Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Los niños cristianos probablemente sean los más sabios

por Luis Javier Moxó Soto

Me refiero no sólo a aquellos niños de Infantil y Primaria que, atentos a las sesiones de aula que imparten “sus profes de Reli”, están interesados en las mismas y muestran su curiosidad en las más variadas preguntas, que a muchos de ellos les preocupan. Hay más alumnos cristianos en los colegios que no están aprovechando una mejor formación y crecimiento de su fe, aunque lo son.

Son más sabios esos alumnos no porque sus profesores dispongamos de una extensa y variada formación, que en agunos casos podría ser, sino sobre todo porque el entorno en el que nos movemos hoy realmente está en declive cultural, perdiendo el más mínimo sentido, explicaciones y referentes de lo que se vive, se celebra y porqué, acerca de lo que es verdadero, importante, conveniente, relevante... y lo que no lo es. Así de básico y elemental.

Nosotros, profesores de Religión y Moral Católica, junto con otros docentes cristianos, somos los pocos que les explicamos sencillamente y adecuadamente a su edad, entre otras cosas, lo que se celebra en la Iglesia y la sociedad, con su correspondiente razón de ser o sentido, de una forma lo más completa posible, a la medida de la profundidad de sus preguntas.

Así, uno descubre que eso que se les explica, tanto las fiestas religiosas como las civiles, las preguntas últimas acerca de la vida (qué o quién soy, para qué estoy aquí y qué sentido tiene mi vida), y los tiempos fuertes del año litúrgico, por poner tres casos bien señalados, no tienen fuera de dicha asignatura una cancha en la que los alumnos se decidan del todo, y tampoco los demás docentes, a abordar desde una perspectiva seria fundamentada filosófica y/o teológicamente de modo preciso y contundente.

Todo ello, tanto la pregunta como la respuesta, la capacidad de apertura, deseo de verdad y curiosidad que la primera inicia, como lo que la segunda introduce o hace gustar, suponen un enriquecimiento humano y cultural mutuo que es difícil de traducir en toda su extensión y satisfacción personal.

Lo cierto es que descubres que, a poco que se profundice en el sentido de lo que se es, lo que se vive y el destino que se va realizando cada momento en la vida, ellos van haciendo de ti un mejor pedagogo, un mejor maestro que les introduce en la comprensión de la totalidad de lo real, y a la vez, ellos desarrollan, agradecidos, una mayor adhesión a la verdad de la realidad, lo que ésta tiene de permanente, bello y bueno.

De esta manera, no sólo resultan ser más cultos, que lo son, sino también más sabios en su sentido cristiano, pues están en la línea de la bienaventuranza de Jesús. Él siempre ha tenido preferencia por los más humildes y pequeños. El Evangelio en su totalidad es la verdadera sabiduría: las palabras y los hechos de Jesús. Dios ha decidido, porque así lo ha querido, manifestar esas cosas a los más pequeños y ocultarlas a los prudentes y sabios según este mundo.

Por eso, muchos o prácticamente todos, los niños cristianos, máxime si están inscritos en Religión y Moral Católica, no es que sean sus preferidos, sino que éstos buscan activamente, con sed en algunos casos, todo lo que tenga que ver con Jesucristo y la vida cristiana. Y Él se hace el encontradizo siempre ante quien le busca. No se deja ganar en generosidad y amor. Los niños cristianos se saben amados por un Dios, Creador, Redentor, Misericordioso y Salvador al que buscan, aman y rezan cada día.

No quiero decir con esto, entiéndase bien, que los no inscritos en Religión Católica no sean amados por Dios, ni mucho menos. Sino que si juzgamos solamente, según la actitud y predisposición de acogida personal de aquellos niños cristianos (de familias cristianas en su mayoría) que tenemos cada día en nuestras aulas de Religión Católica y en otras también, es fácil concluir que tienen muchas más ayudas para poder creer, con más razones, y sin duda están más preparados por Otro para ser más felices y encontrar una vocación de servicio a Dios y a los demás, en su vida.

Esa para mí, y no otra, es la clave de la sabiduría, y cada día doy gracias a Dios por encontrarme y aprender con ellos, mis alumnos cristianos. Pido para que esa semilla de la fe que van fructificando diariamente en multitud de gestos y palabras, no deje de crecer hasta su madurez y plenitud.

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