Viernes, 29 de marzo de 2024

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Barca que es Iglesia, redes que somos nosotros. San Ambrosio

Barca que es Iglesia, redes que somos nosotros. San Ambrosio

por La divina proporción

Vivimos unos momentos eclesiales donde la Barca se mueve azotada por la tormenta del mundo y además, las redes se muestran incapaces de recoger los peces. Tenemos muchos instrumentos y técnicas para evangelizar en el siglo XXI, pero no podemos decir que nuestros esfuerzos sean eficaces. Cada vez menos personas entienden el verdadero significado del Evangelio y más personas tienden a alejarse de Cristo de una forma u otra. Encima, dentro de la Iglesia desconfiamos unos con otros, viviendo la fe de formas incompatibles y distantes. Algunos se vuelcan en acercarse a otras religiones e ideologías, menospreciando la tormenta que vivimos. Quizás porque esperan que la solución provenga de algún otro barco que se ve en horizonte. Otros se afanan en crear divisiones internas, para importantes para el trocito de iglesia que han aislado de los demás. 

Místicamente, la barca de Pedro, que flota según San Mateo y que según San Lucas se llena de peces, figura la Iglesia flotante en su origen, y llena después hasta rebosar. No zozobra ésta que tiene a Pedro; pero fluctúa aquella que tiene a Judas: en una y otra se encuentra Pedro, pero el que permanece firme por sus virtudes es perturbado por las extrañas. Evitemos el trato con el traidor, no sea que vacilemos muchos, empujados por uno solo. Hay perturbación allí donde se encuentra poca fe; y gran seguridad donde hay perfecto amor. Últimamente, aun cuando se manda a otros que arrojen sus redes, sólo a Pedro se le dice: "Entra más adentro"; esto es, hasta el fondo de la cuestión. ¿Qué cosa hay más elevada que conocer al Hijo de Dios? ¿Más cuáles son las redes que se manda a los apóstoles tender sino los discursos, que como los rodeos y vueltas de las discusiones no dejan escapar a los que cogen? Los instrumentos de los apóstoles son redes de pesca que no hieren a los que cogen, sino que los reservan; y que, desde el abismo donde se agitaban, los hacen subir a lo más elevado. Dice, pues: "Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber cogido nada"; porque en realidad el fruto que ha de cogerse por medio de la predicación no depende de los hombres, sino de Dios. Los que antes nada habían cogido ahora hacen una gran pesca con la Palabra de Dios. (San Ambrosio de Milán, tomado de la Catena Aurea) 

Es interesante lo que nos dice San Ambrosio, la Barca de Pedro es la que no zozobra, la de Judas es la que no para de moverse. Ambas son la misma Barca, la Iglesia, pero vivida desde dos puntos de vista muy diferentes. Quien entiende que Cristo está presente, no tiene temor alguno. Quien entiende que las circunstancias externas son determinantes, se siente desesperanzado y ansioso. ¿En quien ponemos nuestra esperanza? Si la ponemos en Cristo no tendremos problema y veremos como el Señor utiliza la Barca para evangelizar a quienes están en la orilla. Si podemos la confianza en nuestras fuerzas, sentiremos que los elementos nos impiden seguir adelante. 

Las redes son los instrumentos de los apóstoles. Con ellas se recoge a quienes desean acercarse al Señor, para convertirlos en parte de la Iglesia. Pero quien realmente evangeliza no son los medios. Tampoco son los evangelizadores por sí mismos. El único evangelizador es y puede ser Cristo, porque es quien llama a la puerta de nuestro corazón y espera que el abramos. Él es quien trae la Buena Noticia y quien espera cenar con nosotros cuando le dejemos pasar. Nosotros sólo somos herramientas que pueden se dóciles en Sus manos o presentarnos como rebeldes y ásperos a su Voluntad. Las herramientas desconocen qué sentido final tiene el Artista, cuando las utiliza, por lo que muchas veces nos sentimos desalentados. De hecho el sentido de la herramienta no es conocer la finalidad del Artista, sino dejar que el Artista las tome y las utilice con su cálida y precisa mano. A veces nos cuesta comprender esto, sobre todo porque nos creemos protagonistas de las películas que nosotros mismos nos montamos, “porque en realidad el fruto que ha de cogerse por medio de la predicación no depende de los hombres, sino de Dios”. 

Cristo sobre la Barca eclesial y nosotros dejando que Él nos lleve dónde y cómo Él desea. Cada evangelizador es un nudo en la red de la Evangelización que domina y atiende el Señor. Si nos rompemos, el pescado escapa rápidamente. Por eso es tan importante profundizar en la santidad personal antes que poner nuestra esperanza en los medio de evangelización

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