Jueves, 25 de abril de 2024

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La conversión pastoral

por Cerca de ti

Instrumentum laboris (IV)

La conversión pastoral

He aquí una síntesis del capítulo “Renovar la acción pastoral”, cuarto y último del Instrumento de trabajo, el documento que servirá de base para el encuentro de obispos que tratará el tema de “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, en Roma, desde el 7 al 28 de octubre del presente año.

En cada tiempo la evangelización buscó adaptar el mensaje cristiano “con los conceptos y en la lengua de cada pueblo” (IL 129). Los profundos cambios sociales y culturales que se van procesando en el presente, sumados a una “comprensión cada vez más clara de las formas de transmisión de la fe […] han dado lugar, dentro de la Iglesia a un dilatado proceso de reflexión y de revisión de sus prácticas pastorales” (IL 130), especialmente de aquellas relativas a la iniciación en la fe y al primer anuncio. La evangelización “no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre” (Benedicto XVI).

La iniciación en la fe

De la revisión y adecuación de la práctica de la iniciación cristiana así como de la competencia de la Iglesia para presentar su fe y dialogar con el mundo, “dependerá el rostro futuro del cristianismo” (IL 131). Aunque permanece un número estable de personas que solicitan el bautismo en la adolescencia y la vida adulta, se sigue verificando que el sacramento del bautismo se celebra principalmente en la etapa que sigue al nacimiento del niño, pero se constata con fuerte preocupación “el surgimiento de opciones de parte de padres bautizados de diferir el bautismo del propio hijo, según diversos motivos, de los cuales el más frecuente está relacionado con la posibilidad de una opción libre del sujeto, una vez que es adulto” (IL 132).  

“Además, parece cierto que la estructura del catecumenado, con referencia al Ordo Initiationis Christianae Adultorum [= Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos], es el instrumento adecuado para realizar una reforma del camino de ingreso en la fe de los más pequeños. […] De hecho, muchas iglesias han dado forma a una especie de ´catecumenado post-bautismal´, para reformar las prácticas de adhesión a la fe y superar la fractura entre liturgia y vida, para que la Iglesia sea realmente una madre que engendra a sus hijos en la fe” (IL 134). El documento cita aquí al Catecismo de la Iglesia Católica (nº 1231): “Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis”. En definitiva, la “pastoral bautismal es asumida como uno de los lugares prioritarios de la nueva evangelización” (IL 135). 


La reforma de la catequesis de niños debe inspirarse en la estructura del catecumenado, la cual a su vez está orientada por el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos.


En otro orden de preocupaciones, la unidad teológica entre los sacramentos de la iniciación cristiana –bautismo, confirmación y eucaristía-, que se encuentra disociada en la práctica pastoral -la cual, a su vez, difiere según la diócesis de que se trate-, constituye una problemática que debe ser objeto de atención por parte del Sínodo: “Es necesario comprender mejor, desde el punto de vista teológico, la secuencia de los sacramentos de la iniciación cristiana, que culmina con la Eucaristía, y reflexionar sobre modelos para traducir en la práctica la augurada profundización” (IL 137).  

El anuncio de la fe 

“Entendido como un instrumento de propuesta explícita, o mejor aún como proclamación del contenido fundamental de nuestra fe, el primer anuncio se dirige ante todo a aquellos que todavía no conocen a Jesucristo, a los no creyentes y a aquellos que, de hecho, viven en la indiferencia religiosa” (IL 139). En rigor, aunque en la práctica esto no resulte fácil de distinguir y proponer, el primer anuncio, que busca despertar la conversión, tiene que articularse con otras formas de anuncio destinadas más bien a revitalizar una fe ya existente. “Se trata de una doble atención que forma parte de la misma acción pastoral. El instrumento del primer anuncio estimula a las comunidades cristianas a dar espacio a la fe de las personas, tanto de aquellas internas a las comunidades, como de aquellas externas” (IL 140). “Por lo tanto, el primer anuncio tiene necesidad de formas, lugares, iniciativas y eventos que permitan llevar dentro de la sociedad el anuncio de la fe cristiana” (IL 141). 

El Instrumentum Laboris refiere que “es causa de preocupación en muchas respuestas la escasez del primer anuncio en la vida cotidiana, que se desarrolla en el barrio, dentro del mundo del trabajo. La impresión común es que sería necesario trabajar mucho para sensibilizar a las comunidades parroquiales a una urgente acción misionera” (IL 142), y según las respuestas “emerge la exigencia de ayudar a las comunidades cristianas locales, comenzando por las parroquias, a adoptar un estilo más misionero de la propia presencia dentro del tejido social. Se insiste para que nuestras comunidades, al anunciar el Evangelio, sepan suscitar la atención de los adultos de hoy”, “y que vivan con serenidad formas de afirmación pública de la propia fe” (IL 138). 

