Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Si don Camilo fuera a la capilla asaltada de la Complutense…

por José Alberto Barrera

Alguna que otra vez voy a misa de diario a la capilla del campus de Somosaguas de la Universidad Complutense, porque me pilla de paso, tiene muy buen horario y su capellán el P.Rafael Hernando de Larramendi es un sacerdote excelente, de trato muy amable, de los que te transmiten paz celebrando.

El pasado viernes  no pude asistir a la misa de reparación que se organizó en el campus, pues andaba liado preparando un viaje, aunque confieso que los actos masivos de este tipo me dan un poco de alergia.

Viendo las caras de los asistentes en Libertad Digital no he podido evitar pensar que los periodistas han hecho un flaco favor a la Iglesia presentando los rostros de los cristianos circunspectos y llenos de gravedad.

De alguna manera se cumplía en la foto, no digo que fuera así en el ánimo de los presentes,  la caricatura que de la Iglesia ha hecho esta sociedad laicista en la que estamos imbuidos. Una Iglesia que se escandaliza de todo, que se defiende rosario en mano de las agresiones del mundo exterior, y que se ofende a la primera de cambio.

Sin restarle gravedad a lo ocurrido, que la tiene, quiero detenerme en que a veces sin quererlo caemos en la provocación entrando a trapo, sin pararnos a pensar dos veces si estamos haciendo el papel de “escandalizados” que la sociedad espera de nosotros.

A veces nos falta el sentido del humor, sobre todo para responder  a las algaradas y niñerías de unos cachorros de provocadores como son los estudiantes de ciencias políticas, que han demostrado estar hechos de bandiblú del más cutre, al publicitar su bravata en internet y luego retirarla a la primera amenaza de ponerles una denuncia.

 El propio P. Rafael comentaba en petit comité que iba a pedir un plus de peligrosidad por lo sucedido, demostrando que además de bueno por no darles dos bofetadas en el momento y no denunciarles después, sabe tener sentido del humor en medio de tanta tribulación como le han provocado.

Personalmente creo que la respuesta más cristiana a veces no está reñida con la salvaguarda de la legalidad y una cierta pedagogía para con el ofensor, y muchas veces pecamos de mojigatos y de pazguatos ante la opinión pública porque a la Iglesia se pone de perfil cuando hay problemas.

Imagínense que llegado el caso se cierra la puerta de la capilla, se llama a la policía y se identifica a todos los niñatos que desfilaron por la capilla como Pedro por su casa. Legalmente no pasaría nada, porque con el código en la mano uno tiene derecho a detener a un delincuente cuando se le pilla cometiendo un delito flagrante, en tanto no llegue la policía.

Por supuesto ellos denunciarían coacciones, y todo el mundo acabaría en comisaría. Después, si la cosa cayera en manos de un juez un poco creativo, se podría reconducir la situación a una condena suave para los “profanadores”. Digamos que la pena del artículo 524 del Código Penal en su mitad inferior: multa de 12 meses.

Lo bueno del sistema penal es que se podría plantear, de acuerdo con el fiscal y sus abogados, que en vez de pagar la ridícula multa que les caería, podrían ser condenados a cumplir esos meses trabajando en alguna institución de la Iglesia que tanto denostan.

Un buen sitio sería la casa de las hermanas de la madre Teresa, donde se cuidan ancianos y enfermos de sida, y como ese, cualquier otro de los que hacen con mil amores esas labores desagradables que los reivindicativos estudiantes de izquierdas parecen haber olvidado que también son parte de esa acción y esa lucha social por la que abogan.

Quizás con eso aprendían una lección, cambiaban de opinión respecto a la Iglesia y sus gentes, y quién sabe si incluso se convertirían, porque seguro que el P.Rafael que es un santazo bien se encargaría de tenderles una mano y atenderles cristianamente, como ovejas suyas del perdido campus de Somosaguas que son.

Con eso se cumpliría todo: justicia, perdón, reparación…y todos contentos y felices.

Pero claro, para eso hace falta ser un poco más don Camilos en la Iglesia; saber dar dos bofetadas cuando es necesario, y no caer en provocaciones estériles para acabar persignándose escandalizados cual viejecitas timoratas.



A mí por lo menos, eso me convencería mucho más que el acto de desagravio que se organizó, pues aunque estuvo bien, si no se actúa en lo legal y en lo personal (tratando de convertir a los agresores), para mi gusto se queda cojo.

Realmente la Iglesia tiene que ganarse el respeto del mundo en el que vive, aunque éste la persiga e insulte. No actuando más que en lo espiritual, parece que faltan ganas de educar en verdad a esta sociedad, y esa es la única manera de recuperar la autoridad moral que la Iglesia tiene, pero que tantas veces no sabe comunicar…

Los sucesos de Somosaguas son graves, pero es nuestra responsabilidad como creyentes  sacarles un provecho cristiano, que redima en lo espiritual, eduque en lo social, y repare en lo legal.

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