Jueves, 28 de marzo de 2024

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De San Alberto Magno, santo patrono de la ciencia y de los científicos

por En cuerpo y alma

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           Alberto de Colonia, mejor conocido como San Alberto Magno, nace en Lauingen, en Baviera, aunque la fecha de nacimiento es difícil de determinar y abarca un amplísimo espectro que va del año 1193 al 1206. Sí se sabe que estudia en la ciudad italiana de Padua, donde escucha al Beato Jordán de Sajonia, sucesor del español Santo Domingo de Guzmán en el gobierno de la Orden de los Predicadores, y donde toma el hábito de los padres predicadores, según señala su biógrafo Rodofo de Novamagia por ordenárselo así la Virgen, y en todo caso, contra los deseos de su familia. Estudia también en Bolonia y enseña en Ratisbona, Friburgo, Estrasburgo y Hildesheim.
 
            En 1245 se doctora en París, donde además, traduce y comenta textos clásicos, especialmente Aristóteles, tanto a partir de los textos griegos como de sus comentarios árabes, así como otros autores más contemporáneos como el persa Avicena o el español Averroes. En París entrará en contacto con el que será su gran discípulo, Santo Tomás de Aquino, cuya obra defenderá apasionadamente de los ataques que recibirá en el futuro, y cuya muerte en 1274, seis años de la suya misma, le sumirá en una profunda tristeza.
 
            En 1254 es nombrado provincial de la provincia teutónica de la orden dominica, para la que dicta un programa de estudios que será la base del Estudio Provincial de la orden en Santa Sabina, en Roma, de la que surgirá más adelante la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino.
 
            Hacia 1260 es ordenado obispo de Ratisbona por Alejandro IV, a cuyo lado había estado varios años, cargo en el que apenas dura dos, pues su suma humildad le lleva a presentar en 1263 su renuncia al Papa Urbano IV, que le permite volver a la vida monacal y a la enseñanza, a la que se dedicará en los distintos monasterios de la orden en los que vivirá. De esta época datan tanto su participación en el Concilio de Lyon de 1274, donde trabaja por la unión de las iglesias occidental y oriental, como sus esfuerzos dirigidos a la fundación de la que en el futuro será la Universidad de Colonia, la más antigua de Alemania.
 
            Alberto cultivó muchísimas ramas del saber, desde luego la teología, campo en el que escribe su “Libro de las sentencias de Pedro Lombardo”, o su “Suma Teológica” en dos volúmenes, anterior a la de Santo Tomás. Pero también la lógica, la gramática, la retórica, la botánica, la geografía, la astronomía, la mineralogía a la que dedica su “De Mineralibus”, la zoología a la que dedica su “De animalibus”, la fisiología y también otras de más dudosa ortodoxia como la astrología y la alquimia, a la que dedica su “Speculum astronomiae”. Se le considera el descubridor del arsénico y fue también un gran comentarista de música.
 
            Alberto viene a morir el 15 de noviembre de 1280, a una edad indeterminada entre los 74 y los 87 años, no sin antes construir su propia tumba, ante la que cada día rezaba el oficio de difuntos. Se halla enterrado en la cripta de la iglesia de San Andrés, en Colonia.
 
            Su reputación le ganó en vida varios sobrenombres. El primero el de “magno” con el que será conocido y con el que le distingue, por ejemplo, Roger Bacon. Pero no el único, pues sus parroquianos en Ratisbona le otorgaron el de “el Obispo Botas”, por su gran humildad que le llevaba a desplazarse a pie renunciando al caballo al que su dignidad le daba derecho. Se le conoce también como el Doctor Universal. Alberto de Colonia aparece en la Divina Comedia de Dante como uno de los grandes amantes de la sabiduría. Hoy día multitud de centros educativos y universidades llevan su nombre en los más lejanos rincones del orbe. Una planta también lo hace, así como el asteroide 20.006.
 
            Beatificado en 1622, su canonización aún tardará, produciéndose el 16 de diciembre de 1931, fecha en que el Papa Pío XI no sólo lo proclama santo, sino también uno de los treinta y cinco doctores de la Iglesia, el que hace el número veintiocho concretamente. En 1941, Pío XII lo nombra patrón de los cultores de las ciencias naturales. Benedicto XVI le dedica el discurso pronunciado con motivo de la audiencia general del 24 de marzo de 2010. Se celebra su festividad el 15 de noviembre, es decir tal día como hoy, fecha de su muerte.
 
 
            ©L.A.
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