Viernes, 29 de marzo de 2024

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Don Marcelo y COPE Astorga

por Victor in vínculis

Hace casi seis años -el 17 de marzo de 2002- Diario de León publicaba este interesantísimo artículo escrito por José-Magín González Gullón, periodista radiofónico del equipo inaugural de Radio Popular de Astorga.
 

LA PUGNA FRAGA - DON MARCELO

Decía el inolvidable Antonio Pereira, aquel ingenioso hidalgo villafranquino que tantas hazañas literarias protagonizara, que Astorga era una ciudad feliz porque tenía obispo pero no tenía gobernador civil. Y así se confirmaba una vez más el 19 de marzo de 1962, hace ahora 50 años, cuando un obispo recién llegado a Astorga hacía realidad una de las mayores ilusiones de la ciudad, inaugurando la emisora Radio Popular, la primera que la Cope instalaba en una ciudad que no era capital de provincia, aunque sí de diócesis. Al tiempo que acababa con cierta sana envidia con la que desde hacía años se miraba a Ponferrada, que había sido elegida por el gobierno para la instalación de la emisora estatal, Radio Juventud.

Aquel obispo era, nada más y nada menos, que don Marcelo González Martín, hasta entonces canónigo en la catedral de Valladolid, que llegaba precedido de una gran fama de orador y de cura progresista en favor de marginados y necesitados. Sus desavenencias con los poderes públicos y a veces con la propia jerarquía eclesiástica no habían pasado desapercibidas para la opinión pública por lo que su entrada en Astorga fue todo un acontecimiento, por más que todos los comentarios apuntaban a que su estancia en la diócesis sería breve, como luego se confirmaría, ya que parecía llamado a ocupar más altos cargos en el gobierno de la Iglesia.

Al poco de tomar posesión consiguió que un grupo de pudientes e influyentes ciudadanos, católicos, apostólicos y astorganos, le respaldasen económicamente para poder llevar a cabo uno de sus primeros objetivos. Una emisora de radio para que su voz, especialmente su homilía en la misa dominical de la catedral, llegará hasta el último rincón de la diócesis.

Dicho y hecho. La Cope dio su conformidad y tras realizarse las pruebas pertinentes los técnicos informaron de que los equipos emisores precisaban de una potencia en onda media superior a la oficialmente autorizada dado que la diócesis de Astorga, de gran extensión y difícil orografía, abarca parte de las provincias de Zamora, y de Orense, incluidos el Barco de Valdeorras y Rúa Petín, y por supuesto las siempre intrincadas comarcas leonesas de la Cabrera y los Ancares. Así que atendiendo tales indicaciones se dotó al equipo emisor de la potencia precisa, que resultó ser tres veces mayor que la del resto de las emisoras provinciales y diocesanas. Más que una emisora local parecía nacional. Su serial llegaba perfectamente a todas partes. Incluso en horario nocturno se recibían controles de audiencia de países europeos.

La nueva empresa, ilusionada por la influencia y el respeto que en todas partes advertía con solo mencionar el nombre de don Marcelo, tampoco reparó en gastos a la hora de convocar oposiciones para cubrir la plantilla de personal, prometiendo progresivas subidas salariales, e iniciando aquella formidable aventura con un envidiable y extenso equipo de profesionales que integraban un director, un subdirector, cuatro locutores, dos redactores, cinco técnicos de sonido, varios auxiliares de discoteca, programación y redacción, cuatro administrativos y hasta un botones. Contando colaboradores fijos y corresponsales sobrepasaban la treintena. Algo increíble en aquellos tiempos para una emisora local, y no digamos en los actuales. El temor ante la potencia radiofónica que se les venía encima obligó a reaccionar de inmediato a la competencia. Las emisoras de León, Ponferrada, Orense y Zamora, sintiéndose perjudicadas y discriminadas, recurrieron al ministerio de Información y Turismo e incluso a los obispos de sus respectivas diócesis solicitando justicia y amparo. La guerra celestial que pudo ser.
 

Se recibieron sucesivos comunicados de la delegación provincial de Información y Turismo primero, y de la dirección general de Radiodifusión después, ordenando que se emitiese en la potencia oficialmente autorizada, a los que se contestó exponiendo las peculiaridades de la diócesis, única de España que se extendía por tres provincias, a las que de otro modo no podría llegar la voz de su prelado.

Hasta que una mañana al llegar el técnico a encender el equipo emisor instalado en Penicas se encontró la caseta precintada por la Guardia Civil. El susto fue mayúsculo. Tras no pocas llamadas, consultas y acaloradas discusiones a media mañana se procedió a romper el precinto iniciándose la emisión normalmente, silenciando lo ocurrido y achacando a motivos técnicos el retraso.

Siguieron unas horas de sobresalto continuo. Hasta que apareció la figura de don Marcelo quien, como luego se sabría, mantuvo una reunión de urgencia con el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, a quien por cierto había invitado a la inauguración de la emisora y no había asistido por el revuelo que se había organizado. Con la misma rapidez con que celebraron la reunión se conocieron sus consecuencias. Técnicos del ministro se presentaron en Astorga rebajando la potencia de la emisora a lo legalmente establecido, autorizándola, a cambio, a instalar un repetidor en Ponferrada. Y 24 horas más tarde el Boletín del Estado publicaba el cese del director general de Radiodifusión, Roque Pro, y del delegado provincial de Información y Turismo en León, Juan Bautista Serrano. Sin más explicaciones. Y aquí paz y después gloria. Con el nombre de Astorga de por medio se habían enfrentado el genio y la figura de dos admirados y controvertidos personajes de la reciente historia de España, a los que se identifica solo con su nombre, sin necesidad de apellidarles, don Marcelo y don Manuel.

Pasados unos meses, las ilusiones iniciales dieron paso a una realidad muy diferente y hubo que rebajar algo más que la potencia. Sin don Marcelo como garante, aquella plantilla inaugural, tan ilusionada como desorbitada, pasó de intentar comerse el mundo a no alcanzar el pan nuestro de cada día. Las promesas salariales se incumplían una y otra vez. Y poco a poco, silenciosamente, la mayoría de los iniciadores de aquella aventura hubieron de buscarse, bien a su pesar, otras salidas laborales más rentables. Los pocos que optaron por seguir en la profesión radiofónica y periodística hubieron de hacerlo en ciudades con gobernador civil, sin la virtud por tanto que el poeta atribuía a la sede asturicense, pero donde a cambio, y sin duda debido al buen nombre y la fama que hacía alcanzado aquella formidable empresa, recibieron ofertas profesionales y económicas difícilmente rechazables.
Los supervivientes de tan inolvidable aventura se van a reunir en los próximos días [el artículo, como decíamos al principio, apareció el 17 de marzo de 2012] para recordar y celebrar aquel acontecimiento, porque aún hoy, 50 años después de haberla protagonizado, siguen compartiendo un mismo pensamiento y es que, pese a todo, para ellos cualquier tiempo pasado fue Astorga.
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