Martes, 23 de abril de 2024

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Hay que arrodillarse

Hay que arrodillarse

por Mientras el mundo gira

Tenemos a nuestra disposición tantos textos pontificios que lo habitual es que no les dediquemos atención y dejamos escapar verdaderos tesoros. Yo el primero. Leía el otro día un blog italiano que se hacía eco de las palabras del Papa en su homilía del Jueves Santo acerca del sentido del arrodillarse como gesto irrenunciable de adoración. Decía el Papa:

“Antes de reflexionar sobre el contenido de la petición de Jesús, debemos prestar atención a lo que los evangelistas nos relatan sobre la actitud de Jesús durante su oración. Mateo y Marcos dicen que «cayó rostro en tierra» (Mt 26,39; cf. Mc 14,35); asume por consiguiente la actitud de total sumisión, que ha sido conservada en la liturgia romana del Viernes Santo. Lucas, en cambio, afirma que Jesús oraba arrodillado. En los Hechos de los Apóstoles, habla de los santos, que oraban de rodillas: Esteban durante su lapidación, Pedro en el contexto de la resurrección de un muerto, Pablo en el camino hacia el martirio. Así, Lucas ha trazado una pequeña historia del orar arrodillados de la Iglesia naciente. Los cristianos con su arrodillarse, se ponen en comunión con la oración de Jesús en el Monte de los Olivos. En la amenaza del poder del mal, ellos, en cuanto arrodillados, están de pie ante el mundo, pero, en cuanto hijos, están de rodillas ante el Padre. Ante la gloria de Dios, los cristianos nos arrodillamos y reconocemos su divinidad, pero expresando también en este gesto nuestra confianza en que él triunfe".

La del Papa es una voz que clama, alta y fuerte, en el desierto de una Iglesia en la que cada vez se arrodilla menos la gente. De una Iglesia donde se habla mucho de imitar a los primeros cristianos pero que luego rechaza, entre otros, este gesto de comunión que conformaba a esas primeras comunidades.

Dios se ha encarnado y nuestra religión es la religión de esta encarnación que santifica lo material. El hombre está hecho de alma y cuerpo, intrínsecamente unidos e influyéndose mutuamente. Por ello el cuerpo debe adorar para que el alma adore, porque quien adora a Dios es el hombre pleno. Lo demás, lo de adorar en nuestro interior sin que nuestro cuerpo se ponga en actitud de adoración vale para los ángeles, pero no para los hombres. Esta profunda sabiduría es la que nos enseña Jesús con su ejemplo y nos recuerda el Papa con palabras claras y vigorosas.

Claro que el arrodillarse no es la actitud óptima: lo óptimo es la postración, rostro en tierra, gesto en el que mostramos nuestra máxima entrega y sumisión a nuestro Creador. Ya se entiende que por motivos prácticos esta práctica se reduzca a muy pocas ocasiones, pero hablaba el otro día con un amigo que había tenido la oportunidad de rezar postrado en el suelo y me hablaba de lo potente del gesto y de cómo todo él se estremecía sintiendo fuertemente la presencia de Dios. Ahora que muchos dicen que hay que probarlo casi todo en esta vida, no estaría mal que los cristianos probásemos esta experiencia. Y si no nos vemos capaces, al menos adoremos a nuestro Señor de rodillas.

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