Jueves, 25 de abril de 2024

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Benedicto XVI habla a los docentes universitarios

Benedicto XVI habla a los docentes universitarios

por Néstor Mora Núñez



Mucho podría comentar del mensaje que Benedicto XVI nos ha enviado a los docentes universitarios desde el Escorial. Sólo el escenario merecería una crónica llena de referencias a los caminos de colaboración de  Fe y razón. Fe que proviene de Dios mismo y razón que elabora el ser humano para acceder a la verdad. Coherencia e integración del saber y la trascendencia.
 

Una sociedad sin el soporte firme de al verdad, se vuelve quebradiza e inestable. En cursiva y color marrón iré intercalando diversos pasajes del discurso del Papa: 

Pero, ¿dónde encontrarán los jóvenes esos puntos de referencia en una sociedad quebradiza e inestable? A veces se piensa que la misión de un profesor universitario sea hoy exclusivamente la de formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral en cada preciso momento.  

Por desgracia, en su mayoría, los jóvenes llegan a la universidad sin el ansia de conocer la verdad. Los profesores no somos capaces de despertar la necesidad de conformar un saber sólido, universal y coherente. Parece que nos conformamos con describir nuestras parcelas del conocimiento y entrenar a los alumnos en su uso. Desligamos constantemente el conocimiento de la verdad, ya que despreciamos el entendimiento que lleva a una hermenéutica trascendente de lo que nos rodea y de nosotros mismos. 

Sin embargo, vosotros que habéis vivido como yo la Universidad, y que la vivís ahora como docentes, sentís sin duda el anhelo de algo más elevado que corresponda a todas las dimensiones que constituyen al hombre. Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder. En cambio, la genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano. 

La universidad está llamada a ser un lugar donde se examine y se relacione todo lo que existe. Un lugar donde se pueda vivir la unidad de todo el saber humano y su directo enlace con la Verdad, que es Dios. Por eso la lógica del análisis que todo lo separa y desune; la lógica que da más importancia a las partes que al todo; la lógica que busca en lo particular la refutación de todo lo que huele a universalidad, es la más terrible enfermedad que padecemos. 

En efecto, la Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana. Por ello, no es casualidad que fuera la Iglesia quien promoviera la institución universitaria, pues la fe cristiana nos habla de Cristo como el Logos por quien todo fue hecho (cf. Jn 1,3), y del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. Esta buena noticia descubre una racionalidad en todo lo creado y contempla al hombre como una criatura que participa y puede llegar a reconocer esa racionalidad. La Universidad encarna, pues, un ideal que no debe desvirtuarse ni por ideologías cerradas al diálogo racional, ni por servilismos a una lógica utilitarista de simple mercado, que ve al hombre como mero consumidor. 

Es triste que los docentes trabajemos desunidos, enclaustrados en nuestras parcelas de conocimiento y desdeñando la necesidad de integrar nuestras capacidades en proyectos que superen los egoísmos personales. Nuestra labor como docentes va más allá y el Papa lo reconoce con clarividencia. 

He ahí vuestra importante y vital misión. Sois vosotros quienes tenéis el honor y la responsabilidad de transmitir ese ideal universitario: un ideal que habéis recibido de vuestros mayores, muchos de ellos humildes seguidores del Evangelio y que en cuanto tales se han convertido en gigantes del espíritu. Debemos sentirnos sus continuadores en una historia bien distinta de la suya, pero en la que las cuestiones esenciales del ser humano siguen reclamando nuestra atención e impulsándonos hacia adelante. Con ellos nos sentimos unidos a esa cadena de hombres y mujeres que se han entregado a proponer y acreditar la fe ante la inteligencia de los hombres. Y el modo de hacerlo no solo es enseñarlo, sino vivirlo, encarnarlo, como también el Logos se encarnó para poner su morada entre nosotros. En este sentido, los jóvenes necesitan auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad.  

Los jóvenes necesitan maestros que les ayuden a conformar coherencias internas y externas. Coherencias que den lugar a propuestas de trascendencia en una sociedad rota y egoísta. El diálogo interdisciplinar es el mayor reto que tenemos en estos momentos. Las diferentes parcelas del saber han crecido tremendamente, pero lo han hecho desunidas y hasta enfrentadas. Este enfrentamiento impide que el propio ser humano encuentre coherencia en lo que aprende y vive. Todo parece una casualidad desligada de otras casualidades que se ignoran. Nos toca coser con el hilo de nos suministra el Logos, tantos desgarrones en el saber y en el entender. Dios nos ayude.

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