Jueves, 28 de marzo de 2024

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San Juan Pablo II (3)

por Victor in vínculis



5.
16 DE OCTUBRE DE 1978

 
El verano de 1978 es conocido como "el verano de los tres papas". El 6 de agosto moría el papa Pablo VI. El 26 de agosto, en el LXXX Cónclave de la historia de la Iglesia, fue elegido el Cardenal Albino Luciani. El hasta entonces Patriarca de Venecia tomó el nombre -en recuerdo de sus dos antecesores- de Juan Pablo I, aunque popularmente fue conocido como el "Papa de la sonrisa". Juan Pablo I apareció y desapareció como un ángel bíblico señalando a la Iglesia un camino lleno de luz y serenidad.
 
Fue encontrado muerto en su lecho. No es desvelar ningún secreto el recordar que a Juan Pablo I, "sin misterios demagógicos ni truculencias más o menos interesadas", le falló el corazón. Su pontificado fue el más breve de este siglo. Al "Papa de los 33 días" le sucedería el 16 de octubre, de ese intenso año de 1978, un hijo de Polonia: el Cardenal de Cracovia, Karol Wojtyla. El primer papa no italiano desde hacía cinco siglos.
 
El escritor André Frossard comenta al hilo de esta elección:
 
"Elegir un Papa del otro lado de la frontera ideológica de Europa, en un país tres veces desmembrado, atrasado, oprimido, sin otras armas que la oración y la esperanza, era un acto profético. Los que no ven hoy lo que de inspirado tenía entonces esta elección no comprenderán jamás nada en el cielo ni en la tierra, y es inútil que se multipliquen los signos sobre sus cabezas encasquetadas de suficiencia"[1].
 
Tras la elección del Cardenal Wojtyla como Papa, el Cardenal Primado de Polonia, Stefan Wyszynski concluía una alocución dirigida al pueblo polaco diciendo:
 
"Alégrate, madre Polonia, que has dado a la Iglesia y a la Madre de Cristo tu mejor hijo, formado en las batallas y en los sufrimientos de nuestro pueblo".
 
Dos grandes Cardenales para el gran pueblo de Polonia. Wyszynski, se ocupaba de proteger a la Iglesia y la nación polacas, mientras Wojtyla mantenía los contactos con el extranjero y visitaba a las Iglesias de los otros países.
 
La Iglesia polaca era la única a la que no sólo no le había afectado la crisis posconciliar, sino que gozaba incluso de perfecta salud. Era, pues, normal que los cardenales miraran con interés a esa realidad eclesial. Se buscaba un "hombre de pulso firme" y el tiempo demostró que la elección era profética: Juan Pablo II se convirtió en el verdadero defensor del signo de contradicción[2], que es Cristo, Nuestro Señor.
 
Nunca olvidaré -recordó el Papa en varias ocasiones- lo que me dijo el cardenal Stefan Wyszynski aquel 16 de octubre de 1978, mientras el Cónclave estaba ya cercano a la decisión definitiva: “Si lo eligen no deje de aceptar, por favor”. Y a la pregunta que se me dirigió en el momento de la elección, pude responder: “En obediencia a Cristo, mi Redentor y Señor, con confianza en su Madre, acepto”
 

6. EL PAPA Y DON MARCELO
 
Así contaba Don Marcelo[3] el recuerdo de un intenso momento vivido en aquel Cónclave de octubre de 1978 “en que, ya elegido Papa y vestido con la sotana blanca, pero todavía en la Capilla Sixtina, teníamos que acercarnos los cardenales uno por uno a ofrecerle nuestro respeto y obediencia”.
 
