Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

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En vísperas de la fiesta de la Asunción de María

por Lolo, periodista santo

 Carta por avión a una mujer nazarena

Con sello de urgencia

Manuel Lozano Garrido

 Revista “MIRIAM” 3 diciembre 1970

A una mujer del Nazaret con luces de neón, colectividades y tractores: del Nazaret de hoy, metido como una punta de lanza en el futuro. A la mujer de un carpintero que barniza con pinturas de plástico; la que compra en mercados con frigoríficos y cruza calles que anuncian a Chalton Houster.

            Para ti escribo en papel de seda una carta mecanografiada que luego he de meter en sobre con ribetes azules o amarillos. Un hombre de ahora teclea y te dice las cosas con idéntico nudo con que tramita en cualquier ventanilla una solicitud de piso o de anticipo, con el mismo afán que los vendimiadores o los artesanos de hace veinte siglos llegaban cada tarde a la casa de la viuda de José para interesarla en la curación de un niño.

            A Ti, Virgen del Tiempo, Santa María del 1961, siempre Madre, y limpia, y vigente entre televisores, torretas de petróleo y quirófanos, Dolorosa del Congo y de Argelia, de los países subdesarrollados y la América que se agita, de las monedas desvalorizadas, los planes de industrialización o los niños con deberes en casa; María del Jesús de hace veinte centurias y del de ahora, porque no has sido hecha como esas figuras que están en los pedestales de las plazas con una levita de bronce y nunca notan que le llueve o hace sol porque ya son únicamente metal y recuerdo; Señora de ahora mismo, con unas palpitaciones que se oyen igual, o más fuerte, que el tic-tac del reloj que hay en la mesita de noche, con unas lágrimas y un dolor que mojan como cuando se aprieta el botón de la ducha, con una ternura que nos abarquilla y nos empapa como nosotros mismos al hijo que llora.

            A Ti, la actual, la presente, la palpitante, te escribo yo mismo con ansia, casi con violencia, agarrado furiosamente a una esperanza que apenas si se cubre con el sello de urgencia.

            Mira: como cuando cae una bomba y queda un vacío que hay que rellenar desde todas las esquinas del mundo te succiona la desolación de una humanidad de erizos. Por eso, hasta tu Nazaret de armisticio y de observadores de la O.N.U., van hoy las ansias de un corazón que quiere tomar tu mano y pasear tu santidad y tu fortaleza por entre los rascacielos, las chabolas, las carreteras, las campiñas y las selvas. No hay en el mapa un punto que no necesite de tu cicatriz. No hay bajo el sol un alma que no tenga hambre de tu cordialidad. Estamos orgullosos del siglo de la técnica y vivimos en cambio en el Cromagnón de la ternura. En cualquier cosa, en todas las cosas, chirría un algo que es como un reclamo de Ti. Haciendo un juego de azar, siempre se acierta con una exigencia tuya. Sin ir más lejos, en el sello que yo pongo a la carta, hay una lacra del mundo: la de los hombres y las mujeres que van por la vida como caracoles, con una bolsa a la espalda por todo hogar: gemelos tuyos del 1961, buscando como Tú una covacha.

            Por eso quisiera llevarte por aquí y por allí, por esa geografía de la riqueza insultante y la pobreza rabiosa, para que Tú diluyas como un azucarillo el sentido dulce y santo de la pobreza. También, por las rotativas; porque ya es hora de que los periódicos dediquen cinco columnas a la raíz positiva de la pureza que hace libres como se las dedican a las P. B., los Tonwsends o las Lanas Turnez. Por el palo de gallinero de la soberbia en que cada uno vivimos como gallos de pelea que reclaman ser apeados. Por todos y cada uno de nosotros, que hemos de estar con los hombres de las oficinas, las colas y los talleres con el alma rezumando los chorros de ternura de tu corazón-fuente. Por el trabajo, el sudor, la soledad y los dolores que hemos de dar alegremente, sin arrugar el entrecejo, sin desplegar los labios, con toda la entereza y la conformidad con que Tú “estabas” humildemente al pie de la Cruz.

            Fíjate: por todos sitios no hay sino voces, algarabías y carreras. Es que le tememos al silencio, a la soledad y al dolor, al ancho y fecundo silencio, la soledad y el dolor de tu vida entera a puerta cerrada.

            Mujer, Madre y Dolorosa del Nazaret de entonces y de ahora: acércate y haz de cada corazón un Nazaret infinito; que los hombres nos abramos como árboles en hora de cosecha y tu gracia nos cuelgue de las ramas, como las frutas a punto.

            Y ya cierro esta carta con prisa, le pongo sello de urgencia y la entrego para que te la lleve el avión de mi plegaria que tiene ya rugiendo sus motores.

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