Jueves, 28 de marzo de 2024

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¿Estuvo Jesús en el Líbano?

por En cuerpo y alma


            Visita el Papa una región del mundo que en absoluto es extraña al buen lector del Evangelio. Y es que aunque la palabra “Líbano” no aparezca ni una sola vez en ninguno de los cuatro evangelios –y eso que es una palabra muy antigua que se menciona muchas veces en el Antiguo Testamento-, sí se alude él con otra locución muy concreta, “la región de Tiro y Sidón”, referida a dos antiquísimas ciudades sitas en su territorio, y también en el del actual Líbano.
 
 
         Que Jesús estuvo en ellas se extrae con toda claridad de las siguientes palabras de Mateo:
 
            “Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón” (Mt. 15, 21).
 
            Pues bien, estando en el Líbano, le ocurre a Jesús un curioso episodio de los que se citan como ejemplificador de la universalidad de su mensaje. Nos lo relatan con algunas diferencias tanto Mateo como Marcos. El primero lo hace así:
 
            “En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: ‘¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.’ Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: ‘Despídela, que viene gritando detrás de nosotros’. Respondió él: ‘No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel’. Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: ‘¡Señor, socórreme!’ Él respondió: ‘No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos’. ‘Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos’. Entonces Jesús le respondió: ‘Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas’. Y desde aquel momento quedó curada su hija” (Mt. 15, 22-28).

            El segundo así:
 
            “Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era griega, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le decía: ‘Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos’. Pero ella le respondió: ‘Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños’. Él, entonces, le dijo: ‘Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija’. Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido” (Mc. 7, 24-30).
 
Jesús y la cananea. Pieter Lastman (1617).
Esto que ven Vds. aquí sucedió en el Líbano.

            Cabe preguntarse si Jesús se adentro mucho en el Líbano o, dicho en otras palabras, si sólo se quedó en la zona de Tiro, en el sur, o se llegó hasta Sidón, unos 30-40 kilómetros más al norte. Aunque el Evangelio no lo dice explícitamente, es fácil interpretar que Jesús no sólo estuvo en los dos territorios, sino que habría visitado y entrado en las dos ciudades, lo que cabe concluir de estas palabras salidas de su boca que recogen tanto Mateo como Lucas.
 
            “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras” (Mt. 11, 21-22; igual en Lc. 10, 1314).
 
            El Evangelio omite citar otra gran ciudad sita entre las dos mencionadas, y cerca de la cual necesariamente pasó o en la que probablemente hasta entró: Sarepta. Lo que queda claro es que tanto en Tiro como en Sidón debió de cosechar Jesús gran éxito. No sólo por la satisfacción que las anteriores palabras expresan. Sino porque con toda claridad nos cuentan los evangelistas como entre sus seguidores se contaban muchos libaneses. Así lo hace Marcos:
 
            “Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a él” (Mc. 3, 7-8).
 
            Y así Lucas:
 
            “Bajó con ellos y se detuvo en un paraje llano; había un gran número de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos” (Lc. 6, 1719).

            Lo que nos devuelve una pregunta que ya nos hemos formulado: ¿Entró Jesús en Tiro y Sidón, o se quedó en sus alrededores, dado que de “los alrededores de Tiro y Sidón”, como nos dice Marcos, eran sus seguidores?


            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 
 
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