Jueves, 23 de enero de 2025

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Fiesta del Bautismo del Señor

Reflexiones homiléticas

  1. Introducción

Con la celebración del bautismo del Jesús se cierran las fiestas de la Navidad del Señor. En ese tiempo litúrgico, contemplamos cómo Dios entra en la historia de los hombres asumiendo nuestra naturaleza en el seno de María. En los evangelios encontramos inicialmente de forma muy breve, las informaciones sobre el origen humano del Hijo de Dios, o sea, el origen temporal de la Palabra eterna y, posteriormente, el desarrollo de la llamada vida pública, en la cual Jesús de Nazaret anuncia el reino de Dios, realiza señales y prodigios que confirman que Él es el enviado de Dios (el  llamado tiempo ordinario).

Entre el nacimiento y la vida pública de Jesús se encuentra un paréntesis de aproximadamente treinta años, este período es denominado por la tradición cristiana “vida oculta” o “silencio en la familia de Nazaret”. La existencia humana de Jesús se realizó en torno a su ámbito familiar, al trabajo que aprendió para sobrevivir y a la experiencia religiosa en el judaísmo. Cabe anotar que el Señor era un signo de contradicción (y de alguna forma de escándalo), porque en la edad adulta todavía no había constituido un núcleo familiar, y esto debía de alguna manera cuestionar a sus vecinos y familiares, porque el Hijo de Dios no podía relacionarse afectivamente con mujer alguna, su opción celibataria estaba enraizada en su identidad y naturaleza de ser el Hijo de Dios.

En relación a su misión, en esos años de vida oculta, Jesús tampoco podía llamar la atención haciendo milagros para no poner en riesgo su vida y la de sus padres, y comprometer el designio de Dios. Por eso, los llamados “evangelios apócrifos” dan espacio a la imaginación con relatos fantasiosos y pintorescos, sobre diversos aspectos de esa fase oculta, que no dejan de ser material aparentemente fecundo, para satisfacer la curiosidad de las primeras generaciones cristianas, y por increíble que parezca, aún hoy de muchas personas incautas.

Otro elemento que debemos esclarecer, porque es completamente falso, está presente en una cierta literatura esotérica que relaciona con este período de la vida de Cristo, la supuesta formación e iniciación en largos viajes y estancias con las doctrinas filosóficas y religiosas de la cultura egipcia o del distante oriente asiático, como por ejemplo, el budismo o el hinduismo, etc. Supuestamente, esta cuestión justificaría su sabiduría y grandeza espiritual, sin embargo, los defensores de estas hipótesis olvidan que Jesús forma parte de una cultura antiquísima y sabia, que transmitió sus profundos y ricos conocimientos espirituales y humanos, a partir de una historia de revelación personal con Dios, dando forma a la tradición oral y escrita del judaísmo.

  1. Evangelio

Juan anuncia la conversión para poder acoger al mesías de Dios. Parece que el profeta del desierto mantenía contacto con el movimiento religioso de los esenios que vivían una experiencia de comunidad, y realizaban una iniciación a través de un rito de purificación en las aguas con el que empezaba una forma de vida nueva. Jesús acude al desierto de Judea para ser bautizado, porque percibió que los signos de los tiempos indicaban que ha llegado el momento de manifestarse como el enviado de Dios.

Bautismo significa literalmente en griego “inmersión”, y de ahí se derivan los verbos: “hundir” “bucear” (batizein). Un prestigioso diccionario bíblico dice: “Bautizar, por tanto, debe ser semánticamente comprendido como siendo el acto de hundir un cuerpo dentro de otro cuerpo, en el caso, un cuerpo líquido, el agua. Por extensión, la acción y el efecto de sepultar un muerto, comporta también entera y perfectamente toda la semántica de la palabra bautismo”. Por eso, entendemos por qué Jesús en un momento determinado pregunta a sus discípulos: “¿Podréis recibir el bautismo que Yo recibiré?” (Mc 10,38). Estaba refriéndose a la inmersión en la muerte que debería enfrentar, para ser resucitado de forma gloriosa por el poder de Dios. Algo que solo Él podría enfrentar, en nombre y para efecto de la salvación de todos los hombres.

