Jueves, 28 de marzo de 2024

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Reflexión sobre el Epifanía

¿Qué estrella era aquella que jamás había aparecido antes entre los astros?

por La divina proporción


¿Qué estrella era aquella que jamás había aparecido antes entre los astros ni permaneció después para que pudiéramos verla? ¿Qué otra cosa era sino la extraordinaria lengua del cielo aparecida para narrar la gloría de Dios y proclamar con su inusitado fulgor el inusitado parto de una virgen, a la que había de suceder, una vez desaparecida ella, el Evangelio por todo el orbe de la tierra? Finalmente, ¿qué dijeron los magos al llegar? ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? ¿Qué significa esto? ¿Acaso no habían nacido antes numerosos reyes de los judíos? ¿Por qué tanto empeño en conocer y adorar al rey de un pueblo extraño? Hemos visto, dijeron, su estrella en el oriente, y hemos venido a adorarlo. ¿Acaso le buscarían con tanta devoción, le desearían con afecto tan piadoso, si no hubiesen reconocido en el rey de los judíos al que es también rey de los siglos? (San Agustín, fragmento sermón 201,1)

La Epifanía es una fiesta relevante para todo verdadero cristiano. Va más allá de lo socio-cultural y lo políticamente correcto. En el Cielo hubo signos que pocos pudieron leer. Una estrella fue quien dio la misma noticia a los Magos. Los Magos llegaron sabiendo a Quién buscaban: al Rey de Israel, el pueblo elegido. Es evidente que eran conscientes que el Rey de Israel era también Rey del mundo y Rey suyo. La estrella les informó tanto del dónde, como del cuándo y el Quién. Dios habla a los verdaderos sabios por medio de la ciencia y la misma naturaleza. Los falsos sabios son los que se creen por encima de la Voluntad de Dios, llegando a decir a Dios qué tiene que hacer. Estos falsos sabios son confundidos por la verdadera sabiduría, que es Cristo, el Logos.

Los corazones que viven encerrados en sí mismos y las mentes llenas de soberbia, no son capaces de oír la “extraordinaria lengua del cielo aparecida para narrar la gloría de Dios”. La estrella que guía a los Sabios de Oriente, “confunde los vanos cálculos y las adivinanzas de los astrólogos” que se creen sabios y entendidos. Estos falsos sabios, de corazón cerrado y mentes llenas de soberbia, son incapaces de entender que la Palabra que nace en nuestros corazones y acampa en las mentes.

Deberíamos preguntarnos si somos capaces de ver la estrella en el oriente y partir sin esperas a adorar a Dios. Si estamos más interesados por las guerras intraeclesiales y lo que dice el segundo salvador de nuestro gusto, no entenderemos nada. Viviremos arrinconados en la oscuridad de los entornos socio-culturales que hemos creado. Entornos que son torres de babel construidas para llegar a Dios con nuestras fuerzas.

«He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que Él sea manifestado a Israel.» (Jn 1,29-31)

La palabra que nos llena de sentido, el Logos de Dios, ha venido al mundo y nos ha dicho que todo y todos tenemos sentido en Él. Olvidemos los partidos, bandos, tendencias, sensibilidades, obediencias humanas y políticas intra-eclesiales. Nada de esto salva. Más bien, todo esto condena. Condena a no saber leer en el Cielo el Mensaje de Cristo y seguir esperando a que otros nos salven.

Los Sabios de Oriente, al igual que los Pastores, se arrodillaron ante el Rey de reyes y en silencio le adoraron. ¿Shows, marketing, youtube, etc? Nada de eso fue necesario en el siglo I y tampoco es necesario en pleno siglo XXI. Cristo que se hace presente en nuestra vida. Nos llama de la forma que cada cual necesita. Cuando Cristo nos llama podemos ser como los Sabios de Oriente o como Herodes. Todo depende de lo que anide en nuestro corazón. Si hay humildad, buscaremos a Quien se abajó hasta hacerse un Niño recién nacido en un perdido pueblo. Si lo que tenemos en nosotros es soberbia, nos hará falta sentirnos imprescindibles y adorados por los demás. Montaremos Torres de Babel para ser visibles a los demás. Por desgracia, si el camino es el de Herodes, Cristo nos estorbará. El Señor nos roba protagonismo e intentaremos ocultarlo como podamos. 

Que cada uno de nosotros busque en su corazón y se prepare para la llegada del Novio. No olvidemos llenar la lámpara de humildad y paciencia.
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