“Él estaba sentado en su sede, recogida la mirada y el rostro más bien inclinado hacia abajo, que solamente levantaba cuando tenía junto a sí, arrodillado al Cardenal que se había acercado. Entre los primeros, por su antigüedad en el Colegio Cardenalicio, fue el primado de Polonia, el venerable y heroico luchador cardenal Wyszynski. Cuando el Papa se dio cuenta de quién era, no permitió que siguiera arrodillado, sino que se levantó, hizo levantarse también a quien le saludaba y ambos se fundieron en un abrazo conmovedor que hizo prorrumpir en un aplauso fervoroso a todos los Cardenales que allí estábamos. Así estuvieron algún tiempo sollozando. Cuando se separaron, mientras el Primado volvía a su asiento, con el gozo y la congoja mezclados en su alma, el Papa Wojtyla le siguió con la mirada intensamente afectuosa y a la vez entristecida. En aquel abrazo acaba de hacerse visible el homenaje de la Polonia católica y mártir a la Santa Iglesia. ¡Los dos cardenales habían trabajado tanto y sufrido tanto por mantener en su pueblo la perseverancia y el vigor de la fe!
 
Después de la ceremonia y tras el canto del Te Deum ritual, le acompañamos a la gran balconada de la Basílica, desde donde saludó y bendijo por primera vez al pueblo romano al presentarse humildemente como un hombre venido de lejos”.
 
La escena que narra Don Marcelo sobre el sentido encuentro entre el Papa y el Cardenal Wyszynski se repetiría días después en la solemne Misa de inauguración del pontificado. Era el 22 de octubre de 1978 y, ahí sí, las cámaras de televisión recogieron el intenso momento.
 
 
Pero la primera vez que Don Marcelo habló con Juan Pablo II fue inmediatamente después del Cónclave en que fue elegido. Al día siguiente de la elección tuvo lugar la audiencia del Colegio Cardenalicio. No se sentó en la Sede de la sala Pontificia en que estábamos, sino que fue acercándose a cada uno para saludarnos y hablar con todos. Yo le pregunté: ¿Ha estado Vuestra Santidad en España alguna vez? Me contestó que no, que aunque siempre lo había deseado, nunca había podido hacer el viaje por las circunstancias políticas en que su país se encontraba hacía tiempo, y que quizá entonces podría hacerlo. Él admiraba mucho a España y conocía a grandes rasgos su historia y su cultura católica.
 
Después he hablado con él en distintas ocasiones y sobre muy diversos temas... Siempre me han llamado la atención su capacidad para escuchar, su interés por los temas que se abordan, sus observaciones. Suele tomar nota de lo que se habla y preguntar para aclarar lo que se está tratando; nunca se muestra distante ni cansado, nunca impaciente o como si estuviera deseando que termine la visita. Cuando se examina toda la obra realizada por el Pontífice, es para sentirse abrumado.
 
El último encuentro entre Don Marcelo y el Papa fue en el aeropuerto de Barajas (Madrid) el 4 de mayo de 2003. Dos jornadas intensísimas habían devuelto el vigor al anciano Papa al encontrarse con su querido pueblo español. Durante la última ceremonia de despedida, el Papa permanecía sentado. A lo lejos vio como otro anciano se acercaba pesadamente. Era el cardenal González Martín... Don Marcelo. Fue la única vez que el Papa quiso levantarse para despedirse de su gran amigo. No es exagerado decir que para Juan Pablo II don Marcelo era la máxima referencia de la Iglesia Española.
 
Algún político, poco informado en las cosas religiosas, se asombró de la reacción del Pontífice agotado por aquellos dos días intensos del mes de mayo, y todavía se atrevió a preguntarle al Señor Cardenal: - Eminencia, ¿es que son tan amigos para que el Papa haya tenido esa deferencia para con Usted? Y él con su socarronería castellana le respondió: - Sí, un poco. Desde los tiempos del Concilio. 
 
 

[1] André FROSSARD, El Papa que venció a Lenin. Artículo publicado en el semanario Blanco y Negro de ABC, 12 enero de 1992 (nº 3.785) pp.4-7.
 [2] Karol WOJTYLA, Signo de contradicción (Madrid 1979). Esta obra recoge los ejercicios espirituales que el Cardenal Wojtyla predicó al papa Pablo VI y a los prelados de la Curia romana en la Cuaresma de 1976.
 
[3] El cardenal Marcelo González Martín fue Arzobispo de Toledo y Primado de España desde 1971 a 1995. Falleció el 25 de agosto de 2004.
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