Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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4º Domingo de Adviento (B) y pincelada martirial

por Victor in vínculis

En las montañas de Fam-el-Meizab, a unas cincuenta millas al este de Trípoli, junto al más célebre bosque de cedros del Líbano, se encuentra un pequeño pueblecito llamado Békaa-Kafra. Allí, en una familia perteneciente a la comunidad cristiana de rito maronita, nació Charbel Maklhouf (18281898). Ordenado sacerdote a los 31 años, vivió toda su vida como eremita, imitando a los Padres del desierto de los primeros siglos. Los maronitas son particularmente devotos de la Madre de Dios, y la mayoría de sus iglesias y monasterios están dedicados a Ella.
 

San Charbel recitaba todos los días una hermosa oración que decía:

Oh Madre de Nuestro Señor Jesucristo, intercede por mí a tu divino Hijo, para que perdone mis faltas y reciba de mis pobres y pecadoras manos este sacrificio ofrecido por este débil pecador en este altar. Yo confío en tus ruegos, oh santísima María.

Falleció en la noche de la víspera de Navidad. Su vida, su muerte y su sepulcro están transidos de la gracia y la presencia de Dios. Siempre decía: ¿Queréis con certeza ser salvados? Tened gran devoción a la Virgen María. Ella garantizará vuestra salvación.

Santa María, la Virgen Madre de Dios, ocupa un puesto central en el misterio cristiano, pues gracias a Ella y a su libre colaboración pudo realizarse el plan de Dios de salvar a los hombres: Dios Padre, llegada la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo al seno de la Virgen Madre, y el Hijo se hizo hombre por obra del Espíritu Santo. Este Hijo, nuestro Señor Jesucristo, Dios verdadero como su Padre y hombre verdadero como nosotros, nos ha rescatado del pecado y nos ha hecho hijos de Dios para siempre.

Así ha vivido desde sus comienzos la comunidad cristiana, la Iglesia, que prolonga en el tiempo el misterio de Cristo redentor del hombre. Y así nos lo han transmitido los autores cristianos, los santos Padres y la liturgia de la Iglesia.

Afirmaba Don Marcelo, cardenal González Martín[1], que entre las personas que más han contribuido a la explicación del misterio de María a la luz del misterio de Cristo para la redención del hombre, destaca San Ildefonso de Toledo (606-667), insigne defensor de la virginidad de María y de su maternidad divina.

Los cristianos que durante la dominación árabe permanecieron fieles a la fe recibida de sus antepasados comenzaron a ser llamados mozárabes. De estos siglos (VIII-XI) han llegado a nosotros la casi totalidad de los libros litúrgicos del primitivo rito hispano mozárabe. La Misa de Santa María que este rito ofrece celebrar el 18 de Diciembre, atribuida con fundamento histórico al mismo San Ildefonso, es una de las expresiones más bellas del misterio de María, Virgen y Madre, en el misterio de Cristo, verdadero Hijo de Dios, que la liturgia de la Iglesia vive y celebra.

Escuchad estos textos de gran hermosura y profundidad teológica:
 
Cristo se ha hecho al mismo tiempo don e hijo:
infundido en Ella le otorga lo que a Ella le falta,
nacido de Ella no se lleva lo que a Ella le ha dado.
No le priva del honor de llevarlo en su seno
ni la entristece con los dolores del parto.
Acalla el gemido materno cuando va a nacer
y deja que se manifieste la ternura hacia el ya nacido.
Pues no estaría bien que gimiera de dolor
la que alumbraba el gozo de todo el universo,
o que el origen de la alegría
conociera la opresión del dolor.
En lo profundo del corazón,
la fe acoge con calor el anuncio del ángel,
el oído recibe la palabra que no deja lugar a dudas
y la seguridad de su fe confirmada con la esperanza
de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete…
… pues con este parto ha vencido al enemigo
no menos que lo hará con el duro combate,
y es que por el misterio de su concepción
el enemigo se ha dado cuenta
de que el que nace viene para reinar…
 
Y es que Dios ha querido, en su designio salvífico, que el Hijo Unigénito naciera de una Virgen. Esta decisión divina implica una profunda relación entre la virginidad de María y la encarnación del Verbo. La concepción virginal, excluyendo una paternidad humana, afirma que el único padre de Jesús es el Padre Celestial, y que en la generación temporal del Hijo se refleja la generación eterna: el Padre, que había engendrado al Hijo en la eternidad, lo engendra también en el tiempo como hombre.
 

El Espíritu Santo no es el padre del Niño: Jesús es hijo únicamente del Padre eterno que, por medio del Espíritu, actúa en el mundo y engendra al Verbo en la naturaleza humana. De ahí que en la Anunciación el ángel llama al Espíritu poder del Altísimo, en sintonía con el Antiguo Testamento, que lo presenta como la energía divina que actúa en la existencia humana, capacitándola para realizar acciones maravillosas. Este poder, que en la vida trinitaria de Dios es Amor manifestándose en su grado supremo en el misterio de la encarnación, tiene la tarea de dar el Verbo encarnado a la humanidad.

El Espíritu Santo, en particular, es la persona que comunica las riquezas divinas a los hombres y los hace participar en la vida de Dios. Él, que en el misterio trinitario es la unidad del Padre y del Hijo, obrando la generación virginal de Jesús, une la humanidad a Dios.

El misterio de la Encarnación muestra también la incomparable grandeza de la maternidad virginal de María: la concepción de Jesús es fruto de su cooperación generosa en la acción del Espíritu de amor, fuente de toda fecundidad. Así pues, la contemplación del misterio de la generación virginal nos permite intuir que Dios ha elegido para su Hijo una Madre virgen, para dar más ampliamente a la humanidad su amor de Padre[2].

