Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Sin tiempo para Dios

por Guillermo Urbizu


 

 
Novedades. Una detrás de otra. Una sobre otra. Pilas de libros. Apenas quedan huecos, espacios. Me preguntan por el tiempo y Dios. “¿Cómo puede haber tiempo para Dios en tu vida?”. Esa es la novedad mayor. Sorprende, pero hay tiempo. No es que quede tiempo, como si fueran los últimos restos: hay tiempo. Es como si me preguntaran si tengo tiempo para el amor o para respirar o para leer. Otra opción es decirle directamente a la cara: “mira Dios, lo siento, pero no cabes en mi horario”. Y esperar. Porque Dios habla y está en todo lo que nos preocupa. Sin dejarse nada. Escuchar a Dios: esa es la más radical de las novedades. Y, en definitiva, de eso se trata en literatura. Si es que vamos a la entraña de todo esto. Yo lo hago de cuando en cuando a lo largo del día. Otra cosa es que me dedique a hacer el imbécil con mi vida y no quiera subir unas escaleras para verle, o prefiera imaginar sainetes. Escucho el rumor de sus pasos y sé que es verdad su presencia. Veo como extiende sus manos sobre mi escritorio… ¡Qué luz tan repentina! Uno lo sabe: es Él. Y su voz inspira un idioma de paz inconfundible. “Un momento, deja de acumular palabras para ti, mírame”. Y dejas de escribir un rato. O de sacar brillo a las ventanas. Otras veces no, y sigues, y dejas a Dios para luego, o para nunca. ¡Es tan importante lo que haces! Luego, luego. Es que se me irá la trabazón de la idea, bajo un segundo a la farmacia y a comprar dos cocacolas y una lechuga, voy, voy, en cuanto planche esta camisa o chatee un rato con la inopia. Nunca es buen momento. Apenas queda hueco para nada. ¡Son tantos los libros y tanta la prisa! Mejor una novela. Es más atractivo. Apetece. Aunque a los diez minutos estés mirando con parsimonia las paredes, elucubrando engaños y otros enseres. Y al final se pasen las horas en el estraperlo de la desgana. ¿Tiempo? Dios tendrá que esperar de nuevo. ¿Cómo voy a decir que no a una cerveza? Prometido, prometido, esta noche rezo. Y llega la noche, y con la noche el sueño. O quizá ni eso: y te dedicas a escribir artículos como este.

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