Viernes, 29 de marzo de 2024

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Los siete mártires de Canet de Mar (1)

por Victor in vínculis


Asesinados el 29 de septiembre de 1936, festividad de San Miguel Arcángel, Protector de la Congregación de Misioneros del Sagrado Corazón

Aquel martes 29 de septiembre de 1936 celebraba la Iglesia la festividad de San Miguel Arcángel. El P. Julio Chevalier, fundador de los Misioneros de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, sabía que el 10 de mayo de 1735 San Miguel había manifestado al Beato Bernardo Hoyos “cómo el extender el culto del Corazón de Jesús… por toda la Iglesia, ha de tener gravísimas dificultades, pero que se vencerán; que él, como príncipe de la Iglesia, asistirá a la empresa...».
 

Sobre estas líneas, detalle de la pintura del ábside del Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, iglesia del Colegio de San Miguel de los P. Misioneros de Barcelona, en el que dieron clase algunos de los nuevos Beatos, y en la que figura el Arcángel a los pies de Nuestra Señora, presentándole a sus devotos para que Ella los lleve ante el Corazón de su Hijo.

El P. Julio Chevalier, puso por ello a su Congregación bajo la especial protección de San Miguel y, siguiendo luego el ejemplo del Papa León XIII, mandó que sus hijos le invocaran cada día con la oración «Arcángel San Miguel, defiéndenos en el combate, sed nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio; suplicantes te pedimos que Dios le venza, y tú, Príncipe de la celestial milicia, sepulta en el infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que pululan por el mundo para la perdición de las almas».

Tres cuartos de siglo después, en la festividad de su Arcángel protector, el P. Chevalier, junto con él, iba a recibir en la puerta del Cielo a siete jóvenes veinteañeros de su Congregación de Misioneros del Sagrado Corazón, que en sus colegios tantas veces se le habían encomendado, y que con palmas en las manos y revestidos de túnicas blancas teñidas con su sangre, los iban a presentar juntos ante el Rey de los Mártires, por quien habían ofrecido sus vidas.
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ESTOS SON LOS SIETE MÁRTIRES
Antonio Arribas Hortigüela encabezó ante sus asesinos el grito de “¡Viva Cristo Rey!”.

Nacido en Cardeñadijo (Burgos) en 1908, ingresó a los 13 años en la Pequeña Obra de Canet de Mar, (Seminario menor de la Congregación de Misioneros del Sagrado Corazón), cursando durante 5 años los estudios de humanidades y pasando luego al noviciado contiguo, donde hizo su profesión en 1928. Estudió la Filosofía en Barcelona y la Teología en Logroño. Llevaba sólo un año de sacerdote al ser sacrificado. Su primer y único destino fue la Pequeña Obra donde fue administrador de la casa al tiempo que profesor de latín. Amigo y como padre de los niños, fuerte y robusto, era muy querido de sus alumnos que cariñosamente le llamaban el levantapesos, pues se decía que había sostenido un borrico en vilo. Al ser expulsados del Colegio, a los 28 años se enfrentó valientemente con los milicianos en defensa de sus jóvenes alumnos, consiguiendo que proporcionaran los alimentos necesarios para su manutención.
 

Durante los dos meses de Vía crucis por montes y riscos fue quien mantuvo firme el espíritu de los fugitivos, y quien en el momento del sacrificio dio el grito de ¡Viva Cristo Rey!, que una ráfaga le impidió terminar.
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