Jueves, 28 de marzo de 2024

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Madre Cándida, la kolbe toledana

por Victor in vínculis

         ¿Quién no ha oído hablar de San Maximiliano María Kolbe? ¿Quién no conoce sin exagerar, en el mundo entero, el testimonio de auténtica caridad del P. Kolbe? ¿Quién no sabe que ofreció su vida a cambio de la de un padre de familia desconocido, y que así pudo consolar y ayudar a bien morir a aquel grupo de condenados al bunker de la muerte? ¿Y qué, finalmente, fue asesinado con una inyección de ácido muriático en la locura del campo de exterminio de Auschwitz? Era el 14 de agosto de 1941.
 
Pero años antes, un 21 de mayo de 1937, durante la cruel Guerra Civil que asoló nuestra España la Madre Cándida del Corazón de Jesús se convertía en la Kolbe de la caridad… la única diferencia es que en lugar de ser por un desconocido, ella se presentó como religiosa para ofrecerse por la vida de su hermana, una mujer casada y con niños pequeños. En ambas ocasiones el verdugo pudo haber sumado “un voluntario” a los ya condenados; pero en ambas ocasiones Madre Cándida y San Maximiliano ocuparon su puesto entregando su vida por Nuestro Señor Jesucristo: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.
 
Cándida López-Romero y Gómez del Pulgar nació, en Mora de Toledo, el 3 de octubre de 1895. La Compañía de Santa Teresa de Jesús (las teresianas de San Enrique de Ossò) había llegado a tierras toledanas en septiembre de 1920, para fundar de la mano de la señorita María Martín Maestro el Colegio “María Inmaculada” que abrirían en el mes de octubre (bajo estas líneas). Años después, Cándida ingresaría en la Compañía el 6 de junio de 1923, vistió el hábito el 12 de diciembre de ese año, y emitió sus primeros votos el 12 de diciembre de 1925. Haciendo su profesión perpetua el 15 de diciembre de 1928.

 
La actual comunidad de teresianas de Mora nos ha facilitado de la Curia General de Roma, las actas de la Historia de la Compañía en donde se describe la persona y el martirio de la Sierva de Dios. Allí podemos leer que Cándida “fue una religiosa moldeable como la cera en manos de los Superiores; sencilla, ingenua y llena siempre de entusiasmo y optimismo, el nombre de Cándida le venía perfectamente y fue como un símbolo de su vida y muerte”.
 
 
De Valencia a Mora de Toledo
 
Monseñor Antonio Montero recoge en su “Historia de la persecución religiosa en España (19361939)” el caso de la teresiana y recuerda que cuando estalla la guerra civil M. Cándida estaba destinada en un Colegio de Valencia. Madre Cándida “fue a refugiarse en la pobre habitación de la sirvienta del colegio después de pasar por el dolor de verse rechazada por unos parientes que vivían en la ciudad, alarmados por el riesgo que podrían correr hospedando bajo su techo a una religiosa desvalida”.
 
Después de varios intentos logró llegar a su pueblo natal donde se la persiguió con verdadero ensañamiento desde el primer instante de su llegada. Lo primero fue encarcelarla juntamente con sus hermanas, odiadas por su labor catequética en la parroquia. Con serenidad e intrepidez, que asombraba a sus verdugos, la religiosa soportó en la prisión toda clase de vejaciones, golpes y malos tratos, que en varias ocasiones le hicieron arrojar sangre por la boca. Sobre ella recaían los oficios peores y le negaron el menguado alivio de una silla en que sentarse y de un colchón para extender su miembros doloridos.
 
Encarcelada en tres ocasiones, una de ellas la sacaron por la noche en una camioneta simulando que iban a darle el trágico “paseo”, y para asustarla más le preguntaron si quería morir envenenada o fusilada. La M. Cándida respondió con entereza que eligieran ellos mismos la muerte que mejor les pareciera y continúo rezando tranquilamente su rosario. Largas semanas de humillación y sufrimiento faltaban a la víctima para la gloria de su triunfo, y después de haber tenido tan cerca aquella noche la palma del martirio no pudo asirla con las manos…”
 
Prosigue el relato de la Curia afirmando que “tan ingenua en la muerte como en la vida no quiso ocultar jamás su condición de esposa de Jesucristo mostrando santo orgullo de su profesión religiosa que la hacía blanco de las iras de aquellos desalmados; nunca abandonó sus prácticas de piadosas, y tan ferviente era la devoción con que a ellas se entregaba, que, subyugado un miliciano por la memoria de su madre a quien había visto rezar de igual manera, la acompañó más de una vez en la recitación del rosario”.
 