De qué manera tan hermosa lo expresaba José Luis Martín Descalzo cuando afirmaba que cuando Cristo se hizo hombre entre los hombres...

...el primer efecto que su llegada produjo fue un estallido de locura: una virgen dio a luz; una vieja dejó de ser estéril; un mudo profetizó; unos pastores se pusieron a hablar con los ángeles; unos reyes abandonaron sus reinos y se atrevieron a perder sus coronas; un viejo, Simeón, dejó de temer a la muerte; los ángeles no sabían ya si el cielo era la tierra o la tierra el cielo. Sólo los listos de este mundo siguieron siendo cuerdos, porque ni se enteraron.

Pero luego, ay, vino la historia con su barniz de aburrimiento y cambió las grandes locuras por las pequeñas tonterías. Y la gente prefirió comer turrón a derretirse de alegría, ponerse gorros de papel a estar loco de veras. Y en muchos corazones floreció un gozo tan artificial que casi parecía una tristeza…

En esta nueva Navidad que vamos a celebrar esta Noche Santa…
... yo sólo pediría a los creyentes que creyeran. Porque si se atrevieran a creer serían felices. Y la locura interior se les daría por añadidura.


Antes de acercarnos a Belén, levantemos nuestra oración a Dios Todopoderoso, al Padre de las misericordias…
 
Mi corazón está contigo, Padre.
Mi corazón está contigo.
En este momento, pienso en Ti.
En este momento, mis ojos miran a tus ojos.
En este momento, mis manos estrechan tus manos.
En este momento, mi voluntad busca tu voluntad.
En este momento, me decido por Ti.
 
Como Abrahám, me levantaré y echaré a andar.
Como Moisés, mataré a todos mis dioses.
Como David, reconoceré mis caídas.
Como María, escucharé tu Palabra.
Como Pablo, arriesgaré mi vida.
Como Jesús, lucharé por tu Reino, lucharé por el hombre.
 
Solo Tú eres sentido. Sólo Tú liberas.
Solo Tú eres esperanza. Sólo Tú eres amor
Solo Tú eres Dios.
 
Mi corazón está contigo, Padre.
Seguiré los pasos de Jesús.
Hoy me decido por Ti.
               
Y Jesús me dice: Ten valor. Yo estoy contigo. Amén.
 
PINCELADA MARTIRIAL
En el año 1936, las instituciones lasalianas en Cataluña eran 32. Al desencadenarse la persecución religiosa en aquel país, debieron ser abandonadas todas las escuelas y comunidades; muchas de ellas fueron saqueadas y algunas incendiadas. La suerte de los Hermanos fue aún más dolorosa: 26 comunidades tuvieron Hermanos asesinados y en una de ellas fue la comunidad entera la que corrió esa suerte.

Cuando el Hno. Leonardo José (Visitador) y el Hno. Dionisio Luis (Director del Colegio Bonanova), al visitar la escuela de La Seo de Urgel, se enteraron de las tristes noticias que llegaban de Barcelona y de otras localidades de Cataluña, trataron de regresar inmediatamente allí, para estar con los Hermanos y con los jóvenes estudiantes, pero el encuentro fue imposible.

En su intento por regresar, el 7 de agosto, fueron arrestados y al día siguiente fusilados. La gente de Traveseras enterró allí los cadáveres que, más tarde, fueron exhumados. Hoy descansan en San Martín de Sasgayolas.

Idéntica suerte corrieron los otros 95 Hermanos del Distrito; el más joven de entre ellos no tenía aún 20 años y el más viejo 60. En el proceso canónico de la diócesis de Barcelona están incluidos 44 de esos Hermanos, beatificados el 28 de octubre de 2007 en Roma.
 

Recordamos hoy al beato Lamberto Carlos (Jaime Mases Boncompte), de 42 años, ingresó en el noviciado de la congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle) en 1908, y pasó por escuelas diversas hasta recalar en la de la Bonanova de Barcelona en 1935. Tras el asalto al colegio, pasó una temporada en casa de un hermano suyo, a partir del 1 de octubre fue a casa de una prima, Francisca Galcerán, se vistió con un mono y frecuentó los barcos del muelle para simular ser estibador. Desde el 3 de noviembre, al morir el hermano Juan Crisóstomo (José Llorach Bretó), asumió el papel de auxiliar a los lasalianos desperdigados.

Tenía fijada su salida en barco para el 20 de diciembre y la víspera fue de compras con su prima y, al cruzarse con otro hermano de La Salle, fueron identificados por un miliciano al que habían dado clase en Francia, y arrestados los tres. Les tomaron declaración en la comisaría de Les Corts. El otro lasaliano oyó desde su celda que vociferaban contra el hermano Lamberto diciendo: ¡Es un cura, es un cura! Esa noche llevaron a los dos religiosos a l’Arrabassada, pero volvieron vivos. Al día siguiente, llevaron a Mases y su prima a una farmacia cuya dirección llevaba él apuntada en un papel que había tratado de romper. El dueño confesó que le conocía como religioso. La prima volvió a la cárcel, pero él desapareció. Después de la guerra, una miliciana confesó ante un tribunal haberle quemado vivo el 26 de diciembre.

 


[1] Marcelo GONZÁLEZ MARTÍN, Presentación de la Misa de Santa María (Toledo, 1993).
[2] San JUAN PABLO II, Audiencia general del 31 de Julio de 1996.
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