Se constata la presencia de prácticas pastorales idóneas para el anuncio renovado de la fe. Así el caso de las distintas formas de predicación, ya sea por supuesto en la homilía dominical, como en aquellas que tienen lugar en funerales, bautismos, matrimonios, fiestas, misiones populares y novenas… El documento invita a preparar con cuidado y prestar atención “al corazón del mensaje que se desea transmitir, al carácter cristológico que deben tener, al uso del lenguaje, que debe suscitar la escucha y la conversión de la asamblea” (IL 143). El sacramento de la reconciliación es visto también como un espacio privilegiado para anunciar la fe, la misericordia y despertar la conversión del corazón.Para ello es necesario respetar las orientaciones del ritual, que pide “se comience con la proclamación de un pasaje bíblico a la luz del cual se pueda examinar la propia conciencia, y discernir la propia distancia respecto a la voluntad de Dios y del Evangelio” (IL 144). Una tercera práctica pastoral muy favorable al anuncio de la fe es la relativa a las peregrinaciones y devociones, en que “las personas pueden ser introducidas en la vía experimental en la fe y en los grandes interrogantes existenciales, que tocan también la conversión de la propia vida” (IL 145).

 

“Se insiste para que nuestras comunidades, al anunciar el Evangelio, sepan suscitar la atención de los adultos de hoy” (IL 138).

El documento hace referencia a otras instancias “como instrumentos capaces de dar forma a la exigencia del primer anuncio”, como ocurre con las misiones populares, “organizadas en el pasado a intervalos regulares en las parroquias, como una forma de despertar las inquietudes espirituales de los cristianos del lugar” (IL 146), o con la preparación al sacramento del matrimonio, o en la visita y atención a los que sufren y a los enfermos.

Fe, educación, conocimiento

Evangelizar es también educar a la persona para que sea ella misma. De allí la profunda participación de la Iglesia en escuelas y universidades en todo el mundo para “ofrecer una presencia significativa en el mundo de la escuela y de la educación” (IL 147), participación que en palabras del Papa se encuadra en una “emergencia educativa”, “aludiendo a la especial urgencia de transmitir a las nuevas generaciones los valores básicos de la existencia y de un recto comportamiento” y haciéndose eco de la solicitud tanto de padres como de docentes y de amplios sectores sociales, que “ven minada las bases mismas de la convivencia” (IL 149), y encuentran en el esfuerzo de la Iglesia “una contribución a la sociedad para sacarla de la crisis educativa que la aflige” (IL 150).

Buscando caracterizar dicha crisis, el Papa se ha referido a sus raíces: “Una raíz esencial consiste, a mi parecer, en un falso concepto de autonomía del hombre: el hombre debería desarrollarse sólo por sí mismo, sin imposiciones de otros, los cuales podrían asistir a su autodesarrollo. […] La segunda raíz de la emergencia educativa yo la veo en el escepticismo y en el relativismo o, con palabras más sencillas y claras, en la exclusión de las dos fuentes que orientan el camino humano. La primera debería ser la naturaleza; la segunda, la Revelación. […] Por esto es fundamental encontrar un concepto verdadero de la naturaleza como creación de Dios que nos habla a nosotros” (IL 152).  

La misma problemática suscitada en torno a la relación entre fe y educación, se revive en la relación entre fe y conocimiento. En este sentido, Benedicto XVI ha hablado de la necesidad de una “ecología humana”, que se oriente hacia “una comprensión del mundo y del desarrollo de la ciencia que tenga presente todas las exigencias del hombre, comprendidas la apertura a la verdad y la originaria relación con Dios” (IL 153). Se trata, una vez más, de la relación entre fe y razón. Benedicto XVI ha frecuentemente abierto el debate de la complementariedad entre la fe y la razón. La fe ensancha los horizontes de la razón y la razón preserva la fe de posibles derivaciones irracionales, o de los abusos de la religión” (IL 156).

El fundamento de la evangelización

El “secreto último de la nueva evangelización es la respuesta a la llamada a la santidad de cada cristiano. Puede evangelizar sólo quien a su vez se ha dejado y se deja evangelizar, quien es capaz de dejarse renovar espiritualmente por el encuentro y por la comunión vivida con Jesucristo. El testimonio cristiano es un conjunto de gestos y palabras […] Nos convertimos en testigos cuando, por nuestras acciones, palabras y modo de ser, aparece Otro y se comunica”. Por esto, “el problema de la evangelización no es una cuestión organizativa o estratégica, sino más bien espiritual” (IL 158). Llegan hasta nosotros las palabras de Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio” (41).

Y también aquellas otras de Juan Pablo II: “He repetido muchas veces en estos años la ´llamada´ a la nueva evangelización. La reitero ahora, sobre todo para indicar que hace falta reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés. Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apremiante de Pablo, que exclamaba: ´¡ay de mí si no predicara el Evangelio!´ (1 Co 9,16). Esta pasión suscitará en la Iglesia una nueva acción misionera, que no podrá ser delegada a unos pocos ´especialistas´, sino que acabará por implicar la responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios. Quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo. Es necesario un nuevo impulso apostólico que sea vivido, como compromiso cotidiano de las comunidades y de los grupos cristianos” (Novo millennio ineunte 40; IL 165).

Un llamado a la alegría

“Entre los obstáculos a la nueva evangelización debe mencionarse la falta de alegría y de esperanza […]. A menudo esta falta de alegría y esperanza es tan fuerte que incide en la misma vida de nuestras comunidades cristianas. La nueva evangelización es propuesta en estos contextos como una medicina para dar alegría y vida, contra cualquier tipo de miedo” (IL 168). “Por tanto, afrontemos la nueva evangelización con entusiasmo. Aprendamos la dulce y reconfortante alegría de evangelizar, aun cuando parezca que el anuncio sea un sembrar entre lágrimas. […] Y ojalá que el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza- pueda recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuyo vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (IL 169).

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