Al hablar ayer de las Siervas de Dios Dolores y Carmen Cano Sobreroca ya aludimos a los sucesos acaecidos el 21 de mayo de 1937. Junto a ellas dos, las tres hermanas López-Romero y Gómez del Pulgar (M. Cándida, Edmunda y Carmen) y otros quince hombres morachos fueron asesinados en una noche de orgía sangrienta por parte de la funesta columna Líster.
 
Enrique Líster declaraba impunemente en la revista “Triunfo” (19 noviembre 1977; nº 773), al preguntarle sobre la eliminación de varios campesinos castellanos y anarquistas, que “hubo que crear un Tribunal en Mora de Toledo y tomar algunas medidas muy duras, muy serias… Luego me acusaron de que si yo había fusilado y tal y cual; y yo he respondido que sí, que yo he fusilado, y que estoy dispuesto a hacerlo cuantas veces haga falta. Porque yo no hago la guerra para proteger a bandidos ni para explotar a los campesinos; yo hago la guerra para que el pueblo tenga la libertad”.
 
No cuesta mucho pensar que si esto hizo con sus propios correligionarios qué no haría con los que se habían destacado en Mora por su defensa a la Iglesia y que no habían sido ajusticiados en los primeros meses de guerra.
 
Nada más entrar Líster en el pueblo se detuvo a una veintena de personas. Según se sabe, el 21 de mayo de 1937 los milicianos se presentaron en casa de las López-Romero para detener a las dos hermanas solteras (Edmunda y Carmen) y a una tercera hermana casada y con niños pequeños.  En ese preciso momento Madre Cándida salió de su escondite para ofrecerse por su hermana… lo cual fue aceptado por los milicianos.
 
A las diez de la noche, un pelotón de internacionales sacó de la cárcel al grupo de 20 personas. Llevados fuera del vecindario, en las inmediaciones de la fábrica de harinas, y tras ser asesinadas fueron sepultadas en una zanja abierta al efecto en pleno campo. Lo más grave del caso es que, según acredita la exhumación los cuerpos fueron salvajemente mutilados, probablemente antes de morir.
 
La Sierva de Dios Cándida del Corazón de Jesús descansa, junto a los otros mártires, en una capilla de la Iglesia Parroquial de Mora.
 
 
Semilla de nuevas vocaciones
 
Al terminar la Guerra, en el año 1940, las Madres Amalia Cernuda y Catalina Díaz, Teresianas de San Enrique de Osso, se trasladaron a Mora de Toledo y pudieron hablar con la familia López-Romero; con el criminal más sangriento de la zona, apodado “Ganaliebres”, que estaba encarcelado; con el párroco del pueblo y con otros testigos fidedignos. De sus labios pudieron oír los datos que recogieron en el Acta que se conserva en el Archivo General STJ. Fueron tropas internacionales las que cometieron el acto, pero no hubieran podido hacerlo sin contar con la ayuda de los vecinos que militaban en su bando y que eran quienes conocían a la gente. El pueblo prefirió callar, de ahí que no se pudieran hacer más averiguaciones.
 
En el acta consta que la Sierva de Dios tenía la cabeza hendida, probablemente a golpes de hacha, la mano derecha separada del brazo y cortado uno de los pies.
 
La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos… En este caso, al ofrecerse la Madre Cándida por su hermana María, no podía saber que una de sus sobrinas pequeñas a las que había evitado ser huérfanas, ocuparía su puesto en la Compañía. Además de la Hna. Pilar Martín-Tesorero López-Romero, un hermano suyo, don Jesús Martín-Tesorero, ha ejercido el ministerio sacerdotal en la diócesis de Toledo.
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