Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Toledo, 25 de julio de 1936. En la calle de san Bartolomé

por Victor in vínculis

 Siervo de Dios Gregorio del Valle González
 

Gregorio nació el 13 de febrero de 1876 en Orbó (Palencia), archidiócesis de Burgos. Tres días después recibió las aguas bautismales. Llamado por el Señor a la vocación sacerdotal, el 6 de junio de 1903 recibía las sagradas órdenes al presbiterado, en la Capilla del Palacio Arzobispal de Burgos, de manos de fray Gregorio Mª Aguirre y García. Su primer destino, fechado el 7 de agosto de 1903, fue ecónomo de San Julián en Leva (Burgos).
 
La familia del siervo de Dios ha cuidado como verdaderas reliquias casi todos los nombramientos y títulos de este insigne sacerdote. Gracias a ellos podemos saber que la vida de don Gregorio corrió paralela a la del Cardenal Aguirre. En un nombramiento de 1907, don Gregorio aparece como mayordomo. La expresión mayordomo o familiar en el estamento clerical se ha referido siempre a los secretarios particulares de los obispos, arzobispos y cardenales. Cuando recibe este nombramiento el Arzobispo tenía ya 68 años y le atenderá durante más de diez, primero en Burgos y luego en Toledo.
 
Aguirre y García, que era franciscano, ocupó la sede burgalesa de 1894 a 1909. En 1907 fue creado Cardenal. En 1909 pasa a ocupar la sede de Toledo hasta el 9 de octubre de 1913, día de su fallecimiento.
 
Pero, sigamos con algunas pinceladas de la vida de don Gregorio. Tras ser coronada canónicamente la imagen de la Virgen del Pilar, en 1905, años después, en 1908, tuvo lugar el IV Congreso Mariano Internacional, coincidiendo con el centenario de los Sitios de Zaragoza. Conservamos el diploma de asistencia de D. Gregorio en el que se le distingue “con especial benevolencia… por contribuir al mayor éxito y esplendor de dicho Congreso… y habiendo vos correspondido a tan soberanas muestras de la predilección pontificia… extendemos el presente diploma como testimonio de vuestro amor a la Virgen Inmaculada y de vuestra fidelidad al Sumo Pontífice”.
 
Tras acompañar al Cardenal Aguirre a la sede toledana, sabemos que el 10 de marzo de 1910 se le nombra Beneficiado en la Santa Iglesia Catedral Primada de Toledo.
 
Obtuvo el bachillerato en Sagrada Teología por la Universidad Pontificia de San Ildefonso de Toledo el 10 de abril de 1913; dos días después, se licenció y, finalmente, el 15 de abril se doctoraba con la calificación de “nemine discrepante”.
 
Conservamos también las licencias para confesar, necesarias y exigidas en otro tiempo. Aparte de las dadas por el propio obispo tras la ordenación o en el tiempo estimado de madurez en los nuevos sacerdotes para el sacramento de la penitencia, se requerían licencias para cualquier diócesis por parte del obispo local. Conservamos muchas de ellas (Osma, Palencia, Pamplona, Sigüenza, Cuenca, Madrid-Alcalá…).
 
El 1 de octubre de 1913, días antes de la muerte del Cardenal Aguirre, recibe el nombramiento de capellán del Convento de religiosas Agustinas Calzadas de la Purísima Concepción (conocidas en Toledo como las Gaitanas).
 
El testimonio de Valeriano de Celis Valle, sobrino carnal de don Gregorio, nos abre la puerta de los últimos años en los que convivió junto a él. Cuando mataron a su tío, tenía quince años y estudiaba bachillerato.
 
Mi tío era un hombre sencillo, piadoso, bondadoso, nunca hacía daño ni trataba mal a nadie, aceptaba siempre todo según la voluntad de Dios. Con todos nosotros, su familia, siempre fue muy cariñoso y acogedor. Le recuerdo muy trabajador, siempre ocupado con sus obligaciones como beneficiado de la Catedral”.
 
Cuando estalla la guerra sabemos que ocupaba la capellanía de las Clarisas Franciscanas del Convento de Santa Isabel de los Reyes en la ciudad de Toledo. Unos días antes de su asesinato les dijo a sus monjas:
 
“-Hijas mías, tengamos confianza en Dios, que si Él nos pide el martirio, nos dará fuerzas para ofrecer nuestra sangre por su amor”.
 
Su sobrino afirma que en ese verano al acabar el curso como todos los años, yo me fui a pasar las vacaciones con mis padres, al quedarse solo en Toledo se fue, como solía hacer, a la pensión donde había estado hospedado al llegar a Toledo, procedente de la diócesis de Burgos acompañando como secretario particular al Cardenal Aguirre, en dicha pensión era frecuente que se alojaran sacerdotes”.
 
Así que nos encontramos en una casa de huéspedes cercana al monasterio de Santa Isabel de los Reyes, de las religiosas franciscanas. Esta casa es muy frecuentada por sacerdotes de paso. Los milicianos han ido a cosa hecha. La dueña, poniendo en riesgo su propia vida, les dice que allí no hay curas. Pero don Gregorio no se arredra, afirmando claramente su condición sacerdotal. Es suficiente.


          Mientras le sacan a empujones, todavía puede despedirse con la mirada de sus monjas, recordando lo que tanto les ha repetido en los últimos días sobre que hay que “tener confianza en Dios, que si Él nos pide el martirio, nos dará la fuerza para ofrecer nuestra sangre por su amor". Con los brazos en alto le conducen camino del Tránsito para fusilarlo. Mas como van vomitando blasfemias tras él, comienza a responder con vivas a Cristo Rey. Entonces son ellos quienes no lo soportan y, al pasar junto a la iglesia del convento de la Reina (llamada de San Bartolomé, en la calle del mismo nombre), disparan sobre él, matándolo.

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