Jueves, 28 de marzo de 2024

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Toledo, 27 de julio de 1936. En San Juan de los Reyes

por Victor in vínculis

La última parte de Los Jesuitas y la revolución narra el martirio de los tres miembros de la Compañía de Jesús.

LOS QUE MURIERON

La pena causada por la muerte a manos de los rojos, de nuestros amados padre Juste y hermanos Díaz y Palacios se aumenta con la circunstancia de no poder precisar con absoluta certeza los pormenores de su martirio, así como el lugar de su sepultura.

Se debe esta incertidumbre a que desde el día 24 de julio, quedamos los supervivientes totalmente incomunicados con nuestros difuntos, y a que por el terror enorme que se apoderó en aquellos días de Toledo, fueron muy pocas las personas de derechas que salieron a la calle y tuviesen noticias de los nuestros que, después de la revolución, pudieran comunicarnos. Con los pocos datos que poseemos, pues, hacemos la siguiente relación que creemos, no obstante, muy aproximada a la realidad del martirio de nuestros Hermanos.

Ya indicamos la razón por la cual el padre Juste y los Hermanos Díaz y Palacios, en la tarde del 22 de julio, se quedaron en nuestra casa de la calle de La Sillería nº 8, cuando el P. Márquez y yo fuimos a refugiarnos y escondernos en la casa de la calle del Instituto nº 23.

Desde esta casa el padre Márquez, deseoso de tener noticias de los nuestros, envió una carta el día 24 al padre Juste preguntando por ellos y pidiendo algunas cosas y algún dinero, ya que él tenía los fondos de la casa.

A esta carta contestó el mismo día el padre Juste diciéndonos estaban todos bien, incluso la Srta. Pilar, dueña de la casa, y que estaban seguros que no irían a registrar la Residencia. Con la carta nos enviaba las cosillas de uso personal que le pedimos, más 2.000 pesetas del fondo de la Procura y otras 6.000 que yo había dado a la Srta. Pilar para que nos las guardara. Aquella carta fue la última comunicación directa que medió entre nosotros.

Quisimos después varias veces saber de los nuestros por medio de la criada Esperanza, que desde nuestra casa iba a visitar a su señorita, la que debía saber y, en efecto, sabía de nuestros Hermanos. Pero ni Esperanza, ni sus padres, quisieron nunca decirnos la verdad, ya fuese porque así se lo indicó la señorita Pilar, o porque no quisiesen entristecernos con la mala noticia de lo acaecido. Solo después de mes y medio, y a instancias muy encarecidas nuestras, Esperanza y su madre nos dijeron que los rojos se habían llevado de nuestra residencia a los nuestros, deduciendo nosotros, sin que ellas lo negasen, que los habían matado, como en efecto había sucedido.

Vamos ahora a precisar, cuanto podemos, la muerte de los nuestros. En primer lugar poseemos una carterita del hermano Díaz, hallada en su cuarto, en la que llevó el diario de los principales acontecimientos de Toledo, desde el día 20 al 25 de julio. Hasta esta última fecha ciertamente los nuestros permanecieron en la calle de la Sillería. Durante estos días y el 26 se debieron hacer los registros y pillaje de nuestra residencia de que nos dio cuenta, muy al fin de la revolución, la criada Esperanza, y comprobamos nosotros al salir del cautiverio.

Por fin, el día 27 de julio hacia las 11 de la mañana, se llevaron de la residencia a los tres nuestros para matarlos del modo que diremos.

El padre Martín Juste fue llevado por seis u ocho milicianos por Sillería, Alfileritos y San Vicente, donde fue visto desde el balcón de la Srta. de Avellanal, a través de los visillos, por Micaela Arbós, penitenta del Padre.

Siguió por delante del Instituto, Tendillas y Hermanitas de los pobres, por la calle de Jardines, Alfonso XII y en el edificio de los Maristas, que está en la misma calle, tal vez fue presentado al comité rojo que allí actuaba. Luego lo llevaron por el Aljibillo y Valdecaleros, en cuya plaza uno de los milicianos propuso matarlo, pero otro se opuso a ello, alegando que había allí varios niños jugando y pudieran asustarse. Continuaron hasta la calle de las Bulas Viejas, en la que reconoció al padre Juste, M. Ángel Gómez y Mª Jesusa Pérez, que estaba en su casa, nº 6 de la misma calle. Esta última añade que vio que un miliciano le llevaba cogido un brazo al padre, como ayudándole a andar; y que otro miliciano le dio un fuerte empellón, volviendo el padre la cabeza como preguntándole por qué le golpeaba.

Así llegaron al cerro de Gracia donde le vio Araceli López, hermana de nuestros acólitos, que desde allí le siguió con la vista mientras lo bajaban por la cuesta de la Cava Baja, hasta llegar a la esquina de la fachada de San Juan de los Reyes donde, según el testimonio de la mencionada Araceli, que lo vio y oyó los disparos, le hicieron una descarga de ocho o diez tiros con que le mataron, después de haberle hecho recorrer una verdadera calle de la amargura, por su longitud y por sus peripecias. Los disparos también los oyeron las catequistas (Julia Nieto).

Delante de la fachada de San Juan de los Reyes y debajo del ventanal del lado izquierdo de la fachada mirando de frente, fue visto el cadáver hacia las doce del día 27 por nuestro acólito Ángel López; por la hermana de este, Araceli; por Julia Nieto, hermana de nuestro hermano junior, José Nieto y por otras personas.

Lo vieron boca abajo, cubierto con un blusón que llevaba puesto y teniendo encima tres fotografías mías que, los milicianos habían tomado de mi cuarto. Tal vez esta circunstancia hizo creer a muchos que me habían matado a mí, y por eso dejaron de buscarme.

Otro testigo afirma que::

El Padre Juste fue sacado y sostenido de un brazo a causa de su debilidad, tenía 73 años de edad y 55 de vida religiosa. Ciencia y prudencia, celo y caridad ardentísima, humildad y religiosidad ejemplares se concretaban en este anciano. Iba rezando el rosario, que llevaba a la vista de una de sus manos y recibiendo empellones y malos tratos, recorrió la larga y penosa calle de la Amargura, que media desde la Sillería hasta San Juan de los Reyes, delante de cuya fachada fue muerto a tiros.



 
Siervo de Dios Martín Juste García

Nació en Sigüenza (Guadalajara) el 12 de noviembre de 1863. Entró en la Compañía el 11 de julio de 1881. Celebró su primera Misa en Uclés el 6 de septiembre de 1895.

Era de aspecto serio y austero, de carácter seco y firme. La devoción al Corazón de Jesús animaba y vivificaba su oratoria, ni fácil ni florida, de reconocido talento y ciencia y de admirable laboriosidad. Poseía singulares dotes para el confesionario, en el que era fielmente asiduo y muy buscado; promovió el culto del Sagrado Corazón mediante el Apostolado de la Oración, al que consagró durante varios años en Toledo una gran actividad y con un edificante entusiasmo.

“Bien quisiera yo ahora consignar aún un cumplido elogio de nuestro buen Padre Juste, de su reconocido talento y sabiduría, de su admirable laboriosidad, de sus singulares dotes para el confesionario, en el que era el más asiduo y más buscado, de su singular celo por el culto del Sagrado Corazón mediante el Apostolado de la Oración, al que consagró durante varios años en Toledo una gran actividad y entusiasmo edificantísimo. No dudamos que el mismo Sagrado Corazón, al que tanto glorificó en Toledo el Padre Juste, le habrá colmado de gloria en el cielo”.

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