Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

Blog

Ricardo Acero

por Rafa Cervera

El martes 7 de diciembre, primer martes de mes, fue diferente durante la Adoración Nocturna del Tibidabo (templo expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús, donde se adora a Nuestro Señor perpetuamente, ubicado en la impactante montaña desde la que se domina Barcelona). Por primera vez en muchísimos años, Ricardo Acero no estuvo presente ni física ni virtualmente; sólo lo estuvo de forma espiritual porque, sin duda, desde el cielo, participó con sus compañeros de turno. Añado lo de virtualmente porque, hace un mes, ya no pudiendo asistir debido a la enfermedad que lo consumió de forma vertiginosa, Ricardo hizo llegar un escrito a sus compañeros de turno para estar con ellos en la Adoración de noviembre. Unas horas después, la mañana del 3 de noviembre, Ricardo partió a unirse con el Padre y, desde entonces, la tierra es un poco más triste y el cielo, si cabe, un poco más feliz.

¡Parece mentira que este mismo verano, tomáramos unas tapas, Juanma Orús y yo, con él, su mujer Loli y su hijo, el Padre Buenaventura, después que éste celebrara misa! Pero ya lo dice el Evangelio en muchísimas citas: “estad preparados, porque no sabéis ni el momento ni la hora”. En el caso de Ricardo, podríamos añadir “ni la rapidez con la que se presenta una enfermedad”. Pero él, definitivamente, estaba preparado…

Ricardo era lector asiduo de Religión en Libertad. De hecho, fue de las primeras personas que apoyaron este sencillo blog, desde el que pude descubrir que era un gran seguidor del Atlético de Madrid. Tras el artículo que dediqué a los colchoneros, después de su triunfo europeo, Ricardo escribió el siguiente comentario:

“Yo soy atlético desde los 7 años cuando Diego Lozano (jugador colchonero en los 50, casado con una prima mía) me regaló un balón ‘de reglamento’ y una camisa”.

Es imposible recordar a Ricardo sin que a uno se le empañen los ojos. De sus cualidades, destacaría su alegría en la vivencia de la fe. Ser católico para él era toda una aventura llena de enormes emociones. Recuerdo una noche, trabajando tarde (eran más de las 2). Recibí un correo electrónico suyo en el que explicaba, con pasión, que acababa de leer la primera encíclica de Benedicto XVI la cual, no os exagero, había visto la luz hacía no más de dos horas.

Mi suegro, docto en la materia de letras, suele repetir a mis hijos que no se es más mayor, sino que alguien es, simplemente, mayor que otro. Con el adjetivo ejemplar pasa lo mismo. Nadie es más o menos ejemplar; lo es o no lo es. Pero, en el caso de Ricardo, me voy a permitir la licencia de decir que ha sido uno de los hombres más ejemplares que he conocido. Porque a uno, desde luego, le gustaría ser un trabajador, un marido, un padre, un abuelo, un amigo… en resumen, un cristiano como fue Ricardo.
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