que asuma de una vez a estos países aunque no estén preparados. Queremos redimir los males del tercer mundo y no lo hacemos con nuestro propio tercer mundo europeo. Al fin y al cabo tampoco es tanto; todos estos países juntos tienen un territorio como la mitad de España. Pues bien, en estas tierras de pobreza y de guerra, de adoctrinamiento exhaustivamente ateo y marxista durante decenios, es donde unos niños afirmaron y lo siguen haciendo, que se les aparece la Virgen y que les ha dicho que Dios existe, que ella es la Reina de la paz y que nos quiere enseñar a reconciliarnos, porque de lo contrario a todos nos irá muy mal.

 

fraychusvillarroel@yahoo.es 

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