Jueves, 28 de marzo de 2024

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Los 80 del Cambrón (5)

por Victor in vínculis

Los Mártires de la Puerta del Cambrón de Toledo
Hasta aquí el libro-registro del Ayuntamiento. De las 80 personas presuntamente fusiladas solo aparecen 63 víctimas. Sin embargo, sin grandes investigaciones, el primero que no aparece en esta lista es el joven Luis Moscardó Guzmán. Los testigos de esta historia son numerosos para certificar la realidad de su asesinato. No sólo eso. En las crónicas de lo consignado por los Hermanos Maristas sobre la recuperación de los cuerpos de sus mártires, podemos leer:
 
Allí, estaba también el General Moscardó, con su esposa y los hijos supervivientes que le quedaban en espera de que entre aquellos cadáveres apareciera su hijo. Al fin se encontró en la misma zanja y al lado de nuestro hermano de comunidad, Hno. Jorge Luis (el cocinero) y del Doctor Polo Benito”.

Luis tenía 17 años y era alumno de la Escuela de los Cuerpos Auxiliares de Obras Públicas.



64. LUIS MOSCARDÓ GUZMÁN 
El hijo del coronel Moscardó.
23 de julio de 1936. Por la tarde, todo Toledo sabe lo ocurrido con el hijo del coronel Moscardó. A las 10 horas, el Jefe de las Milicias llama por teléfono al Comandante Militar, notificándole que tiene retenido a un hijo suyo y que le mandará fusilar si antes de diez minutos no se rinde. Y para que vea que es verdad, hace poner a Luis Moscardó al aparato. El Coronel pregunta:
- ¿Qué hay, hijo?
- Que dicen que me van a fusilar si no rindes el Alcázar, responde Luis.
Moscardó le dice:
- Pues encomienda tu alma a Dios, da un grito de “¡Viva Cristo Rey!” y un “¡Viva España!”.
El hijo, con voz apenas audible, sin duda por el momento y lo precario de las comunicaciones, musita:
- Un beso muy fuerte, papá.
 Al tomar la línea otra vez, Moscardó dice al Jefe de las Milicias:
- Puede ahorrarse el plazo que me ha dado; el Alcázar no se rendirá jamás.
Los milicianos, que piensan haber urdido un plan “perfecto”, se quedan estupefactos ante la actitud del coronel Moscardó. Algunos comentan que ante la rabia por la respuesta dada, disparan un tiro al aire para hacer creer al militar que su hijo ha muerto en el acto. Pero tras la conversación telefónica con su padre, a Luis se le traslada nuevamente a la Diputación Provincial, que hace de cárcel.
Unos afirman que los pocos días de asedio han trastornado a Moscardó y que no tiene entrañas para con los suyos; que es un despiadado y no sé cuántas cosas más. Para otros, el coronel comienza a forjar su leyenda de héroe. Y aunque ese día queda claro que el Alcázar no piensa rendirse, a las ocho de la tarde es bombardeado por un avión trimotor republicano, que arroja unas quince bombas.
 
Un mes transcurre hasta la siguiente escena:
23 de agosto de 1936. Patio de la Cárcel Provincial.
Desde la puerta se calcula fácilmente que en el patio puede haber más de un centenar de personas entre presos y milicianos. Los presos han sido sacados de sus celdas y amarrados de dos en dos formando cuerda. Entre los primeros están los dos hijos del coronel Moscardó, Luis y Carmelo. Llevan en prisión junto a su madre, María de Guzmán, desde el 25 de julio, tras protagonizar Luis el episodio de la famosa llamada telefónica para amedrentar a su padre. Aunque la mujer está en el departamento de mujeres y no sabe nada de lo que está pasando…
Cuando ya han atado las muñecas de Luis y Carmelo para sacarlos al patio, un miliciano les para. Carmelo es un chaval de dieciséis años, pero sus facciones le aniñan dando a su rostro un aspecto ingenuo.
-¡Eh, camaradas!, dice. ¡Soltad a ese muchacho!
-¡Es hijo de Moscardó!, contestan burdas gargantas llenas de venganza.
¡No importa!, se impone fuertemente el miliciano. Tan niño es una cobardía transportarle.
Y mientras le desata le dice:
-¡Anda, muchacho, vuélvete a la cárcel!
Carmelo, que no quiere separarse de su hermano, embargado por el miedo, se queda paralizado. De un empujón les separan y Carmelo entra de nuevo en la prisión.
En ese momento Luis Moscardó es atado a las muñecas del Señor Deán, Don José Polo Benito.
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