Martes, 23 de abril de 2024

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Frases para una guerra II

por Cuestión de vida

«Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad». Churchill

Lo que estamos viviendo es una tragedia, eso nadie lo duda. Sin embargo, en nuestra vida, tanto de forma individual como colectivamente siempre ha habido y siempre va a haber sufrimiento. Creo que la cuestión no está en ser optimista o pesimista sino en ser o no católico, en confiar en Dios o no confiar en Él; ahí está la diferencia, porque sufrir, vamos a sufrir todos, más o menos, antes o después, de una manera o de otra, pero de esto no nos libramos. La diferencia está en sufrir con Dios o sufrir sin Dios.

Dios permite que suceda el mal solo en la medida en que puede sacar bienes de él. Numerosos santos nos recuerdan esto mismo:

«Todo procede del amor, todo está ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este fin» (Santa Catalina de Siena).

«Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor» (Santo Tomás Moro)

«Yo comprendí, pues, por la gracia de Dios, que era preciso mantenerme firmemente en la fe y creer con no menos firmeza que todas las cosas serán para bien... Tú verás que todas las cosas serán para bien» (Juliana de Norwich).

Uno de los problemas que nos surgen a la hora de tener esta actitud ante el sufrimiento es que lo que nos sale es preguntarnos por qué y no para qué, y esto es justamente lo que nos dice Churchill en esta frase, la calamidad vendrá, lo queramos o no, y la diferencia está en la actitud que tengamos frente a ella, de victimización y de rebeldía o de aceptación y confianza. Aceptación que significa ser realista, no ser inmovilista o resignarse y tener confianza en Dios, que supone darle un sentido a ese sufrimiento y buscar el para qué, aunque a veces no lo encontremos ni sea evidente.

Un católico no puede ser pesimista, porque sabe que finalmente Dios es el que dirige el mundo y su vida y Él nos ama y sabe lo que hace. Eso no quiere decir que el católico ni sienta ni padezca, pero sufre con sentido y sufre acompañado.

«Lo que pensamos de la muerte solo tiene importancia por lo que la muerte nos hace pensar de la vida» De Gaulle

Este juego de palabras del general De Gaulle nos hace reflexionar en que realmente no comprendemos la vida hasta que no nos topamos con la muerte. Y es que aquí no nos quedamos nadie, los hombres somos mortales, es una verdad más que evidente y sin embargo cuanto nos esforzamos por mirar hacia otro lado.

Vivimos preocupados por cómo va a ser nuestra vida en el futuro, pero no pensamos en cómo será nuestra vida después de pasar el umbral de la muerte. Pensamos que aun nos quedan muchos años, pero en realidad no sabemos si será dentro de 50 años o de 50 minutos.

Pensar en la muerte nos hace apreciar más la vida, valorar más lo que es verdaderamente importante y lo que es accesorio, valorar más a las personas y menos las cosas, tomarnos más en serio para que estamos en este mundo y quizá, espero que pensar que nuestro destino eterno no está señalado, sino que depende de lo que hayamos hecho en esta vida y de nuestra aceptación de Dios.

«Los hombres, en ocasiones, tropiezan con la verdad, pero la mayoría de ellos se levantan y corren como si nada hubiera pasado.» Churchill

Si hay algo que caracteriza nuestra decadente sociedad y que es el arma principal del mal es la mentira. No sin razón se dice que el demonio es el «padre de la mentira». Últimamente debe de estar muy contento porque le han salido muchos alumnos aventajados que están haciendo sombra al mismísimo maestro del engaño.

Esta frase nos hace pensar no solo en la mentira que nos cuentan otros y que nos creemos o queremos creernos, sino en la mentira que nos contamos a nosotros mismos, está es aún más peligrosa.

La verdad nos hace libres pero tiene un pequeño problema, es que pone al descubierto nuestra oscuridad, nuestras obras malas, nuestra pobreza… y esto escuece, así que preferimos vivir en una cómoda mentira que en una verdad incómoda.

En realidad, las cosas son de otra manera: la mentira no es cómoda, esto es también un engaño, vivir en la mentira es durísimo, una mentira llama a otra, un engaño cubre a otro y vamos al abismo, donde sinceramente no se está nada cómodo.

La verdad no es incómoda, lo que es incómodo es la soberbia que nos hace sentirnos mal cuando nos damos cuenta de que somos pobres, imperfectos, frágiles y dependientes, pero cuando asumimos que lo somos y ponemos nuestra confianza en que esta debilidad es más que cubierta y desbordada con la misericordia divina, ahí si que se está bien, vamos, en la Gloria.

 

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