Jueves, 28 de marzo de 2024

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Toledo, 30 de julio de 1936. En la Plaza de la Cabeza (y 3)

por Victor in vínculis

Finalmente, el Siervo de Dios Manuel de los Ríos fue nombrado en enero de 1936 vicesecretario de Cámara en el Arzobispado[1].
 
Una carta que conserva la familia
 
En las páginas 143144  de la novela histórica Toledo 1936, Ciudad mártir (Madrid 2008), podemos leer la recreación de esta nota que recibiría la familia.
 
«Cuando anochece por completo, Petra Santiago está escribiendo a un señor de Talavera de la Reina (Toledo). Por fin se ha decidido. Lleva varios días esperando que regresen sus inquilinos y no lo hacen. Ella es la casera donde residían dos sacerdotes. El día 30 vinieron a por ellos. Se trataba de don Manuel de los Ríos Martín-Rueda y de don José María Maldonado Valverde. Don Manuel es una joven promesa para la diócesis, es profesor del Seminario y vicesecretario de Cámara del Arzobispado. Don José María es capellán de Reyes en la Catedral de Toledo. La carta se la dirige al padre de Don Manuel.
 
Toledo, 3 de agosto de 1936
Sr. Don Manuel de los Ríos
Talavera de la Reina
 
Muy señor mío: Recibí su carta que me impresionó mucho, porque los sucesos acaecidos en ésta me tienen desolada. El día 30 pasado (y voy a referirle toda la verdad, aunque me cueste mucha pena) vinieron buscando a su hijo y a otro sacerdote que vivía también en esta casa
.
 
Las lágrimas de Petra caen incesantemente por sus mejillas casi rozando el papel...
 


Sin oponer resistencia ninguna, siguieron a los que les buscaban y aunque con certeza no sé lo que sería de ellos, me supongo que el desenlace habrá sido funesto. Siento en el alma el tener que ser yo la que le comunique noticias tan poco consoladoras; y tenga usted la certeza de que comparto con usted su pena...
 
Suya afectísima:
Petra Santiago
.
 
Viendo la situación en que se encuentra la ciudad, todavía se halla con fuerzas para escribirle una posdata:
 
Me permito aconsejarle, aunque me hago cargo de su intranquilidad, que hasta que esto se tranquilice no trate de venir por ésta.
 
En realidad, Petra, justo ayer, escuchó el relato del martirio de los sacerdotes en la tarde del 30 de julio. Los condujeron a menos de un centenar de metros de su residencia y en la Plaza de la Cabeza[2] fueron fusilados. Murieron abrazados. Pero ella decide no contárselo... de momento».
 
Hasta aquí el relato.

Tal vez, por la premura de la publicación (escrito en 1939) de Esperabé no se narra nada de esto[3].
 
El Ayuntamiento de Toledo guarda en su archivo el libro-registro del Cementerio de Nuestra Señora del Sagrario; allí podemos leer que los cadáveres entraron dos días después, esto es el 1 de agosto de 1936. Con lo cual, podemos dar por cierto lo que afirma Esperabé en el libro citado: “tras permanecer su cadáver cuarenta y ocho horas en las calles toledanas”,
 
En el nº 534 está anotado “un sacerdote de Toledo, alto y fuerte, de 45 a 50 años (en lapicero José Maldonado). Su hermano Guillermo, funcionario de Prisiones, es usufructuario”. Y seguido, en el nº 535, aparece “forastero, de unos 25 años, traje marrón a rayas, inicial M” (en lapicero Manuel de los Ríos -sacerdote-).
 
Sus cuerpos fueron enterrados en el tramo 42 del Cementerio de Toledo. Recuperados y colocados el 1 de febrero de 1941 en el Mausoleo (Monumento) a la memoria de los mártires.
 

[1] ENRIQUE ESPERABÉ DE ARTEAGA, La Guerra de Reconquista Española y el criminal Comunismo, páginas 527-528 (Madrid 1940).
[2] La Plaza de la Cabeza se llama desde 1898 de Abdón de Paz, escritor de Polán (Toledo), quien había vivido en esta plaza en sus años de estudiante. Se llamaba “de la Cabeza”, al menos desde la primera mitad del siglo XVI. Es, más que una plaza, una confluencia de tres calles principales, tal vez ensanchada con algún derribo por la parte donde se halla la fuente.
 
[3] Ibídem. En la página 527, dentro del apartado Martirologio patriótico, podemos leer al hablar de don Manuel: “Al hacerse los comunistas dueños de la Ciudad, para detener el paso del Ejército, es preso por los milicianos y fusilado en el acto, permaneciendo su cadáver cuarenta y ocho horas en las calles toledanas… Se ensañaron las hordas cruelmente con él, por ser el único que encontraron en su puesto, al invadir el Palacio Arzobispal”. Parece más fiable la explicación de la misiva de la casera (nota original cuya copia conserva la Postulación) porque la toma del Arzobispado se produce inmediatamente después de la toma de la ciudad. Y todas las versiones coinciden en que la muerte tiene lugar el 30 de julio.
 
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