Las palabras de Juan, el Bautista “Yo os bautizo con agua, pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle las sandalias”. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”, indican que él es un simple instrumento (el precursor) y que el verdadero bautismo se realiza en el contacto de las personas con Cristo (el salvador). El Bautista es un humilde profeta y Jesús que se hace bautizar es el enviado de Dios, que bautizará a todos los que acojan su evangelio a través de la acción del Espíritu Santo en la predicación del siervo del Señor.

Por consiguiente, como en todos los misterios de la Natividad del Señor, el bautismo está proyectado esencialmente para la Pascua, la intervención de Dios que redime, purifica y transforma (tres aspectos de la única realidad de la salvación ofrecida y realizada por la Trinidad santísima).

  1. Actualización catequética

La escena del bautismo del Señor tiene un significado teológico, mesiánico y pascual. Estas mismas características repercuten sobre nuestra vida cristiana.

Significado teológico: Fundamentalmente nos encontramos ante una teofanía, o sea, una manifestación del misterio trinitario (la voz celeste del Padre, la imagen corporal de la paloma que representa el Espíritu Santo y el Hijo que se hace bautizar por Juan en el Jordán). La gran revelación de Dios en la Nueva Alianza es la novedad del misterio de Dios amor-comunidad. Por tanto, gracias a Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios encarnado, pudimos conocer la paternidad de Dios, la personalidad especial del Espíritu del Señor como nuestro abogado-consolador-intercesor y el profundo misterio de la Trinidad.

Significado mesiánico: Con el bautismo empieza el ministerio o la vida pública del Señor, tiempo en que Cristo va revelando progresivamente ser el enviado de Dios –pero sin ninguna connotación política o social–, a través del anuncio del reino, las curaciones y prodigios que realiza en medio de los pecadores, enfermos, pobres y poseídos por el mal. En realidad, es un mesías que se hace siervo, porque Dios se hizo hombre. El siervo sufriente va a frustrar todas las expectativas mesiánicas, porque de esta forma desvela la voluntad de Dios que se manifiesta a través del camino de la cruz.

Significado pascual (redención): El bautismo representa una inmersión en el misterio del abismo de la condición humana, o sea, Cristo no tiene pecado, pero se hace solidario con los hombres pecadores. La solidaridad del Señor consiste en vivir la suerte humana al despojarse de su gloria (acto de amor y vaciamiento que empezó en el misterio de la encarnación, es decir, la Synkatabasis), presentándose para cargar el pecado de los hombres y descendiendo hasta lo más profundo de la miseria humana en el gesto que describe el trágico final en la cruz. San Pablo va a decir categóricamente a este respecto: “Él que no conoció pecado, se hizo pecado por nosotros”. El bautismo prefigura también de forma profética el misterio pascual, muerte y resurrección del Señor.

¿Cuál es el significado de la escena del bautismo del Señor para nosotros? Recibimos en el comienzo de la vida el sacramento del bautismo, esto significa: En primer lugar, que somos hijos de Dios. Nuestra filiación divina empieza con el primer rito de la iniciación cristiana que nos introduce en el seno de la comunidad cristiana. En la Iglesia vivimos y crecemos en la fe (significado teológico). En segundo lugar, ser cristiano es aceptar el llamamiento continuo de la conversión que nos ayuda a vivir el vaciamiento del yo, proceso existencial y espiritual que se manifiesta en la lucha contra el orgullo y el egoísmo y dejar que la gracia de Dios nos transforme en nuevas criaturas para ser testigos del evangelio de Jesucristo (significado mesiánico). Y, en tercer lugar, siendo cristianos aceptamos la propuesta de la vida ofrecida por Cristo a través de la configuración en el misterio de la cruz. No existe vida cristiana sin la cruz gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo (significado pascual).

En la celebración de la Eucaristía, nosotros que hemos sido incorporados al cuerpo de Cristo en virtud del bautismo, renovamos nuestra fe. Este don y misterio que nos fue dado como una semilla en el primer sacramento de la iniciación cristiana, nos ayuda a entender con el corazón –y la razón– y nos prepara y capacita para vivir el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

 

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