Viernes, 11 de octubre de 2024

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Iglesias católicas orientales. Hoy, los coptos

por Luis Antequera


            La ruptura de la Iglesia copta frente al resto de la Iglesia –hablar de Roma en esta época no es todavía lo más adecuado, pues aunque la institución del Papado está muy consolidada, la capital intelectual de la Iglesia se comparte con otras iglesias, notablemente Constantinopla- procede del Concilio de Calcedonia del año 451, en el que se condena la herejía monofisita, a la que los coptos se adhieren. Momento a partir del cual, pasan a convivir en Alejandría (Egipto) –un Egipto, por cierto, sin arabizar, habrán de pasar aún dos siglos para que la arabización de Egipto comience- dos patriarcados independientes: uno católico, reservado a la élites y adepto a Calcedonia; y otro copto, mucho más popular y monofisita.
 
            Su nombre, “copto”, no es sino corrupción del griego aegyptio, egipcio. En cuanto a la raza, los coptos podrían ser los auténticos descendientes de los egipcios faraónicos, quién sabe si emparentados desde tal punto de vista con los gitanos (probablemente de egipcianos), que reclaman para si idéntico origen.
 
            La dominación árabe de Egipto hacia 640, esto es, apenas ocho años después de muerto Mahoma, representa para los coptos un período inicial de cierto auge con la preponderancia que frente al patriarcado calcedoniano le otorga el poder musulmán. Período que no se alarga en el tiempo, y pronto es reemplazado por otro de cruel persecución culminado en la época del califa fatimita Al-Hakim (9961020). Una situación de postración de la que la Iglesia copta no saldrá hasta principios del s. XIX, con las medidas liberales de Muhammad Alí, y también con la entrada en Egipto de misioneros católicos y protestantes de manos de las potencias. Se empiezan a abrir escuelas dominicales para la catequesis, y hasta un seminario en 1893.
 
            El proceso que conduce a la comunión con Roma es, como hemos visto y veremos en otros casos, largo, y en este caso, no sólo parcial, sino sumamente escaso en sus resultados. Empieza en el Concilio de Florencia, en el que la firma del documento Cantate domino (1442) estaba llamada a restablecer la unidad. Pero el mismo no será ratificado en Egipto y, en consecuencia no entrará en vigor. Un nuevo documento para la unión se firma el 15 de enero de 1595, pero su vigencia será tan corta como siete años, pues en 1602 se produce el nuevo cisma. Entretanto, los franciscanos de Tierra Santa, los capuchinos franceses desde 1630, y los jesuitas desde 1675, misionaban en tierras coptas consiguiendo un lento goteo de conversiones.
 
            Entre estas conversiones, se produce en 1741 la del obispo Amba Athanasius, que se une a Roma junto con una pequeña comunidad de unos dos mil fieles. Y aunque Athanasius volverá a la Iglesia copta, la sucesión católica se producirá a partir de su persona.
 
            En 1824, la Santa Sede crea el Patriarcado para los católicos coptos, y aunque nombra un patriarca en la persona de Maximus Givaid que lo fue entre 1824 y 1831, el Patriarcado, se puede decir, no entra en vigor. En 1895, León XIII lo restablece, y nombra un nuevo patriarca en 1898, Cirilo II, si bien cuando éste, apenas diez años después, presenta su dimisión, el patriarcado vuelve a quedar vacante. Sólo en 1947 es elegido un nuevo Patriarca, Marcos II, cuya sucesión continúa ininterrumpidamente hasta nuestros días.
 
            Actualmente, la Iglesia católica copta es una iglesia muy pequeña, formada por apenas doscientos mil fieles, y absolutamente minoritaria en el universo copto. Se hallan los copto-católicos principalmente en Egipto, comunidad junto a la cual existe una pequeña diáspora, apenas diez mil fieles, repartidos por Francia, Estados Unidos y Australia.
 
            Sigue el rito alejandrino, y utiliza en su liturgia el árabe y el copto, lengua derivada del egipcio faraónico que no tiene, hoy día, más uso que el litúrgico, con un alfabeto propio.
 
            El jefe de los copto-católicos es el Patriarca de Alejandría de los coptos. Es elegido por el Santo Sínodo, que nombra tres candidatos entre los cuales, la mano de un niño que viene a representar al Espíritu Santo, extrae de un saco, por el procedimiento que se da en llamar de insaculación, el nombre del designado. Su nombramiento ha de ser confirmado por el presidente de la República y por el Papa. Si la sede original se hallaba en Alejandría, en el s. XI se traslada a El Cairo. Es el actual Patriarca Antonios Naguib, que lo es desde 2006.
 
            La Iglesia copto-católica es absolutamente minoritaria dentro del gran universo copto, cuyo número de fieles asciende bien a los sesenta millones repartidos por Egipto, donde representan algo menos del 10% de la población, y Sudán. Pero sobre todo, en Etiopía, donde con sus más de cincuenta millones de fieles, constituye la religión hegemónica, y en Eritrea, donde con sus dos millones de seguidores, constituye una de las grandes confesiones junto con el islam.
 
            La Iglesia copta ha permanecido en el monofisismo, -de hecho, en 471, veinte años después de Calcedonia, el Patriarca Timoteo Eluro resuelve expeditivamente la cuestión excomulgando a la vez al Papa León I y al Patriarca constantinopolitano- lo que la convierte en una iglesia diferente tanto de la Católica como de la Ortodoxa. En su seno conviven tres patriarcas, el de Alejandría, el de Etiopía y el de Eritrea, entre los cuales el primero, que mantiene una preminencia establecida desde el s. V, adopta el pomposo título de Su Santidad el Papa de Alejandría y de todo Egipto, de Nubia, de Etiopía y de la Pentápolis y Patriarca de todo el país evangelizado por San Marcos. Ocupa el cargo en la actualidad Shenouda III.
 
            La Iglesia copta ha alcanzado acuerdos tanto con la Iglesia católica, con la que realiza una declaración conjunta en 1973 firmada por por Shenouda III y Pablo VI, como con la Iglesia ortodoxa, con la que alcanza un acuerdo sobre cristología en 1990.
 
            Los coptos conservan un calendario inspirado en el juliano, el anterior al gregoriano que rige en Occidente, con peculiaridades como las consistentes en que el año empieza el 29 de agosto juliano (nuestro 11 de septiembre), que se divide en tres estaciones, y que tiene trece meses, el décimo tercero compuesto de cinco o seis días según se trate o no de año bisiesto.
 
            Junto a ella y la Iglesia copto-católica, existe una Iglesia copto-ortodoxa, que debe su existencia al Patriarcado establecido en el s. V por el Emperador Justiniano, y hasta una cuarta comunidad, aún más reducida, la copto-protestante, producto de las misiones que en Egipto introduce en su momento Inglaterra.
 
 
 
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