Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Carta abierta a Pablo Domínguez

por Rafa Cervera

Querido Pablo:

Hoy se cumplen dos años de aquel lunes que definió Don Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, como un día de muchas lágrimas. Hoy es el segundo aniversario del día que encontraron tu cuerpo en el Moncayo. Pocas horas antes habías partido al esperado encuentro para el abrazo eterno con el Padre.

Este blog va de deporte y, como tú eras un excelente montañero, tengo licencia para utilizarlo y rendirte un pequeño homenaje en este 16 de febrero en el que, ante todo, quiero mostrarte mi enorme gratitud.

¡Parece mentira! Mira que había estado en manifestaciones y juergas místicas varias en Madrid, pero no te llegué a conocer. Supe de ti a través de REL, cuando en el portal se explicaba que, quienes quisiéramos ver la película sobre tu vida, teníamos que escribir a los cines, quejarnos, hacer ruido…

Y, como a Juan Manuel Cotelo después de asistir a tu conferencia, me picó la curiosidad. Por supuesto que escribí, vi los trailers y seguí muy de cerca las noticias para saber cuándo se estrenaba la película en Barcelona. Curiosamente, cuando se hizo, no pude asistir por estar ¡en Madrid! Pero Loles, mi mujer, sí que lo hizo.

Antes de ver la película fui con mi hijo Santi a una conferencia que dio Cotelo sobre ella en la Universidad Abat Oliba, organizada por Ayuda a la Iglesia Necesitada. ¡Imagínate lo que nos interesaba a Santi y a mí el tema que nos perdimos la primera parte del partido de España-Honduras de la Copa del Mundo!

En la conferencia me encontré con el Padre Ramón Loyola y me impresionaron sus palabras:

“Esta no será una obra de arte, pero me ha tocado tanto el corazón como lo hizo La Pasión de Cristo, de Mel Gibson”.

Por fin, en verano, tuve la ansiada suerte de ver la película, junto a Santi, mi hija mayor María y mi madre. Obviamente, me impactó mucho y después la he visto hasta cuatro veces.

Creo firmemente que, tal como explicabas a las monjas cistercienses de Tulebras, se producen muchos milagros en los que ni siquiera reparamos. Tu vida, sin lugar a dudas, es un milagro, pero también lo es esta película.
 
Aunque me gusta mucho, entiendo muy poco de cine y me es imposible saber si La Última Cima puede ser clasificada de documental, obra de arte… Lo que sí sé es que, si por los frutos hemos de valorar las cosas, La Última Cima ha dado el ciento por uno: no sólo ha sido el documental más visto en España en un año y ha recaudado casi un millón de Euros.

¿Quién inspiró al director la idea de hacer la película? ¿Esperaba crear algo así? ¿Tener estos resultados? No lo sé, pero sin duda, Cotelo, quien siempre ha explicado su papel en todo esto con una discreción y humildad sorprendentes, fue capaz, como dirías tú querido Pablo, de esperar lo inesperado.

Buceando por Internet se pueden encontrar miles de testimonios bellísimos, testimonios que ninguna película española, independientemente de cuántos Goyas haya ganado o de ser un documental, ha sido capaz de generar.

“Yo debo a Pablo Domínguez mi vuelta a la Iglesia después de 30 años lejos de ella”, decía uno impactante.

Por mi parte, ahora que está ya la película en DVD, estoy haciendo toda la promoción de que soy capaz. La regalé en Navidad a mi madre y hace unos días, a mi padre (¡qué pena que no puedan compartir la misma copia!). La mandé a mis mejores amigos: a Álvaro, que acaba de tener una hija, a Pedro y Nacho, quienes han estado a mi lado en los momentos difíciles; pero también a mis ex jefes que me han despedido.

La Última Cima dignifica el papel del sacerdote, pero también el de cualquier ser humano, creado y amado por Dios. Pienso que tenemos en esta película una excelente herramienta para acercar gente a Dios, pues tú, Pablo, jamás hiciste distinciones a la hora de tratar a tus semejantes.

También decías a las hermanas en Tulebras:

“Quisiera proponer algunos aspectos que nos hagan pensar en la muerte como algo amigo, es decir, pensarla como la Hermana Muerte, porque alguien amigo es quien nos trae algo bueno. La muerte, una vez que ha sido asumida por Cristo, ya no nos trae nada malo, sino al contrario, nos trae algo… muy bueno.”

“¿Esto acaba aquí?”, se pregunta Monseñor Fernández hacia el final de La Última Cima. “No, no ha hecho más que comenzar…”

Como tú mismo lo explicabas, Pablo, tu muerte ha sido algo bueno o como lo definía el Cardenal Cañizares parafraseando a Santa Teresita de Liseux:

“Derramará una lluvia de rosas sobre las personas, comunidades, parroquias…”

Querido Pablo, gracias por hacerte presente en mi vida a través de La Última Cima; gracias por dar sentido a muchas cosas y por tu ejemplo de sencillez.

Aunque, quizás, lo suyo es terminar estas torpes líneas no agradeciéndote, sino agradeciendo a Dios por ti.

Rafa
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